II: Diferente

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      Llegaron al departamento del Alfa, un lugar espacioso y que tenía aquel toque moderno, pues para él ya había sido suficiente de el estilo japonés y la enorme casa de la que se marchó en cuanto pudo. Lamentablemente dejó a su hermana, pero ella de igual manera comprendió que su hermano ya no aguantaba estar en aquel lugar.

      Fuyumi, al igual que sus otros dos hermanos había nacido siendo Beta.

       —No quise cambiarte el nombre, así que serás Izuku Todoroki— dijo quitando la correa al animal que en ningún momento había levantado su cabeza para verle de manera directa.

      Era normal, suponía él, pues lo más seguro es que el Omega se sintiera intimidado principalmente por su mera presencia. Y lo entendía, su madre antes de su ejecución solía apestar a miedo cada vez que su padre se encontraba presente.

      —Te dieron supresores— aseguró al olfatear el aire, no olía a absolutamente nada.

      Él a decir verdad no esperaba una reacción del menor —al tener veinticuatro— es por ello que se sorprendió al escuchar un pequeño sonido digno de un can. Esa no se la esperaba, pero era algo que le alegraba.

      Una sutil sonrisa apareció en su rostro, al ver que por primera vez los ojos del Omega, tímidos se alzaban en su búsqueda, y aunque el tiempo que se mantuvieron de esa manera fue bastante corto para el gusto de cualquiera. Para Todoroki fue suficiente.

      El silencio fue interrumpido por el sonar del celular del Alfa, quien tras un suspiro llevó su mano al aparato listo para atender la llamada.

      —Disculpa— dijo tras contestar y caminar hacia otra parte, con la intención de que el menor explorara el lugar a su antojo y gusto, puesto que estaba seguro no lo haría con él presente.

      El pequeño lobo al asegurarse por medio de su desarrollado oído que el Alfa con olor a brisa de invierno no estaba, miró el lugar con ligera curiosidad. Sus ojos rápidamente dieron con que el lugar era espacioso sin llegar a exagerar, y el miedo le invadió.

      Oh mierda, mierda. 

      Su colita se acomodó entre sus patas mientras que sus patas delanteras se movían en un vaivén desesperado. Quería llorar, y salir de ahí aunque le costara la vida.

       Era un Alfa con poco dinero, y esos eran los de más temer. Un Alfa de dinero siempre por crítica de la sociedad se vería a obligado por la presión de la misma a explotar sus riquezas, principalmente demostrando que tenía las mismas con hogares exageradamente enormes u Omegas que le acompañaran a todas partes y serían sus sirvientes en más de un sentido. 

      Y eso era la cosa, al tener más Omegas uno sufría menos el maltrato. Un Alfa con un hogar así representaba a un Alfa con pocos ingresos, y un solo Omega.

      Era como repartir una manzana a pajaritos, entre más pajaritos a cada uno le toca menos. Si sólo hay uno, tiene la manzana entera.

      Soltó por inercia un bajo chillido, parecido al que genera un cachorro herido bajo la lluvia. Tenía miedo, después de tanto tiempo tenía miedo.

      —Izuku, tengo que salir por algo de última hora. Explora el lugar si así lo deseas— dijo Todoroki, Izuku se movió incómodo en su lugar al oler la ira del mayor, que salió por la puerta con rapidez. 

      Se quedó sin moverse un buen tiempo, hasta que estuvo cien por ciento seguro de que el Alfa no volvería hasta tarde por sus asuntos propios. Su nariz y ojos curiosos recorrieron una vez más el lugar, pequeño para un Alfa, apropiado para un Beta con altos ingresos.

¡Omega en venta!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora