Capítulo II.

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Lunes.

Comí el conejo entre las risas de mi hermana al ver a sus hijos corriendo alrededor de la fogata.

La vida de esta forma era sencilla, relativamente sencilla, mi hermana mayor Magdala se había casado joven, como todas las mujeres de esta estirpe, con veintitrés años, ya había parido a cuatro hijos y esperaban otro, su matrimonio con uno de los Lee había unido a las dos familias convirtiéndola en la Reina, la nobleza gitana era algo bastante peculiar.

Yo continuaba soltera, con diecinueve años era una solterona, y una vergüenza para las mujeres viejas de mi ascendencia, muchos hombres habían ofrecido por mí cientos de cosas, pero ninguno era bueno, y realmente, ninguno de ellos se atrevía a ir conmigo más allá, había heredado los poderes místicos de las mujeres de mi estirpe era por ello que era más temida que amada, jamás más amada qué temida.

Barajé las cartas con el cigarrillo sostenido entre mis labios, las ondas de mi cabello caían por sobre mis hombros y espalda, esparciéndose como tentáculos, el destino que las cartas mostraban me hacían lanzarlas cada vez más rápido.

– ¡Vadoma! – El grito de Magdala me dejó el corazón en la garganta haciendo de mis cartas un puño entre mi mano, me giré a verla – ¿Ya estas con eso? Estoy aquí llamándote hace diez mil años...

– Lo noté por lo arrugada que te haz vuelto.

– Perra, un hombre te busca.

– ¿Quién?

– Dímelo tú – La seguí hasta estar afuera de la tienda, reconocí la boina sobre una nuca rapada – ¿Quién es? ¿Es el que mandó por ti?

– Es un amigo de Johnny Lee – Acaricié su vientre para que se largara – ¡hey!

El hombre giró hasta mí caminando lentamente deteniéndose a un par de pasos miró hacia atrás por sobre su hombro cuando los niños volvieron a acercarse al semental que montaba.

– ¿Cómo le ayudo? – Su boca se abrió pero se silenció con las risas estridentes de mis sobrinos – Dejen al caballo, ahora – Advertí silenciando el lugar para hacerle un gesto con la cabeza al hombre que se adentró conmigo a la tienda – disculpe el desorden, no esperaba visitas.

– Me dejó plantado.

– Hubiera sido así si yo hubiera aceptado encontrarme allí con usted, pero no acepté – Advertí mientras me dejé caer en el lugar donde permanecía anteriormente, tomando la carta arrugada para intentar estirarla – Siéntese.

– Johnny Dogs me dijo que usted pertenece a la realeza ¿Es así? – Se abrió la chaqueta dejando a la vista un chaleco negro con botones dorados, se quitó la boina sentándose frente a mí mientras serví té.

– Es así.

– ¿Quién es usted, entonces?

– Vadoma Dorham ¿Señor?

– Shelby, Soy Thomas Shelby – Me estiró la mano para estrecharla firmemente, tenía la piel áspera – ¿a qué rango de la realeza pertenece?

– ¿Qué es lo que necesita, Thomas?

– ¿No responderá? – Barajé las cartas lanzándolas sobre el paño rojo mientras él me observaba.

– Ni siquiera usted mismo está del todo seguro de qué hace aquí – Leí las figuras volviendo a lanzarlas – MonaganBoy ganó la carrera. Y...

– Basta – Interrumpió observando la tienda – basta... – Guardé silencio, viéndolo estirar su mano a la chaqueta que había dejado a un lado para sacar un saquito que dejó caer sobre mis cartas.

Vadoma [{COMPLETA}]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora