CAPÍTULO ONCE. OJOS CURIOSOS

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Al sentir la presión de sus labios, me alejé. Mi corazón latía rápidamente, mis piernas estaban temblando y mi mente no podía reaccionar.

¡¿Por qué diablos me besó?!

Los ojos de Cole miraban los míos, penetrantes e intimidantes. Sin embargo, no expresaban nada. Me obligué a apartar la vista, rogando al cielo que no notará que mis labios también temblaban.
Él se mantuvo en silencio y yo no tenía nada que decir.
Me sostuve de una pequeña mesa y di un largo suspiro.

¿Qué carajos, Gretel?
Vete.

Obligué a mis piernas a avanzar y huí a mi habitación.

Un enorme nudo se formó en mi pecho, ni siquiera noté que las lágrimas habían salido de mis ojos. Me sentía tan impotente, tan nerviosa y tan confundida. Cerré con cuidado la puerta de mi habitación, procurando no despertar a Mikaela, pues ¿qué le diría de mi llanto? Verás, me acosté con el señor Sprouse por dinero, pero no soy una prostituta. Él me trató como tal y ahora me besó. ¿Qué me recomiendas? Negué con la cabeza, sintiendo el nudo sofocándome.

Me deshice de mi uniforme rápidamente, me puse mi pijama y me metí en la cama.

Durante toda la noche no pude dormir.
Mi mente viajaba a todos los lugares, me hacía una y mil veces la misma pregunta y cada vez, el temor aumentaba.

Al final, amaneció. Me alisté para trabajar sin ninguna prisa. No tenía interés alguno en ver a Cole. Peiné mi cabello en una coleta alta, lavé mi rostro y salí a preparar la recámara de huéspedes tal y como mis jefes me habían ordenado la noche anterior.

Nunca había escuchado de aquel Aleixandre. Sin embargo, no me interesaba en absoluto.

Comencé a cambiar las sábanas de la habitación, tarareando una canción que escuché en la radio. Cantar siempre fue uno de mis hobbies favoritos, pero nunca fui buena. Terminé de alistar la cama y continué sacudiendo el polvo hasta que se dieron las ocho de la mañana y me apresuré a la cocina, pues aún no preparaba el desayuno.

Al entrar, el suave aroma de huevos revueltos golpeó mi cara. Suspiré, mi estomago rugió exigiendo comida e intente ignorarlo. Vi a Mika cocinando, moviendo la sartén como toda una experta y no pude evitar sonreír.

—¿Me ayudas?—me pregunto sonriendo. Asentí.

—¿Qué hago?—le conteste.

Ella tomó un empaque de tocino y me la tendió—Envuelve estos espárragos, por favor.

Asentí y comencé mi tarea. Después me dispuse a freírlos mientras Mika hacia él jugó de naranja. Tomé un plátano y comencé a devorarlo, sintiendo mi apetito despertarse.

—El desayuno esta listo—Musitó Mika satisfecha de su trabajo—Pondré la mesa.

La acompañé, comenzamos a arreglar la mesa poniendo los cubiertos más hermosos que mis ojos hayan visto jamás, me escuche preguntando:

—¿Qué tiene de importante ese tal Aleixandre, o por qué los señores se esfuerzan tanto en recibirlo?—Me sorprendí haberlo preguntado, realmente, lo había pensado.

Mikaela se encogió de hombros y me miró por un instante.

—Es su sobrino favorito, Gretel. Es quien tomará la mayoría de la herencia del abuelo de Rania, pues su padre murió cuando él era apenas un niño—pausó y me miró por un momento, tratando de recordar algo—. Así que el abuelo, lo crió como si fuera su hijo y lo ama como tal.

Asentí lentamente, sin saber exactamente qué decir. Terminamos de alistar la mesa y esperamos a que la familia despertara, comenzamos a desayunar y cuando terminamos, se escuchó la puerta principal cerrarse. Mika y yo nos levantamos rápidamente y nos dispusimos a lavar nuestros trastes sucios.

—¡Mikaela, Gretel!—Se escuchó el grito de la señora de Erne y salimos a su encuentro.

Nos encaminamos al salón principal y ahí se encontraban cuatro personas de espaldas y varias maletas.

—Dígame, señora—Musitó Mika, mirando al suelo sumisamente, aparte mi vista de ella y observé a la familia.

Rania llevaba un hermoso abrigo rojo que resaltaban su piel pálida. Observé sus labios rojos, intensos y su nariz levemente puntiaguda y me pregunté ¿cómo es que alguien puede engañar a alguien como ella? Después pase al rostro de Cole, estaba sereno y me observaba. Mis ojos pasaron rápidamente a los señores Erne.

—Sírvenos por favor el desayuno, Mikaela—Ordenó la señora de Erne y Mika asintió. La puerta rechinó y todos volteamos.

Un joven entró al salón y nos miró con una animada sonrisa.

—Listo, ya le avise a mi abuelo que estoy aquí.— Musitó alegremente en un perfecto inglés que apenas pude comprender.

Se acercó hacia los señores y se posó al lado de ellos y comenzó a platicar sobre algún tema poco relevante para nosotras.
Pero entonces, él se percató de nosotras y la señora de Erne nos mando a servir el desayuno.

Caminé al lado de Mikaela y nos dispusimos a servirles el desayuno, ellos se sentaron y comenzaron a charlar un poco mientras llevábamos los platos llenos de comida.

Mi mirada curiosa no pudo evitar posarse en el apuesto joven que acababa de llegar a la casa. Lo observé un poco mientras servía el jugo de naranja en los vasos: su cabello rubio obscuro caía en rizos perfectamente definidos, su piel, al igual que la de Rania era un tanto pálida, sus ojos eran cafés y las cejas —igualmente rubias obscuras— pobladas le daban un marco armónico y atractivo a su rostro.
El señorito Erne volteó y se encontró con mi mirada curiosa, mi corazón se aceleró y él a cambio me regaló una sonrisa.

Terminé de servir y me retiré, sintiendo mis mejillas un poco sonrojadas.

No me percaté de que alguien más observó la escena.

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Hola mis amoressssss
Les dejo un capítulo más antes de que termine este mes de mayo. Estoy muy feliz porque llovioooooo jajaja.
Déjenme saber todo lo que piensan al respecto de esta novela en los comentarios ❤️

PIEL MORENA. ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora