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Alicia.

Me levanto de golpe del sofá al que me había entregado hace varias horas al poder percibir unos quejidos constantes sobre mi sueño, a pesar de que en realidad lo agradezco en cierto modo, pues no soy fan #1 del sueño que estaba teniendo precisamente.

Refriego mis ojos con cierta irritación en un intento de espabilarme, barriendo con la mirada tiempo después la sala con extrañeza y tardándome ciertos minutos en recordar los sucesos anteriores. Logro divisar a Antok consolando a May, mi madre está recostada y mi padre hace vigilancia en la puerta, por lo que hace caso omiso a los sollozos de May al estar sumido en un pequeño trance, tiene una manera bastante peculiar de reflejar su preocupación.
El llanto aumenta en cuanto May parece perder el control y estos son suficientemente altos para ser reconocidos... por lo que paso mis manos con suavidad por sus hombros para acercarla hacia mi y finalmente abrazarla para en un intento de consolarlos de alguna manera.

—Papá... ¿Ha parado de llover?—Pregunto con intriga mientras él observa la ventana aún perdido en si mismo.

—Sí, hace más de diez horas... solamente hay niebla.—Tartamudea al decir lo último. Parece aterrado por algo en especial, por algo que yo no logro enterarme y en parte es entendible.—No pasará nada, es solo niebla.

—Él escuchó gritos afuera... y sonidos extraños, no ha podido conciliar el sueño y obligó a mamá a que volviera a dormir pasadas las seis horas.—Interviene Alan pasando una mano por su nuca.

—Deberíamos salir a ver, la lluvia ácida no nos dejó..., pero quizás ahora podemos salir.—Habla Antok.

—Antok, ¿Acaso piensas correctamente antes de hablar o dar posibilidades?, pueden estar tratando de matarnos aprovechando la neblina. ¡Esto es demasiado inusual y tú insistes en salir!

El silencio inunda la sala, dejando ecos de mis preocupaciones, aquello que me guardaba. Antok se levanta del sillón y se hace un espacio en el de Alan, parezco desesperada, pero solo es a razón de todo lo que está sucediendo, no quiero tratar mal a ninguno de ellos y no he enloquecido, no aún, creo.

Humedezco mis labios pasando mi lengua por estos, cierto los ojos con fuerza y en mi garganta se forma un gran nudo rápidamente. Estiro mis brazos hacia Antok, está mal ser así y nuestro padre parece más echado para atrás que cuando se murió una planta de su jardín, pero... admito que no me burlo de ello, pone mucho empeño en cuidar de la fauna que está entre sus manos o a su alcance en general.

—Lo siento, de ver...-

—En algún punto debemos salir, el agua se está terminando aquí a pesar de que la estamos repartiendo bien. La comida sin cocinar tampoco es lo más saludable que existe.—Interrumpe mi padre.

Un pequeño crujido del sillón nos hace girar a todos en dirección a este, encontrándonos al instante con mamá alisándose el pelo con las manos antes de amarrarlo en una cola de caucho alta y levantarse de su antiguo asiento para ir hacia papá.

—Es ilógico que esto vaya a durar para siempre, en algún punto debe terminar. Maxel, debes ir a descansar aunque solamente sean dos horas. Yo te diré si sucede algo, no es una recomendación.

Sus palabras acaban por cambiar la vista de la situación que este tiene cuando entiende la preocupación de ella, la vista de su papel en nuestro equipo, en nuestro núcleo familiar; por lo que se incorpora y suspira al tomar asiento entre el grupo de sillones del salón.
Mi madre camina hacia la cocina con la intención de llevarse una manzana durante la vigilancia, yo decidí asearme un poco y Alan permanecía pendiente de May en lo que cuidaba de nuestros bolsos. Antok lógicamente se ubicaba entre mis hermanos menores.

ToxicidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora