El joven escritor.

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— Jovencito, ahí vienes otra vez con tus parlanchines palabras, con tus definiciones científicas y rebuscadas que eclipsan la verdadera esencia del arte de escribir, buscas deslumbrarme ante escritos que, según tú, son sacados del Olimpo literario, te enalteces al decir que los mismos dioses te han bendecido con un don inigualable.


— ¡No has podido describirlo mejor! — Replicó el joven escritor con pecho erguido e inclinando su mirada hacia el lomo del curtido escritor que transcribía en ese momento su más reciente obra literaria.



El anciano deja el lápiz a un lado y cruza sus dedos maltrechos por los cientos de prosas que había vertido en papel con el pasar de los años.



— Apenas me he animado a leer uno de tus escritos ¿y sabes lo que siento? — El joven se queda mirándolo fijamente en espera de algún halago.


— ¡NADA! No puedo ver tu alma reflejada en ellos, sólo veo fabulas vacías con palabras ostentosas que buscan levantar el ánimo del lector, ¡tus héroes creados son eso! Héroes invencibles cuyo final feliz ya está asegurado aún sin iniciar la historia. Al escribir no te plasmas a ti, plasmas las vanas necesidades de un público indocto y jovencitas que solo buscan la excitación momentánea en un personaje musculoso y cuyos atributos son sacados cual película Hollywoodense.


— ¡Una historia maravillosa no está inspirada en proclamas imposibles de héroes invencibles, está inspirada en una verdadera vivencia sacada de tus mayores tropiezos, de tus mayores alegrías, de esos días grises donde la muerte parece ser la única salida, o donde la felicidad desborda tanto que la única solución es dejar salir todo en un escrito!


— No me deslumbrarás presentándote como un dios invencible en una historia creada a tu favor, me deslumbraras cuando te muestres al desnudo en una hoja de papel, cuando dejes salir lo más tenebroso, infeliz, y menos pulcro que está guardado en lo más profundo de ti; quedaré perplejo cuando seas lo suficientemente valiente de mostrar lo más débil, cuando tu escrito quede tan hermoso por plasmar lo más feo de ti.


— ¡Mi querido joven escritor, escribir es sinónimo de vivir! A la vez de morir lentamente con cada verso plasmado en tus hojas de papel. Cada risa las supe transformar en una historia con final feliz, cada suicidio no intentado en una historia con final fúnebre, cada coito no realizado y cada tentación que me fue ofrecida las convertí en historias de pasión y placer donde el deseo era saciado en mis orgasmos literarios. Con esto no quiero decirte que encierres tu imaginación explícitamente a tus propias vivencias, puedes crear fantásticas historias con finales improbables, pero si parte de ti no está plasmado en esas historias sólo serán textos sin sentido y sin alma...ya no serían arte.


— Así que vuelve a tu pequeño mundo de fábulas para jóvenes adolescentes; ¡ya está en ti escribir fantasiosas historias que subirán autoestimas y saciarán egos, o puedes salir para vivir y morir con tus propias historias! Queda en ti crear héroes y crear villanos, crear tus propios finales, a veces no tan felices, pero al final de cuentas TUS FINALES.



Al decir estas palabras el curtido escritor vuelve a tomar su lápiz mientras terminaba de escribir el título de su nueva obra maestra: "EL JOVEN ESCRITOR".

Microrrelatos no tan micros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora