Capítulo 23: Una señal.

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Las mejillas de Paul enrojecieron por la exaltación a medida que sus ojos hazel se hicieron grandes. George bajó los hombros para ocultar la timidez que reflejaba su rostro, cohibido por una vergüenza inevitable. Acto seguido fue llevado a jalones hasta la habitación de McCartney, que era la más retirada del resto en aquella casa por cuestiones que aún desconocemos. Cuando llegaron, Paul se aseguró de que nadie los molestase colocando el seguro en la perilla de su puerta y colocando sobre la parte exterior un cartel que decía «No Molestar». Pidió a Harrison tomar asiento al borde de la cama y pronto le siguió.

—¿Acaso dijiste "enamorando"? —le cuestionó, aún incrédulo.

George asintió débilmente sin atreverse levantar la mirada ante su amigo.

—¡Pero George...!

Seguramente Paul habría pegado el grito de su vida de no ser porque George se encargó de evitarlo cubriéndole la boca.

—No es lo que tú crees. Estoy hablando de Georgine, tonto. Y trata de no gritar tanto, no quiero que nadie nos escuche... —pidió.

Cuando Paul asintió en señal de guardar el control, George le soltó la boca y volvió a su antigua pose con los hombros decaídos.

—Menos mal que Ringo no está.
Y John se quedó dormido junto a su hijo. La chica discutió con él y se encerró en la antigua habitación de huéspedes que ahora es de ella —Paul suspiró —. Cielo santo. No puedo creer lo que me dices... Bueno, un poco, quizá, pero esto es tan confuso...

—¿Tú crees que no lo sé, Paul? Para mí esto es más confuso, créeme. Pero te juro que es algo que no puedo evitar, por más que lo intente, no puedo.

—¿A qué te refieres?

—Cuando estoy contigo, o aquí en casa, puedo decir que soy George Harrison, el hombre. Me siento como tal, aunque no esté en mi verdadero cuerpo. Soy un hombre, lo sé. Pero todo cambió para mí desde que conocí a Roger, desde la primera vez.

Se detuvo un poco para recordar cómo había chocado con él y sin saber quién era tuvo el encanto de causarle una sonrisa. Volvió a verlo en un concierto y después la noche de la fiesta, donde en un acto inesperado él se habría tomado el atrevimiento de robarle un beso que fue correspondido.

—Cuando estoy con él todo es diferente. Georgine aparece y se desmorona todo al estar Roger presente, confundiéndola, porque ella lo mira y sabe que está guapo, encantador, y le dice que se ha enamorado desde antes de conocerla más a fondo. Roger piensa que Georgine es graciosa, efímera y hermosa.

Guardó silencio por un momento antes de declarar:

—El problema es que ella cada vez se adueña más de mí y siento que en algún momento tomará el control de todo. Y es ahí cuando pienso que tal vez, solo tal vez, nos quedaremos así para siempre. ¿No lo crees, Paul? ¿Y si no volvemos a ser como antes? ¿Entonces qué debo hacer? Tú mismo, ¿no piensas en Jane? En que ella pronto se casara con otro hombre y tú no puedes hacer nada para evitarlo. De pronto me dan ganas de llorar...

Sin poder controlarlo, pequeñas lágrimas brotaron del rostro de George, quien se sentía pésimo y confuso. Paul le consoló sin saber cómo sentirse del todo, ya que el tema del compromiso de Jane con Michael le aturdía.

En ese momento George estaba tan sensible que para Paul era muy probable tener a Georgine enfrente.

—No pienses en cosas malas, George. John y Ringo no deben saber esto, al menos no todavía. Por cierto, ¿cómo van las cosas con Ringo?

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