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Mingyu estaba más que molesto. Su maldito cargador se lo había tragado la tierra, y el imbécil del fotógrafo no le había permitido ir a comprar uno nuevo.

Cuando salió del lugar fue directamente al hotel solo por su bolsa en la que llevaba su documentación y tomó un taxi de regreso al aeropuerto. El fotógrafo resultó ser un completo cabrón. Estaba más que furioso, su... Wonwoo. Su Wonwoo podría estar teniendo a sus hijos ahora y él estaba desperdiciando su jodido tiempo tomándose fotos del otro lado del puto océano. Bajó rápidamente pagándole al hombre, entró al aeropuerto y dio su boleto a la chica que le daba una amable sonrisa, quiso devolvérsela pero le fue imposible. Vio la hora de embarque y faltaban veinticinco minutos.

Para alguien que estaba tan apurado como él, veinticinco minutos se sentían como toda una vida. Escuchar la amable voz de una joven por los parlantes llamando a su vuelo casi le hizo llorar. Caminó hacia la entrada y notó unos flashes que decidió ignorar, mantuvo su cara seria tras sus oscuras gafas. Le tendió su boleto al hombre y caminó por el largo pasillo hasta estar dentro del avión.

Una vez que estuvo en su asiento suspiró, conectó su celular al cargador viendo la pila con una delgada línea roja en la pantalla. Esto tardaría un par de horas en cargar. Era una mezcla de ansiedad, irritación y bastante cansancio.

Cerró los ojos y su celular timbró cuando tuvo suficiente batería como para encenderse. Enseguida le llegaron bastantes mensajes y llamadas perdidas. Desbloqueó el aparato y vio que tenía llamadas de Seungcheol, Jihoon, Minghao y Wonwoo. Se deslizó a los mensajes y abrió los de Wonwoo, conforme los leía más su corazón se aceleraba en su pecho. En ellos su omega le avisaba que había roto su fuente y que estaba de camino al hospital. El segundo le decía que el doctor Boo le dijo que sus bebés estaban en riesgo pues todavía les faltaba poco tiempo para salir.

Mingyu tragó la desesperación y ansiedad que se anudaban en su garganta. El último mensaje era de hace unas horas.

"Tratamos de esperarte, pero cuando tuvo que intervenir el médico ambos niños nacieron muertos. Dijiste que estarías aquí."

Mingyu se quedó helado.

—¡No! —gritó desesperado. Sentía que no podía respirar. —¡No!

Una auxiliar de vuelo fue hasta él tratando de calmarle.

—Señor, tranquilícese. Va a asustar a los demás pasajeros. —lo presionó un poco de los hombros para que se sentase.

—¡No! ¡Me importa una mierda! —Lo único que pasaba por su cabeza era la imagen de su compañero con dos niños sin vida, su mirada vacía que le gritaba «dijiste que estarías aquí».

La imagen le afectó tanto que se tuvo que sentar de nuevo porque el aire de sus pulmones  no era suficiente y la asfixia amenazaba contra su vida.

—¡Señor! —le dijo la auxiliar. —¡Señor, respire!

Mingyu abrió los ojos despertando de esa horrible pesadilla, respiraba erráticamente. Sus pulmones luchando por alcanzar aire, la mujer lo miraba preocupada. 

—¿Se encuentra bien? ¿Necesita un médico? —preguntó.

El moreno trató de tranquilizarse, negó con la cabeza.

—¿Falta mucho para aterrizar? —preguntó.

—Aterrizamos hace unos veinte minutos, señor. —dijo dándole una amable sonrisa.

Mingyu asintió, aún un poco aturdido por lo real que se sintió el sueño. Se puso en pie tomando sus cosas y saliendo hacia el aeropuerto. Dado que solo llevo consigo su bolso salió rápidamente de allí, llamó un taxi para que lo llevase al apartamento que rentó desde su divorcio.

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