XXXIX: El lazo de un Midoriya

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Todoroki gruñó con molestia y pateó la puerta.

—¡NO ESCUCHO PROGRESOS!— gritó Katsuki regresando la patada.

Shoto volvió a gruñir y se fue a sentar al frente de la silla en la que Izuku se encontraba con la barbilla en lo alto, como si le estuviese ofendiendo con su mera presencia.

Soltó otro gruñido y se dejó caer con pesadez. Ninguno hablaba y sus miradas se encontraban de vez en cuando, ambos eran Alfas o representantes de una manada y no estaban dispuestos a ceder ante otro Alfa, sería una ofensa a su título.

Ambos se habían vuelto orgullosos, y habían adquirido la actitud dominante de un protector que no dejaría a su familia perecer y mostrar cooperación con otro líder sin grandes intereses de por medio, era algo muy mal visto.

Al final fue Izuku quien suspiró.

—Creo que estamos haciendo todo mal.

—¿Crees?

—Es evidente que estamos haciendo todo mal— recalcó revoloteando los ojos que cayeron con desinterés en Todoroki, Midoriya apartó la mirada y se acomodó aún más en su asiento sin quitar su figura recta.

Tras eso el ambiente se tornó incluso más incómodo. 

—Esto no tiene ni un sentido— se quejó Todoroki.  El Midoriya en cambio le miró con molestia, pero extrañamente era el que más cooperativo se mostraba, en cierto sentido, en el sentido de que por una vez parecía querer enfrentar las cosas y no huir de ellas.

—¡TODOROKI SHOTO, SIÉNTATE!— gritó, haciendo que el Alfa le mirase con ira mal contenida y que sus pupilas se contrajeran por la molestia —Sólo debemos hablar de cómo le haremos para que funcione esto, lo de las manadas.

—¿Eso es lo que te importa?— preguntó con más molestia, ¿Acaso no recibiría una maldita disculpa por parte de ese Omega?

Izuku bajó la mirada por unos segundos, segundos en los que divagó en su mente sin un rumbo fijo. Luego miró los ojos de Shoto, esos ojos que siempre han sido de colores fríos, aunque en antaño los sentía tan cálidos como las mañanas en las que despertaban uno al lado del otro. De esas en las que se besaban hasta que sus labios se cansaran en aquel departamento que fue su nidito de amor.

Ahora ese par de ojos impares, le parecían tan fríos tanto en color como en lo demás.

—Creo que nuestras manadas están pasando un mal rato por nuestra culpa, estoy seguro de ello— comenzó a decir, colocando uno de sus dedos bajo su barbilla —debemos solucionar eso.

—Oh, y éste es el momento en que me dices si no haces lo que digo te mando al exterior que es lo mismo a mandarte al matadero, ¿No es así? —preguntó con una sonrisa socarrona y amarga, se sentó de manera encorvada, colocando sus codos sobre sus rodillas, ahí le miró a los ojos — perdón Midoriya, pero confiar a los míos en tus manos, en las manos en alguien que ni siquiera puede ser honesto consigo mismo es lo mismo que condenarlos— escupió con molestia, frunciendo el ceño de inmediato.

—Y dime qué sabes tú de proteger, ¿Puede un Alfa que ni siquiera pudo proteger a su Omega en cinta hacerse cargo de dos docenas que tiene a tres preñados?— recriminó, achinando sus ojos y escupiendo ese veneno que en su opinión Todoroki se había buscado. Él no tenía las intenciones de acabar insultando, pero de alguna manera sentía la necesidad de hacerlo al sentirse herido con algo, que era una verdad. 

Los humanos siempre reaccionan de la misma manera, movidos por el interés ó el odio. En éste caso, la segunda opción era la más certera a nuestro amargo contexto.

¡Omega en venta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora