57. Lloré.

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Y lloré. Lloré de rabia e impotencia, lloré por sentirme desconectada de la realidad, perdida en mi mundo de emociones y pensamientos. Lloré. Lloré por ser tan diferente a los demás adolescentes, aquellos que disfrutan y se sienten bien con ellos mismos. Lloré.
Lloré por sentir que no encajo, que cierran las rondas y no puedo integrarme, lloré por sentirme insuficiente, lloré por sentir que soy una carga para mis papás y para mi propia amiga. La chica no sabe que me aferro a ella por mi soledad, no sabe que estoy sufriendo y quiero llorar y gritar en un salón lleno de gente y a nadie le importa.
Lloré al verme obligada a hacer un trabajo práctico con gente que no quiero, lloré, lloré sintiendo rabia de mí misma, porque lo que a los demás les parece algo estúpido (como lo es socializar), para mí es un infierno.
Estoy llorando por esto, no quiero ser una carga para ella, para mi única amiga cercana, no quiero que piense que debe cargar conmigo, quiero que pueda elegir libremente con quiénes hacer los trabajos grupales.
Lloré por tanta bronca, y sigo llorando, porque yo no quiero hacer esto, no quiero llegar a mis picos de ansiedad extremos, no quiero sentirme así, no quiero esto.
Y si les digo a mis padres, ¿qué cambia? Nada. Ellos me dirán que tuvieron la razón al querer cambiarme de colegio, aún cuando saben que eso sólo arruinaría más las cosas.

Diario de una chica Asperger. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora