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La casa estaba limpia, Wonwoo era bueno en la limpieza pero malo en la cocina, ese era el área de Mingyu. Así que sobrevivía con comida rápida o instantánea, por lo que su estómago lo había resentido los días anteriores.

Tres semanas habían pasado desde que la noticia del divorcio había sido revelada. El proceso duraría de seis semanas a seis meses, dependiendo de que lograran ponerse de acuerdo en cuanto a los bienes con los que cada uno se quedaría.

No iba a pelearle nada a su aún-esposo, sólo quería estar separado de él lo más pronto posible pues temía arrepentirse de su decisión. Se creía incapaz de volver a amar a otro hombre con la misma intensidad con la que amaba a Mingyu.

Si había tomado esta decisión era porque no deseaba que el moreno se estancara en una relación que no daba para más.

Suspirando retiró la colcha de la cama, con toda la pereza del mundo se levantó. Debía trabajar.  Eran las siete cincuenta, era una suerte que amara su trabajo.

Al salir de la ducha, se dirigió al armario para sacar una camisa blanca, unos jeans azules y bóxers. Se colocó la ropa y su calzado.

Tomó un durazno del frutero y fue hacia la salida. Consultando el reloj de su celular vio que le quedaban quince minutos para llegar al trabajo. 

«Perfecto»

Cuando faltaba una calle para llegar, comenzó a ver a los pequeños niños con sus lindos uniformes y sonrió. Siempre se preguntaba cómo es que hacían ropa tan pequeña y linda.

Aparcó en el estacionamiento para maestros. Bajó su mochila de la parte trasera y se encaminó dentro.

Wonwoo era maestro de preescolar, le encantaba interactuar con los más pequeños y creía que era importante que recibieran buena atención en esta etapa de su vida.

En la plaza cívica estaba su grupo de infantes, debían hacer una fila para poder entrar al aula. Una vez acomodados los pequeños y tomados de la cuerda que Wonwoo traía en su mano para que los niños no se perdieran, los guió hasta el salón. Dejaron sus zapatos en la puerta y fueron a sus respectivos lugares.

—Buenos días, pequeños.

—Buenos días, Maestro Jeon.—contestaron al unísono los niños.

Wonwoo continuó enseñándoles a escribir su nombre y el alfabeto. Todo fue muy tranquilo a decir verdad.

En el recreo, él comió el durazno que había tomado esa mañana y una botella de agua. Casi al finalizar el descanso tuvo que ir al sanitario a devolver el contenido de su estómago. «Ughh, que asco». Tenía tres días sin poder comer. Le era casi imposible ingerir algún alimento y no vaciarlo en el retrete.

La última vez que había vomitado tanto había sido... No. Eso no puede ser, hacia más meses que no había tenido relaciones sexuales. Y debido a los supresores el celo estaba controlado. Tal vez era una infección en el estómago.

Pondría cita con su médico para el día siguiente y asegurarse de que todo estaba bien. Sonrió al pensar en eso.

Terminando su jornada laboral visitó  a su amigo Jihoon.

Jihoon estaba casado con Seungcheol, a quien conoció en la preparatoria, como él y Mingyu lo hicieron. Ellos tenían una niña.

La nena era una pequeña versión de Jihoon —Suponiendo que exista algo más pequeño que el propio Jihoon—, pero con el carácter de Seungcheol. Era una mezcla algo extraña pero tierna a la vez.

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