¡Omega en venta!

XXXIV: Casa

Superar y fingir superarlo es diferente, así como el agua y el aceite. 

Eso estaba claro, pero sólo para él. Porque el resto sonreía a su persona por su "mejora", no todos se recuperaban de un estado salvaje tan rápido. La pantera negra y el león eran un ejemplo de ello.

—Buenos días— susurró la Alfa de cabellos rosas, viendo aún al chico durmiente. 

Sus ojos dorados se dirigieron a el rostro del Omega, ella con una sonrisa entristecida se acercó a su figura con cautela. Ella había creado un nuevo bebé que ayudaba al Todoroki con la audición, era mucho más cómodo y no era necesario retirarlo al dormir. Así que tuvo cuidado de no causar ruido.

Con delicadeza se dejó caer en el banco a su lado, donde Todoroki había estado unas horas antes de irse a pedir ciertos utensilios que ella le había solicitado.

Con una de sus manos, tomo la mano del menor y dejó caer su frente contra la cálida piel que de poco tomaba un color sano y natural, contrario al enfermizo con el que llegó hace ya una semana.

Sus ojos automáticamente se dirigieron a su cuello, donde una venda se dejaba mostrar sin pena alguna en realidad. Ella como había dicho había retirado el collar, el problema en realidad radicó en que la piel había cicatrizado alrededor y hasta adherido a los mismos pinchos que magullaron sus músculos que no parecían curar, por lo cual, el Omega se encontraba sedado de nueva cuenta. 

Por un momento sintió algo de pesar, algo parecido a la pena.

Dando un sonoro suspiro acercó la mano llena de cicatrices a su nariz, acto seguido olfateó el dorso de la extremidad.

Al notar el olor a dulce de canela se apartó, pues un tirón y calor cerca de su pelvis se hizo presente de inmediato. Antes no era un problema el olor del menor, puesto que el de su amigo lo opacaba, pero ahora ella era un peligro si el menor no era marcado por Shoto pronto.

Porque era una Alfa de alto calibre, y también tenía límites.

—¿Qué haces aquí?— preguntó Shoto, entrando con una bandeja que mostraba varios aperitivos en su superficie. en su otra mano una bolsa con las tuercas y llaves pedidas.

Hatsume negó con una sonrisa tenue. El Alfa macho se extrañó por el silencio de su contraria.

—Deberías marcarlo— susurró con la misma sonrisa, que no mostraba nada más que la mismísima tristeza. Lo cual lo extrañó.

—Él no quiere de momento, y no lo obligaré— contestó él con pesar. La chica soltó una carcajada que aún si ya no contenía del todo la misma vibra, ahí estaba la misma aún un tanto palpable.

—Cierto, voy a hacerte comer flores hasta que te vuelvas a enamorar de mi— dijo ella, fingiendo una voz más aguda —¿Qué clase de imitación mía es esa?, además, era mariposas, no flores.

El de ojos dispares golpeó su frente de una manera algo cómica, haciendo que ella riese. Era cierto que había dicho algo propio de ella, pero era porque no sabía cómo actuar en el momento. Simplemente se dió.

Por su lado, para ella era hora de dejar de insistir, y rendirse. Aunque lo supo desde que lo vio a la distancia, a decir verdad.

—Neh Shoto— llamó volviendo su vista a el pequeño —¿Lo amas?

Todoroki la miró, no entendía porqué el ánimo de su amiga se mostraba por los suelos desde hace unos días. Pero dando un suspiro la miró a los ojos.

—Daría mi vida por él— contestó, totalmente seguro de sus palabras.

Ella sonrió de una manera bastante... En realidad no supo cómo describir aquella sonrisa, pero asintió con la misma y se dirigió a él. Una vez estando a su lado, la Alfa chocó con suavidad su puño cerrado con el hombro del semialbino.