CAPITULO 4. DOS VOCALES Y DOS CONSONANTES

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¿Cómo no me iba a esperar que la próxima semana sería la peor en el trabajo?

Para ser sincera, casi había olvidado el incidente de la farmacia.

Casi.

Pero mi descanso no duró más que veinticuatro horas y cuando estas llegaron a su fin, tuve que volver a la mansión Erne donde me esperaba la ira de Cole Sprouse Dalí para recordarme que él no olvidaba tan fácilmente.

Ok, aceptaba que quizás me humillaría una, dos e incluso tres veces el mismo día. Estaba molesto y le había golpeado el ego de niño rico que poseía.  Era lo justo —obviamente no lo era, pero yo me tenía que resignar— que yo pagara las "consecuencias" de mis actos.

Así que no protesté.

Al siguiente día, me levanté con ánimos de trabajar y seguir. Olvidándome de Cole hasta que las humillaciones volvieron, así pasaron los días y me di cuenta que cada vez su trato iba empeorando hacia mi. Parecía que él en vez de olvidar, se alimentaba del recuerdo de aquel día.

Las humillaciones fueron desde llenarme de limonada hasta hacerme quedar en ridículo  con la señora Erne. Me hizo ganar castigos que ni siquiera merecía e hizo que me descontaran cinco días de salario.

Debo de admitir que algunas veces, me descubrí llorando a causa de la rabia ante las injusticias.

Y heme aquí, limpiando el piso con un trapo tal como sirvienta de cuento de hadas, a diferencia que aquí no hay príncipes ni llegará una hada madrina a darme un vestido lleno de diamantes.
Aquí lo único que había era whisky derramado y vidrios por todos lados.

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Había medicinas regadas por todos lados, mi padre gritaba desesperado mi nombre y yo estaba temblando. Era mi casa, y estaba hecha un desastre. Comencé a abrirme paso hacia algún pasillo que me condujo a una habitación que reconocí como la habitación de mis padres. Mi padre continuaba lanzando gritos y jadeos y todo era borroso. Comencé a caminar, topándome con un olor nauseabundo hasta llegar a un especie de ataúd mal hecho, me acerqué lo suficiente para ver quien yacía ahí adentro.

Salte de la sorpresa y comencé a gritar del horror; era el cuerpo de mi madre en descomposición, con una ramo de flores marchitas.

Comencé a gritar tan fuerte que creí que mi garganta sangraría.

Sentí un par de brazos jalarme, y oí voces lejanas.
Alguien me sacudió y ahí salí de mi sueño, sudando y jadeando.

Enfoque mi vista en la figura delgada y pequeña de mi compañera, Mikaela.

—¿Gretel? ¿Gretel?—Me llamaba, sin embargo seguía consternada por el sueño.

—Mika, Mila... Dios... ¿Qué-qué pasó?—Dije, aclarándome la garganta. Mi voz se escuchó torpe y ronca.

—No lo sé, Gretel. Llamaron de tu casa—mi corazón comenzó a latir rápidamente, el sueño, mi madre...— Necesitas ir con ellos, urgentemente. Llamo tu papá. Joe está esperándote abajo para llevarte a la estación de autobuses.

Mi corazón latió fuertemente. Sentí la boca seca y las lágrimas picarme los ojos.

Joder, mi madre, mi madre... No podía pensar con claridad, comencé a vestirme con lo primero que encontré, tomé un pequeño puño de dinero y lo eché en mi morral. Até mi cabello y salí de la habitación corriendo.

PIEL MORENA. ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora