Capítulo 33: El porro creativo.

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—Ha sido un día fenomenal, Lester —sonrió Georgine al gato antes de contemplarse por tercera vez en el espejo mientras se peinaba la espesa cabellera oscura.

     Apenas había llegado a la casa, se encerró en su habitación con la compañía del gato. Le hablaba cariñosamente, creyendo que era el único ser a quien podía confiarle sus más íntimos secretos sin temor a que lo molestase o fuera con el chisme a alguien más. Porque los gatos no hablan, ¿cierto?

     El mínimo, por su parte, yacía recostado en la orilla del colchón con las patas delanteras sobre un peluche de pato que le había comprado George y la mirada fija en la dulce y sonriente muchacha. Ella cogió un listón morado del tocador.

     —Roger nos hizo las fotos, ¿puedes creerlo? Y a Mary le encantaron, espero que solo hayan sido las fotos... —suspiró —. ¿Y sabes qué es lo mejor? Que volveremos a vernos..., muy pronto. Cuando él venga aquí para entregarle también las fotos a Brian, porque se las pidió. Lo hubieras visto, estaba tan guapo.

     Suspiró.

     Era evidente que en ese momento no había más presencia que la de Georgine en aquel menudo cuerpo. No estaba George, y quizá eso comenzaría por preocupar a sus amigos si tan solo lo vieran. Pero como nadie más estaba ahí, la presencia femenina podía expandirse sin temor, sin pensar siquiera en temas masculinos que hicieran a Harrison volver a la realidad. Solo existían Roger y el amor.

    La muchacha terminó de hacerse un moño con el listón morado y se echó sobre el colchón, cerca del gato, al cual atrajo hacia sus brazos para acariciarle dulcemente el lomo negro y peludo.

     —Aunque, si te soy sincera Lester, hubo algo que me desconcertó un poco... —continuó diciéndole al gato —. Cuando John llegó al estudio, Roger se portó un tanto extraño, distante, como si conociera a la mujer que ahora es mi amigo de algún lado. Y al cuestionarle sobre aquello no me dio una respuesta que resolviera mis dudas.

     Evocó entonces el momento en que, cuando la sesión ya había acabado y todos hacían alguna otra cosa, ella y Roger tuvieron un poco de tiempo para hablar. Recordaba que la duda le carcomía de pies a cabeza y por tanto no evitó hacerle otro tipo de pregunta.

     "—¿Conoces a Joanne? —le cuestionó a Roger.

     Él, rápidamente, abrió más los ojos, impresionado. O tal vez extrañado.

     —¿Por qué la pregunta? Sabes que sí —respondió con desaire, volviéndose a su maleta de fotografía —. Es una Beatla, ¿quién no la conoce? A las cuatro...

     —No me refiero en ese ámbito, Roger —insistió la chica —. Sino a otro. No lo sé, cuando ella llegó me dio la impresión de que tú te portaste extraño.

     —Bueno, ella es una persona imponente...

     Sin embargo, la reacción de Roger ante John no había sido una de alguien que se debilita por la presencia imponente de otra persona. Más bien, le pareció que él se había puesto muy a la defensiva con Lennon.

    —No... —dijo —. Yo siento que hay algo más. Siento que la conoces de alguna parte y que no quieres decirme la verdad...

     —Georgine... —la detuvo Roger colocando una mano sobre su hombro derecho. Hasta el tono de su voz cambió por uno más dulce —. Una vez te dije que yo era sincero contigo respecto a quien soy, y eso va por todo. Si yo conociera a Joanne de alguna parte, tal vez me habría sido más fácil llegar hasta ti, ¿no lo crees?

     Los ojos azules de Roger eran tan punzantes que la chica se perdía en ellos con facilidad.

     —Créeme. Mi reacción fue de sorpresa. Se dicen muchas cosas de Joanne Lennon, así que no sabía que esperar de ella o cómo tratarla para que se sintiera cómoda, por lo tanto intenté mantener distancia y margen. Eso es todo."

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