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Alicia.

Actualmente en el año 2040 hay más de veinte fábricas ubicadas en el continente de Veron y cada día la situación está empeorando rápidamente a causa del amplio territorio que este ocupa. Esta circunstancia afecta en gran medida a las personas que aquí habitan por el tipo de sustancias que son expulsadas de las fábricas ubicadas a poca distancia de las viviendas y zonas locales. A mi parecer es como si nos estuvieran atacando de todas formas posibles, ¿quien?, quizás el gobierno..., este es el que financia las fábricas y acaba por empeorar lo que sucede en el corazón de Veron.

Mi hogar, en las residencias Grhimpton, cerca de el centro de Carkaz, ciudad en Verón, está relativamente ubicado cerca de una de las fábricas que ha puesto el gobierno el último mes, mas esto sólo ocasiona que nuestras acciones y actividades diarias durante el día a día se vean afectadas por las sustancias tóxicas, y por lo tanto mi situación empeora por las restricciones que han decretado mis padres y el defensor de Grhimpton para mantener su círculo de residencia firme.
Desde ese momento siempre hay protestas al salir, hacer e incluso ir a tomar aire fresco, aunque es irónico ya que el aire está contaminándose en masa cada vez más, incluyendo el interior de mi hogar.

Es una de las horas del domingo en las que quiero liberarme paseándome por la ciudad y salir con mi mejor amigo a comprar cosas que nos gusten e interesen a ambos. Tengo la invitación y la puerta más que abierta, pero mis padres están discutiendo conmigo a unos pasos de la entrada por esto mismo y por la decisión apresurada en negativa que impusieron un minuto antes de que pusiera un pie en el exterior, contradiciéndose a sí mismos. Antes eran más relajados con este tipo de temas.

—Hermosa, tú madre tiene razón. Deberías quedarte en casa esta tarde y ayudar a May con sus deberes para la escuela.—Dice mi padre ante el comentario que había hecho anteriormente mi madre, hoy es domingo y mañana se reanudan las clases.

—Pero papá, May puede hacer las cosas sola, es muy capaz.—Respondo asintiendo de una manera exagerada acompañando mis palabras para obtener otro tipo de respuesta.—Aparte, no he salido de casa hace dos semanas por estas bobadas de las fábricas. Nadie necesita de mí un domingo a medio día.

—Alicia, sabes que no me gusta que me lleven la contraria y menos con una razón más que coherente. Aparte, los gases son demasiado tóxicos afuera.—Replica a mi comentario subiendo el tono de su voz, impregnando sus palabras de autoridad para aclarar los cargos que nos tienen en diferencia.

—Mamá, en este momento estamos en contacto con ellos.—Agrego a su vez, apoyando mis intenciones.

—No, Alicia. Te quedarás en casa y punto, no hablaremos más de ello.

Mi madre cierra la puerta, declarando por terminada la discusión y dirigiéndose a la cocina segundos después para continuar con la cena, de la que se desprende un fuerte aroma a condimento y alimentos cocidos hasta donde nos encontramos. Mi padre, a su propio modo de consuelo, posa su mano sobre mi espalda cerca de mis hombros con suavidad para conducirme hacia las escaleras donde se ubican las habitaciones en la segunda planta, y simplemente me dejo hacer, puesto que me va mejor mordiéndome la lengua que respondiendo a cada cosa que me ordenan.

Mi padre da leves caricias a mi espalda y retira su mano antes de realizar una seña escaleras arriba, dándome más que algo obvio para rodar los ojos con fastidio y subir a la falta de palabras de las que se apoya constantemente cuando mi madre discute o decide sobre alguna cosa sin suponer o darle importancia a nuestra opinión.

—Está bien, Alicia. Sabes más que nadie que no lo hacemos por fastidiarte. Yo te dejaría por que en realidad Leo me desagrada.—Contesta refiriéndose a mi amigo.—pero no me gusta la idea que estés fuera. —Dice con suavidad, seguramente para evitar mi enojo lo más posible.

—Déjame ir, igualmente estamos respirando esta porquería.—Abro exageradamente las manos refiriéndome al oxígeno que constantemente nos rodea.

Sin esperar respuesta de él después de dedicarme casi un minuto a verlo esperanzada de que accediera subo las escaleras con rapidez y me relajo considerablemente al llegar al segundo piso, me dirijo hacia la habitación de May, mi hermana menor, con un ligero nudo en la garganta cargado de culpabilidad.
May muchas veces me saca de quicio, pero es mi hermana pequeña de igual forma, con o sin peleas entre nosotras.
Sin reproches, me dirijo hacia su habitación, abro la puerta con suavidad, permitiéndome únicamente el asomar la cabeza por esta, llevando instintivamente mi mirada hacia el interior de la habitación.

—¿May?—Mi voz toma un tono suave y ligero, en contraste con el de hace unos segundos. Espero pacientemente alguna respuesta.

—¡Alicia!—La escuchó hablar mientras veo como se incorpora de su asiento y sale corriendo a mi encuentro, mi expresión cambia automáticamente y una sonrisa adorna mi rostro esta vez. Paso al interior de la habitación tranquilamemte y dejo la puerta abierta sobre el iman que la sostiene a la pared.

—¿Te ayudo con la tarea?—Le pregunto con cariño, sonriendo levemente en su dirección.

—No, ya terminé, pero gracias. ¿Podemos salir al parque?—Le escuché decir en respuesta a mis palabras y con sus pequeños brazos rodea mi cintura como puede al tratar de abrazarme mientras continúa hablando con entusiasmo.

Aquel nudo que se forma mi garganta se agranda aún más al oírla y tan solo puedo negar en respuesta a su petición.

En lo que se disuelven el resto de las horas del día, todo se vuelve mucho más aburrido que de costumbre frente a la falta de actividades. La mayoría de la tarde lo paso hablando con mis hermanos y finalmente acabo charlando con Leo a causa de mi ausencia, excusándome por no avisar y como consiguiente pidiendo disculpas. No ha sido mi culpa en su totalidad, pero en cierto modo sentí que podíamos terminar de un modo correcto si así se desenvolvían las cosas.

No puedo detener mis pensamientos mientras intento dormirme a oscuras, entregando todo mi peso a la cama en donde me encuentro recostada. Antes de caer adormilada en la superficie acolchada de ella, una gran ola de viento entra abruptamente por mi ventana, tapando mis fosas nasales completamente por el camino, ocasionando que tosa por unos segundos a causa de la sensación de ahogo que se mantiene en mi garganta antes de que pueda abrir la boca e inhalar profundamente por esta en un intento de tranquilizarme y poder conciliar el sueño esta noche, intentando a su vez regular el ritmo que toma mi respiración cuando en algún punto antes de dormir mi desesperó aumenta mientras la cantidad de aire que ingresa por la ventana es mayor, amenazando con asfixiarme.

No pasa mucho tiempo antes que mi padre comience a toser ante la misma ola que ha atravesado mi habitación hace pocos segundos y de que el aire deje un olor putrefacto en el ambiente que circula por mi pequeña pero adecuada habitación, sin embargo el cansancio que presiona mi cuerpo y el sueño que se apodera de cada parte de mi cerebro puede más conmigo que los aires tóxicos que me rodean e insisten firmemente en mantenerme despierta y alerta por si deciden ingresar nuevamente a mi habitación para cuidar de no respirar muy hondo.

Por esta razón, acabo sucumbiendo ante el sueño, quedándome completamente dormida en cuestión de pocos segundos, olvidando en realidad el fiel esfuerzo que hacía por evitar inhalar cualquier tipo de gas y acurrucándome un poco más entre mis sábanas en busca de mayor comodidad.

ToxicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora