Parte 10: La entrada a Érebor

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Tras estar en la aldea durante un par de días, conseguir armas, comida y ropa nueva para continuar el viaje a cambio de devolverles el favor, la Compañía del Escudo de Roble se encaminó hacia la Montaña Solitaria.

Montaron primero en una pequeña barca atravesando lo que les quedaba de lago, para luego avanzar por la gran colina empinada. Las nubes los envolvían a veces, creando niebla, y los pájaros que volaban más alto los vigilaban de cerca. Los enanos iban en fila, para que ninguno perdiese la espalda del que iba delante.

Zoba era una distraída, ciertamente. Con cualquier ave se distraía, con cualquier montón de nieve sobre la piedra, cualquier musgo raro. Siempre que levantaba la mirada de nuevo, Thorin estaba parado delante de ella, con los brazos cruzados y una mirada de advertencia. Ella sonreía nerviosa y continuaba la marcha.

Al terminar la colina, entre la montaña se abría un enorme valle con unas ruinas de unas colinas, donde debían encontrar la puerta oculta para poder entrar en la Montaña. Thorin bajó con los enanos despacio, mirando alrededor y con un mapa en sus manos, buscando algo que se asemejase a una puerta.

Zoba vio unas enormes escaleras que trepaban por el cuerpo de una escultura colosal en piedra del abuelo de Thorin, y tiró despacio de su manga mientras él maldecía mirando el mapa.

 - Thorin... ¿son aquellas escaleras tan... tan grandes?

Thorin levantó la mirada hacia las escaleras, dando una pequeña sonrisa y guardando el mapa. Luego revolvió la cabeza de Zoba y reunió a sus enanos.

Tras subir unas enormes escaleras durante cientos de metros de altura, siendo cada escalón casi tan alto como ellos en los que Zoba se pasó lanzando enanos con su gran fuerza escaleras arriba, cruzaron el brazo y la cabeza de la estatua para llegar a un pequeño claro con piedras llanas en la pared.

Llegaron justo a tiempo, cuando el sol se estaba escondiendo. Tenían unos segundos para palpar la piedra buscando una cerradura, pero tal y como decía el mapa de Thorin que la última luz del día de Durin les indicaría el lugar de la llave, Thorin esperaba ansioso.

Ningún rayo de sol parecía iluminar nada y los enanos miraban la piedra buscando algún hueco. El sol se escondió, sumiendo todo en las tinieblas. No quedaba ninguna luz que les indicase nada. 

 - No puede ser... no puede ser... ¿Acaso no es hoy? ¿Hemos llegado tarde? ¿No lo hemos visto?

Thorin se alejó de ellos, pues se sentía afligido. Zoba observó la llave y luego la piedra en la oscuridad. Suspiró pensando en que todo había sido inútil. Sin encontrar la puerta, nadie podía entrar a Érebor.

*

En un lugar alejado de la montaña, sumido en las tinieblas donde el mal anida llamado Dor Duldur, Gandalf había conseguido su objetivo. Encerrado y presa de las locuras del lugar, lleno de ilusiones falsas y miedos ocultos, un enano había estado preso por su locura. Ese enano se llamaba Thrain de Durin, hijo de Thror, padre de Thorin.

 - Vámonos de aquí - le dijo Gandalf.

 - No podremos salir de aquí, no hay escapatoria... - el enano estaba delgado y demacrado, sucio y mayor, y le faltaba un dedo, todo obra de Azog el Profanador.

 - Sí que podremos, vamos, rápido. Te llevaré con Thorin, que seguro que ya han llegado a Érebor.

 - ¿Érebor? - preguntó Thrain - ¡No, no! ¡Mi hijo no puede ir ahí! ¡Nadie debería entrar a ese lugar maldito!

Se movieron entre el laberinto de oscuridad, antes de ser rodeados por orcos y huargos. Azog se rió entre dientes. Gandalf no se lo pensó dos veces, y tiró con el viejo enano haciéndose paso entre orcos usando el gran poder de su bastón, alejando a la oscuridad de ellos.

El Hobbit - "Llegada de las estrellas" (Thorin/Thranduil x Lectora) 1ª ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora