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Alicia.

—¡Espera!, ¡Basta!

—Alicia, tengo que cubrir la herida.

—Espera, déjame respirar.—Insistí, cerrando los ojos con fuerza, luchando por concentrarme en el aire que exhalaba y no en el fuerte dolor que cubría mi hombro.

—¿Lista?

—No.

—Tenemos que movernos, déjame verla.

—¡Dame un momento!

Ya no era cuestión de moverse o de quién nos estaba retrasando, es cuestión de que ya materialmente no puedo ponerme de pie y avanzar.
El fuerte dolor de la herida en mi espalda ahora se desplaza por mi brazo y abarca mi cadera, necesito tomar un respiro antes de continuar caminando, necesito que el dolor disminuya al menos un poco antes de avanzar, pues sé que me dolerá más conforme más me mueva.

—Ten.—Giré la cabeza lentamente hacia Alessia, encontrándome con su mano extendida hacia mi.

—¿Hm?

Vi como levantaba su mano ante mis ojos y extendí el brazo contrario hacia esta, tomando lo que parecía ser una píldora de tono salmón de tamaño mediano.

Por un instante caí en cuenta de que en realidad había olvidado por completo aquel botiquín que conservaba en la mochila y había andado por mi cuenta esperando que el dolor pasara durante todo este tiempo sin siquiera revisar mi mochila.

Reí al darme cuenta y Alessia tan solo me dio una mirada confusa tras extenderme la botella de agua.

—Nada, es que...—Me detuve para tomar la pastilla, arrugando el ceño al sentir cómo está bajaba lentamente por mi garganta a causa de la poca agua que tenía para pasarla.—¿Sabes cuantas veces tuve dolores o mi herida empeoró y no tomé nada al olvidarme que tenía medicamento?

Al parecer a ella no le parecía tan cómico como a mi, pero de todos modos me dio una incómoda sonrisa antes de guardar la botella nuevamente en uno de los bolsillos de su maletín.

—Puede que no sea muy gracioso, pero en realidad teniendo en cuenta que llevo más de dos meses viajando puede que sea un poco estupido.—Le aclaré, indicándole con la mano derecha para que me ayudara a levantarme, impulsándome poco a poco hacia arriba.

—Espera, espera, ¿ya estás bien?—Ella sostuvo mis manos con delicadeza, tratando de impedir que me levantara.

—Ya sabes; no puedo esperar a sentirme mejor para continuar, esto no es lo de antes.—Concluí, dando leves golpes golpes a sus manos para que ella me ayudara.

—La pastilla te ayudará a soportar.—Continuó tras levantarme del suelo, soportando casi todo mi peso.—Oye... no pesas nada, ¿cada cuanto comes?

Mi vista se desplazó rápidamente hacia mi estómago y aquel dolor que casi siempre permanecía bajo ante el hambre aumentó drásticamente. Una mueca se formó en mis labios mientras envolvía con mis manos mi propio cuerpo.

—No lo sé... ¿cuando puedo?

Mis costillas sobresalían de mi piel, marcándose sobre ella e impidiendo que mi camisa las tapase de alguna manera.
No me había dedicado puntualmente a analizar esto, el dolor se había vuelto diario y realmente me había acostumbrado a este con el tiempo, podía esperar para comer y así ahorrar la comida.

—Vamos a comer ahora, ahora podemos.—La vi descolgarse la mochila, sentándose en el suelo con ella encima de las piernas.

—Ahora no podemos, ahora debemos continuar, me siento mejor.—Mentira, en realidad no me había movido de la posición en la que Alessia me había dejado por miedo a sentir nuevamente aquellas fuertes punzadas en mi cadera.

ToxicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora