Capitulo I

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Viernes.

Lluvia. Barro. El aire compuesto por el humo de las fábricas. Día. Noche. Blanco. Negro. Birmingham, Inglaterra.

Observé el fuego ascendiendo al cielo nublado con sus lenguas en llamas, chisporroteando, dibujando siluetas alrededor de la fogata.

Bajé la mirada recogiendo el vestido para caminar por la tierra húmeda en la que mis botas se hundían mientras sostenía la pipa metiendo la boquilla entre mi boca.

El campamento era grande y hacían gran barullo desde que nos habíamos unido a la caravana Lee, atrayendo las lluvias, humedeciendo la tierra.

Me deslicé entre el bosque, acariciando los troncos de cortezas ásperas podía escuchar el sonido del río conforme avanzaba.

– Ahí estas muchacha – Alcé la mirada mientras bebía del torrente, Johnny Lee en su caballo, envuelto en un traje de color café con leche frente a mí, me limpié la boca con la manga holgada del vestido.

– Hola – Saludé volviendo a erguirme para verlo atravesar el caudal de agua deteniéndose a mi lado.

– Necesito que vengas conmigo – Eché un vistazo alrededor acomodándome el abrigo que pendía por mis hombros, negué – ¿sabes por qué no tienes esposo?

– Porque ningún hombre es bueno para mí – Sonreí encogiéndome de hombros cuando alzó la mirada al cielo.

– Y porque eres una obstinada, sube.

– No.

– ¿No confías en mí?

– Claro que no, ni en nadie – Me abracé a mi misma para amortiguar el frío del amanecer.

– Vamos, tengo un amigo que necesita de tus brujerías para ganar el derby.

– ¿Qué quieres que haga?

– Lo que sabes – Estiró su mano inclinándose por sobre la montura al tiempo que sacaba uno de los pies del estribo donde metí la bota montando a horcajadas a sus espaldas.

Amanecía, y mi nariz se congelaba.

El centro de la ciudad era horrible, edificios grises, el humo de las industrias, Johnny bajó antes de mí estirando sus manos a agarrarme la cintura y bajarme, las calles vacías parecía que todo el mundo se había escondido.

– ¿Qué sucede aquí? – Pregunté encendiendo un cigarrillo mientras Johnny observaba hacia todas partes.

– ¿Acaso vives bajo una piedra?

– Algo así...

– Los peaky bli... Ahí viene Thomas – Salió al encuentro de un enorme potro negro que caminaba elegantemente con un hombre montado a pelo sobre él, deteniéndose al llegar a nosotros – ella es Vadoma, Tommy – Me presentó estirando su mano hasta mí para señalarme.

– ¿La mujer que lee la suerte?

– Entre otras cosas.

Sus ojos azules se deslizaron hasta mí como si se sorprendiese de que pudiera hablarle, la camisa con rayas verticales azules se cerraba en un cuello blanco con un botón dorado, en un traje de corte inglés de lanilla gris, estiré mi mano para sostener la rienda de cuero negro bajando el hocico del animal hasta mi, sus labios se movieron sobre mi mano olisqueando y lamiendo la saliva que previamente había escupido sobre mi palma.

– Vadoma – Llamó Johnny cuando comencé a pasear alrededor de la bestia pasando mi mano por el pelaje suave, viendo sus patas, acariciando la crin alargada y azabache de su cola, me detuve del otro lado, enredado los dedos entre la cabellera del potro – Vadoma.

– Cállate Johnny – El hombre se removió sobre el animal, ambos incómodos por mi cercanía – Es un buen caballo – Susurré sin observarlo – y claro que ganará – deslicé mi mano al bolsillo del abrigo agarrando una pequeña bolsa de tela roja desde donde el polvo del mismo color cayó en la palma de mi mano.

El tiempo se detuvo mientras mis ojos se cerraron para pronunciar el conjuro, la respiración del caballo se agitó, lo escuchaba acomodar las patas sobre el suelo fangoso, mis ojos se abrieron dejándome ver la nariz de la bestia abierta con la respiración rápida.

Tomé aire soplando sobre el polvo que se metió por sus fosas nasales haciéndolo retroceder. Alcé la mirada al elegante caballero.

– MonaganBoy ganará – Sus ojos se abrieron como espantado, pero su semblante se mantuvo impávido – Llévame a casa, Johnny.

– Me agradaría tenerla en la carrera señorita – Anunció bajando del caballo para dejar las riendas en las manos de Johnny Dogs.

– No creo que ese sea un lugar para mi.

– Me traería suerte – Lo observé meterse las manos en los bolsillos – a MonaganBoy – Johnny me observó expectante  a una respuesta, negué con la cabeza.

– No, gracias.

– Entonces si no ganamos habrá sido por su causa.

– El potro ganará, señor... Johnny – Moví mi cabeza para que me siguiera mientras me alejaba por la calle.

Sábado.

Cargué el agua en el cántaro para verterla en la tinaja desde la cual bebían los caballos, acaricié el cuello firme del animal que succionaba el líquido, observé el campamento y a los niños correr cuando el automóvil comenzó a adentrarse en el lugar.

La curiosidad atrajo a muchos alrededor del vehículo entre ellos a mi padre, el conductor descendió acercándose a hablar con el rey mientras los niños jugaban con las ruedas.

– ¡Vadoma! – La voz de mi padre llamándome desde el otro lado llegó rápidamente ante el silencio que se había formado, caminé pausadamente hasta donde estaba – este hombre viene a buscarte.

– Pues no lo conozco – Respondí viéndolo de pies a cabeza, me estiró una carta y una caja.

– "Úselo, la veo en el hipódromo. Thomas Shelby" – Leí en voz alta mientras mi hermana abría la caja para mostrarme en su interior un vestido rojo.

– Es de los Shelby – Anunció mi padre leyendo la carta – que pretende ese gitano enviando a por ti.

– Ni idea – Respondí encogiéndome de hombros para sacar el vestido de gasa y satín – dígale al señor Shelby que no voy, ya se lo había dicho – volví a meter el vestido para regresarlo al chofer – Dígale que MonaganBoy ganará no me necesita a mí – Tomé uno de los mechones trenzados en hilo rojo de mi cabello desde el cual pendía una moneda y un par de plumas saqué el cuchillo del bolsillo de mi padre y lo corté – déselo a él, la dará tanta suerte como si yo estuviera ahí.

– Ya se lo dijo – Anunció mi padre tomando el cuchillo de mis manos para volver a guardarlo – mi hija no saldrá con un Shelby – le dio un par de golpecitos al capó del automóvil mientras el chofer subía dejando la caja en el asiento de al lado para retroceder y largarse – ¿Qué estuviste haciendo?

– Me pidieron un favor – Respondí caminando hacia mi tienda, me despedí con la mano mientras me metía en el interior, los ojos de mi padre eran como los de un búho atentos siempre, maquinando artimañas.

Vadoma [{COMPLETA}]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora