CAPÍTULO NUEVE. TODO LO VALE

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Por lo general, mi primer pensamiento al abrir los ojos usualmente es «gracias, Dios». Sin embargo, mi primer pensamiento hoy fue Cole.

Y no precisamente por sentir algún sentimiento positivo hacia él.

Me senté sobre el colchón de mi recámara y me tomé el tiempo necesario para levantarme. Sentí que las entrañas se salían de mi en cuanto me levanté y me reprimí para no soltar un jadeo. Me aproximé hasta el pasillo de mi pequeña casa, me adentré al baño y observé mi reflejo. El vestido que usé la noche anterior estaba sucio y arrugado, mi maquillaje todo corrido y mi cabello alborotado.

Comencé a desnudarme lentamente, tomándome el tiempo necesario para poder soportar las punzadas de dolor que me invadían con cada movimiento. Me metí a la ducha, sintiendo las heladas gotas de agua golpearme, limpiarme.

Sin poder evitarlo, comencé a soltar lágrimas. No me movía, no sollozaba, únicamente sentía las lágrimas salir de mis ojos y perderse con las gotas de la lluvia artificial.

Haber estado con Cole fue, es y será el momento más humillante de mi vida. La forma en que me trató, la forma en que me miró... me hizo sentir tan inferior, como un objeto sin valor, como una muñeca de trapo.

Cerré los ojos recordando y me deslicé por la pared hasta quedar sentada en un rincón de la ducha.

Recordé sus ojos, esos ojos tan burlones mirándome con tanta malicia, sus manos tocarme sin delicadeza y cuando por fin creí que sería un poco más civilizado, menos rudo...

Me terminó de romper.

Recuerdo

Cole me tomó de las mejillas, yo creí que no soportaría un segundo más el dolor que estaba produciéndome cuando me miró directamente a los ojos y se detuvo.
Acaricio mis mejillas, rozándolas tímidamente con el dedo anular, recorrió tomó mi rostro con la mirada y se topó finalmente con mis ojos.

Nos miramos por una fracción de segundos y cuando se acercó a mi, creí que me besaría y comencé a cerrar los ojos, esperándolo...

Y su risa burlona hizo que los abriera y me sobresaltara.

Su risa continuaba, una risa real y sonora. Yo lo miré confundida y se acercó a mi oído, susurrando me dijo:

—¿De verdad creíste que te iba a besar?—Soltó una risa cínica y se separó un poco de mi, mirándome a los ojos musitó con asco en sus palabras—Yo no beso a las prostitutas en la boca.

Fin del recuerdo.

Me levante lentamente y salí de la ducha, sintiéndome sofocada, me encamine al buró donde mi padre guarda las toallas y comencé a secar mi cuerpo. Mi intimidad punzaba y me percaté que tenía sangre en las piernas. Suspiré y me mordí el labio en un intento absurdo por no llorar, sin embargo fue en vano, ya que las lágrimas no tardaron en salir.

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Llegué al hospital después de las tres de la tarde. Le llevé un poco de puré a mi padre para que comiera y el dinero de la operación.

Mi padre me miró con los ojos tristes, llenos de intriga y yo aparté la mirada.

—Logré convencer a mi jefa—Dije sin más, mirando a las enfermeras.

Mi padre tomó mis manos y lo miré.
Él simplemente asintió, sin embargo sabía que no creía aquella mentira.

Comencé a caminar por los pasillos del hospital hasta que trasladaron a mi madre a otro hospital, en todo momento sostuve su mano.

Cuando llegamos a la ciudad, rápidamente la pasaron a piso, en donde dormiría pues, mañana a las seis a.m la operarían.

Yo dormí en una silla de la sala de espera junto a mi padre, conversamos unos minutos y después él durmió. Sin embargo no fui capaz de cerrar los ojos hasta después de las tres de la mañana.

Mi padre fue quien me despertó para avisarme que mi madre ya estaba en quirófano.

—¿desde hace cuánto?—Le Pregunté, aún somnolienta.

—Desde hace a penas una hora. No te preocupes, es una operación larga.

Asentí. Me acomodé en la silla y mi padre me sujetó de las manos.

—Todo saldrá bien—me dijo.

Pero no le creí del todo.

Después de varias horas por fin el cirujano que operó a mi mamá salió. Se quito el cubre bocas y mi padre se acercó a mi y me tomó de las manos.
En cuanto nos sonrió, pude soltar el aire que había contenido.

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Al ver los ojos de mi madre quise llorar de felicidad, me acerqué rápidamente a ella, mi madre sonrió mostrando sus cuantas arrugas y mis lágrimas salieron.

—No llores, hermosa. No, por favor—dice con voz débil, toma mis manos y las besa con cariño, yo asiento tratando de contener el llanto.

—Estas bien. Estas aquí—murmuré con voz quebrada.

Ella sonrió.

—Me tendrás por aquí por un laaaaaaaaargo rato—dice, alargando la a. Yo rió.

—Por mi encantada—digo con sinceridad, le doy un pequeño abrazo, tratando de no lastimarla, tomó su mano por última vez antes de salir de la habitación y le echo un vistazo.

Si...
por ella,
Por su sonrisa,
Si a todo.

Todo lo vale.

PIEL MORENA. ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora