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Alicia.

Sin mucho remedio hemos decidido pasar la mayoría del tiempo haciendo vigilancia y viendo como distintas criaturas de aspecto pavoroso se hacen presentes en los pasillos que recorren los salones, yendo de aquí para allá arrastrando algo o siendo sus pisadas más que suficientes para causar que cada uno de nosotros se estremezca por su cuenta.

Luego de varias horas de esta repetitiva tortura, por fin ha amanecido, y eso es un milagro porque he pasado una de las noches más largas de mi vida y aún no logro creerme el hecho de que es de día, pues antes estaba tan oscuro como si fuera a llover o como si diera la impresión que estaba a punto de irse el sol.

Con cierto anhelo observo el sol que se filtra en la pequeña ventana del salón, realmente han pasado más de cinco horas desde que se supone que era de día y solo hasta ahora he visto la luz del sol. Una idea cruza por mi mente a toda velocidad mientras continúo pensando en un plan coherente para poder partir hacia Jasioux sin morir al poner un pie en el exterior, es obvio que estoy intentando no escucharme pesimista; pero es algo casi imposible.

La idea se instala en mi cabeza como un gran señalador deslumbrante y fragoroso en mi cabeza. Realmente debo prestarle atención a mis ideas, aunque existe la posibilidad de que puedo llevarnos a la muerte si lo hago, pero también dudar no es lo mejor que tenemos y es arriesgarnos e ir sin pensar o quedarnos encerrados en un salón hasta esperar que vengan por nosotros gente que ni siquiera está para transportar a cuatro adolescentes, un adulto y una niña pequeña. Realmente es una decisión bastante complicada a este punto.

Volviendo a la realidad en donde todavía se escuchan las pisadas de las distintas criaturas que se encuentran en el instituto, advierto como May tiembla a mi lado, pues me he limitado a escuchar en las horas que he pasado en vela y no he salido de la carpa ni para pedir un poco de agua. Tengo la capacidad de ver gracias al plástico que está en una de las paredes de tela de las carpa que me dejan ver hacia afuera.

—Alicia... ¿Estás despierta?—Entre todo el silencio, una voz se hace presente.—Te escuché desde afuera... ¿Podrías salir si estás despierta?

Tiemblo ligeramente en cuanto vuelvo a escuchar esa voz y tardo varios segundos en reaccionar ante su llamado, los recuerdos de la noche anterior y lo ocurrido en el centro comercial me refrescan de manera significativa la memoria y al segundo puedo reconocer la voz grave de Acfred.
Quizás en verdad estoy haciendo demasiado ruido y se me puede escuchar a metros.

Al momento mis mejillas toman una tonalidad carmesí, quizás he pasado toda la noche hablando pasito y tal vez soy la que más fuerte habla en el lugar.

Con algo de incomodidad, tapo a May antes de abrir con cuidado la cremallera de la carpa y que la luz me de de golpe. Evitando quejarme, salgo de la carpa y en ese instante logro observar el rostro cansado de Acfred.

—Perdona, no sabía que estaba hablando tan fuerte. —Hablo acomodando un mechón de cabello detrás de mi oreja.—¿Necesitas algo?

—Sí... tú... ¿Podrías hacer vigilancia hasta que sean las doce?—Dice por lo bajo tras bostezar tapando su boca.—Puedes levantarme antes de las doce para hacer las sopas.

—Claro. Y que hago en caso de que...—Me quedo sin palabras y señalo la puerta con las manos algo temblorosas.

Al momento, Acfred entiende mi punto y se queda pensativo unos segundos antes de proceder a darme una respuesta.

—Me levantas.

Asiento y fijo mi vista en mis manos, logrando escuchar los pesados pasos que da Acfred. Desde aquí se nota de sobre manera que trató y se empeñó en hacer el más mínimo ruido, pero estaba fallando.

ToxicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora