Capítulo 8

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—No lo creo—le comenté, mirando a mis lados por si hay alguien escuchando conversación ajena—. Cerramos el trato y no se presentó ninguna mujer. Que yo sepa.

Hannah me lanzó una mirada que decía "no te creo nada" por lo que rodé los ojos fastidiada, y seguí con mi deber en el escritorio compartido que tenía con ella. Estaba arreglando papeles y contratos para Conner, y eran muchísimos. Quizás ya iba por la carpeta cincuenta, de cien que había.

Lo hacía rápido y con paciencia, literal. Hannah a mi lado empezó a teclear algo en su computadora, la volteó hacía mí y me fijé en fotos de google que mostraban a Conner y a una mujer irreconocible para mi. Era más plástico que natural, la propia barbie egocéntrica pero en fotografía. Podría hasta jurar que se había operado los labios y pómulos, sí, era bonita pero exagerada. Aparte que se notaba que era rubia, y teñida.

—Es ella, Eli —me dice Hannah, señalando a la mujer en la pantalla—. Se rumoreó unos meses atrás que salían juntos.

Una opresión fuerte apareció en mi pecho, llenándome de celos completamente. No quise imaginarme lo peor, pero no pude evitarlo. Imaginar que esa tipa había estado saliendo con Conner, o que habían tenido sexo me ponía muy molesta. Bueno, molesta no, celosa.

Hice una mueca de desagrado total. Cerré los ojos y respiré tranquilamente, para después seguir acomodando los papeles y aquello.

—No es mi problema—zanjé con un tono de fastidio, pero a Hannah no le importó.

—Y viene hoy. —sisea a lo bajo, pareciendo querer meter cizaña.

Quise reírme, pero el sonido exagerado de unos tacones pegando contra el suelo me quitaron las ganas. Una de las zorras que me había atendido el primer día de aquí, le decía a gritos a la mujer que se detuviera, pero ella sin hacer caso seguía.

La quemé con los ojos y demás.

Mi corazón latía fuerte y la sangre me hervía.

—¡Señorita, no puede pasar! —sigue gritando—. ¡El señor Hilerson está...!

Se quedó corta, porque Miss engreída ya había entrado a la oficina de Conner sin permiso. De mala gana, lancé los papeles que tenía en mis manos a la mesa. Hannah se sobresaltó ante el repentino sonido de las hojas juntas, y me miró cómo si estuviera loca.

Me acomodé en mi silla giratoria, mirando fijamente la puerta por donde había entrado Miss engreída, esperando mi momento para hacer de las mías.

—Tienes cara de querer matar a alguien—vocifera y la miro de reojo—,  y te lo dije. Ay, por dios, no entiendo cómo alguien tan guapo pudo haber salido con una mujer a la cuál le falta oxígeno en el cerebro.

Reí forzadamente, poniendo mi atención en Hannah, con una carita de "yo no fui".

—Le llevaré café a Hilerson—digo, parándome de la silla—. ¿Vienes conmigo?

Ella asintió, y me siguió detrás parloteando de Miss engreída. Yo la ignoraba totalmente, y me concentraba en hacer el perfecto café que tanto le gustaba a Conner.

Enchufé la cafetera, esperé a que hiciera de las suyas, y en cuanto escuché el click saqué el vaso y lo llené de café recién hecho. Con sólo de oler mi café, me daban ganas de darle un sorbo. Así que saqué otro vaso, y vertí café para mí.

—Listo, ahora...

—Sí, ve, se ve que quieres marcar territorio por tu hombre.

Puse los ojos en blanco. Me hice la loca de que no entendía nada de lo que dijo, aunque ella sabía lo que yo no le había contado, y salí camino a la oficina de él. Lo mismo que hizo engreída, lo hice yo. Abri la puerta sin permiso, y lo que me encontré me dejó mucho a la imaginación.

Secretaria del sexo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora