CAPÍTULO QUINCE. DOLOR VERDADERO

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Era un prado.
Un enorme prado lleno de flores de distintos colores.
Escuché a la abejas, e incluso puedo jurar que vi a algunas mariposas.

Mis pies tocaron el pasto, se sentía fresco y suave. Continué recorriendo el enorme prado sintiendo paz en mi interior. Sin saber cómo, tropecé. Entonces me vi:

Era yo, con tan solo 9 años de edad. Estaba en el suelo, llorando, mi pierna sangraba, mi bicicleta estaba tirada y mi madre estaba de cuclillas frente a mi.

—Cariño, tranquila, fue tan solo un pequeño raspón—me murmuró, dulcemente en el oído.

Yo solté un sollozo.

—¡Pero hay mucha sangre, mamá! Y me duele...—jadeé.

Ella me tomo en sus brazos y yo hundí mi cara en el hueco de su cuello, abrazándola fuertemente.

—Te prometo que la próxima vez que te caigas, estaré ahí,  lista para levantarte y ayudarte a seguir adelante— prometió, mirándome a los ojos.

Y sintiéndome segura en los brazos de mi madre, me levante para intentar montar mi bici de nuevo.

Un estruendo me despertó.
Sentí mi corazón latir rápidamente, entonces vi a la sombra frente a mi.

Pequeña, indefensa y llorosa.

Mikaela me tomó entre sus brazos, y yo un tanto atónita me quede quita, hasta que su voz ronca y quebradiza habló:

—Tu madre acaba de fallecer, Gretel. —Me susurró, las palabras entraron por mis oídos sin embargo no las comprendí del todo.

Me quede inmóvil, veía que Mikaela abría la boca y pronunciaba cosas que me eran incomprensibles.

—Lo lamentó tanto...

Su voz se escuchaba lejana y entonces la realidad me golpeó.

—Murió hace dos horas.

El corazón se me aceleró, las manos me comenzaron a temblar al igual que los ojos.

—¿Gretel?—Pero yo me separé bruscamente de sus brazos y la empuje, me salí de la cama y como pude me paré cerca de la ventana.

Me costaba trabajo respirar, sentía que el aire no entraba a mis pulmones y que alguien me había arrancado el corazón del pecho.

Y entonces comencé a llorar, las lágrimas salían sin parar impidiéndome ver y los sollozos eran incontrolables.

Mi madre acababa de morir. Su enfermedad le había ganado. Pensé en su cabello, en las canas que lo adornaban y en todas las noches que me había tranquilizado abrazarla y oler ese cabello cuando era pequeña. Pensé en esas manos llenas de cicatrices por el trabajo, que tantas veces me habían acariciado el rostro y limpiado mis lágrimas.
Pero ahora ya no estaba, ya no había nadie que limpiara mis lágrimas ni que me sostuviera cada vez que me tropezara.

Un grito ahogado salió de mi garganta y me aproximé al ropero, saqué como pude lo primero que encontré y con las manos fallándome me vestí, Mikaela me observaba y me preguntaba el cómo me podía ayudar... si supiese que ya nadie ni nada me podía ayudar.

Sujete mi cabello en un rodete, tomé mis pocos ahorros y limpie mis ojos. Me senté un momento a respirar. Debía aclarar mi mente, ubicarme y luego marcharme al lado de mi madre.

—¿Qué, qué hora es, Mikaela?—Le pregunté, con la voz en un hilo y ella rápidamente me contesto.

—Las cuatro treinta, Gretel.

Asentí.

—Los autobuses salen a las 5 en punto, Gretel, te puedo acompañar si lo deseas.

Asentí.

El chofer y Mikaela me trajeron a la estación, Mikaela compro mi pasaje y me abrazo fuertemente, al igual que el chofer Roberto.

Al subir al autobús, mi mente estaba en otro lugar, me senté en el último asiento y miré a la ventana.

Mi estómago rugió, pero no le tome importancia. Las lágrimas salieron una vez más de mis ojos y esta vez no me moleste en quitarlas.

Mi madre acababa de morir, mi compañera de vida y mi más grande tesoro.
Tome con fuerza el pequeño bolso en el que traía mi poco dinero y me sentí tan frustrada, mi maldita pobreza había matado a mi madre, la falta de oportunidades, la falta de empleos...

El nudo en mi garganta era gigante, el dolor nunca antes se había sentido tan real y mi vida nunca había estado tan desolada.

Llegué a mi hogar, abracé fuertemente a mi padre y él me besó la frente demostrándome que estaba ahí, pero yo  corrí a ver el cuerpo frío de mi madre, al cual nunca le pude recordar por última vez cuánto la amaba.

—Perdón—le murmuré, tomándole de la mano.— Te fallé, me vendí y me traicioné a mi misma, y ni siquiera eso bastó—solloce— fue muy tarde, pero por ti haría todo, mamá—le bese la mano fría y las lágrimas volvieron a salir—¿Lo sabes, no? Perdón, te falle tanto mamita de mis ojos, te fallé tanto, que yo soy la que merezco estar ahí y no tú, mi bello ángel siempre, siempre te amaré—sentí que la garganta me quemaba, mi pecho ardía— te prometo madre mía que no te fallare, y seré la persona que algún día te dije que sería—solloce, tome más fuerte su mano— iré a la universidad y seré una mujer de hogar, te prometo que cuidaré de mi papá, de ese hombre que tanto amaste y-y nunca le volverá a faltar nada. Te lo prometo, mamá, te lo juro por el mismísimo Dios, que nunca nadie se volverá a morir por pobreza en este hogar—musité, sacando tanto dolor en las palabras y sintiendo que el mundo cada vez se iba cayendo encima de mi.

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Un cap un tanto triste :( ay Gretel, sufriendo muchísimo de los golpes de la vida:( cuéntenme que piensan? Yo casi me echo a llorar en este capitulo:(

BY THE WAY, TENEMOS NUEVA PORTADAAAA ❤️❤️

PIEL MORENA. ®️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora