CAPITULO DIEZ. LLENO DE NECESIDAD.

2.2K 174 30
                                    

Volver al trabajo fue un reto para mi.
Sin embargo, era necesario. Así que tomé toda mi fuerza de voluntad y me levanté, ordené mis cosas, besé a mis padres en la frente y partí rumbo a la mansión de los Erne.
Caminé lento hasta la puerta de empleados y entré a la fría cocina. No había nadie. Caminé hasta la recámara donde me encontré a mi pequeña y rubia amiga sentada en la cama, en cuanto me vio una enorme sonrisa tomó espacio en su cara.

—¡Gretel!—chilló mientras me abrazaba, una sonrisa pequeña invadió mis labios.

—Mika—murmuré, sintiéndome a salvo.

—¡te eche taaaaanto de menos! ¿Cómo está tu madre? —preguntó, con una mueca de angustia.

Sonreí auténticamente y ella rió.

—Viva y sana—me limité. Mikaela rio y volvió a sentarse en la cama.

—¡Me alegro tanto, Gret!—Dijo, poniéndose unos zapatos planos. Yo asentí con la cabeza y me decidí a tentar el terreno.

—...¿y cómo han estado las cosas por aquí?— murmuré casualmente, sacando mi uniforme del pequeño armario.

—Extrañas—respondió atándose el cabello, volteó a verme—El señor Sprouse ha estado tan...—meditó— exigente. Ha sido muy malo conmigo, bueno, no debo de tomarlo tan personal. Incluso ayer le levantó la voz a su futura esposa ¿Qué me puede esperar a mi, simple criada?—Me comenta riendo, sin embargo la risa no es verdadera.

—Nadie tiene derecho de tratarte mal, Mika. Mucho menos ese desgracio—murmuré con desprecio, poniéndome el uniforme.

Mikaela suspiró. Observé sus ojos, que estaban fijos en la nada. Ausentes...

—No importa, Gret. Él siempre ha sido así. Y al final de cuentas, es lo que soy ¿o no? Una simple criada.

Su voz fue monótona y llena de resignación que me partió el alma, sin embargo Mikaela me miró y una sonrisa perfecta se formó en su rostro.

»Mejor me voy al trabajo, luego se ponen histéricos. Te espero abajo, Gretel.

Y salió de la habitación.

}}}}}}}}}}}}}}}}}}{{{{{{{{{{{{{{{{{{{

El día transcurrió normal. No me topé —afortunadamente— con Cole en ningún momento. Lo evité tanto como pude. Ahora, me encuentro en la cocina, preparando la cena para los Erne con demasiado ánimo de irme a dormir y sorber vivir otro día.

Mikaela bostezo y se talló el ojo derecho, la miré mientras batía unos huevos.

—¿Estas cansada?—le pregunté, ella asintió—deberías ir a descansar... yo me encargó.

Ella negó y volvió a bostezar.

—Ve a descansar. —Repetí.

—¿De verdad?—asentí— gracias, Gretel. Deveras que si tengo sueño. Mañana yo tomó todo lo de la cena.

Me besó la mejilla y se retiró. Termine de preparar la cena, acomode las cosas y me arme de valor. Puse mi mejor cara de piedra y salí al comedor.

Ahí se encontraba toda la familia reunida. El señor y la señora Erne, Rania y por supuesto Cole.

Me acerqué a dejar los platos con cuidado, tratando de hacerlo lo más rápido posible e ignorando las miradas.

—Con su permiso. — dije mientras ponía el plato de Cole, sintiendo su mirada penetrate en mi.

—¿Y cuándo llega Alexaindre?—Preguntó Rania.

—Mañana en la mañana. Por cierto, Gretel, mañana a primera hora debe de estar la recámara de huéspedes impecable.

—Como mande, señora. —Dejé su plato y suspiré— con su permiso.

Me di media vuelta y me dispose a marcharme cuando aquella voz que tanto me martirizaba, me llamó.

—¿Sirvienta? —me detuve, rodé los ojos y me volteé.

—¿Si, señor?—musité con mi voz más neutra.

—¿Cómo está su madre?—Su pregunta me tensó. ¿Acaso era una clase de burla, recordatorio de lo qué pasó o algo por el estilo? Su sonrisa ladina corroboraba que había causado el impacto deseado.

—En proceso de recuperación, señor—solté, con voz ronca y mis manos temblorosas.

—Gracias al cielo. Puedes irte—Dijo secamente, sin una pizca de Alegría.

Las lágrimas invadieron mis ojos, así que rápidamente me retiré. Me oculté en la cocina y limpié todo rastro de las lágrimas que ya habían bajado por mis mejillas.

Espere hasta que hubo silencio absoluto y salí a recoger el comedor, tomé todos los trastes y los acomodé para disponerme a lavarlos, até mis cabellos y comencé mi labor.

Enjuagué un hermoso plato de porcelana fina y me sobresalte al sentir unas manos en mis caderas. Solté el plato provocando un estruendo cuando este se rompió.

Estuve apunto de soltar un grito cuando una enorme mano cubrió mis labios y yo sentí que mi corazón se salía de mi pecho.

—Soy yo—murmuró en mi oído esa ronca voz que tanto me disgusta. ¿Cree que eso me va a tranquilizar? Pues que equivocado está. Seguí forcejeando con él.

Le mordí la mano haciendo que la quitara y ahogara un grito, aproveche para irme pero él me sujeto del brazo y me atrajo hacia su cuerpo.

Tomó mi mentón tan rápidamente que ni siquiera tuve tiempo suficiente para darme cuenta de que me beso.

Era un beso apasionado.
Un beso lleno de necesidad.
Cole Sprouse Dalí, me besó.

PIEL MORENA. ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora