Unas semanas después...
—¡Cabezas arriba! ¿O es con la cabeza hacia abajo? —
Golpe.
De cualquier manera no importaba. Leo cazó el frisbee con su cabeza, la cual,
dado que estaba en el lobby del complejo de apartamentos, no impresiono ni un poco.Algunos podrían haber actuado con irritación - como desaparecer después de lanzar el
frisbee y arrancarle el cuero cabelludo. Otros involucrándose en una vulgar pelea. Pero
como Omega del orgullo, tenía un cierto nivel que mantener-. Leo dejó que la irritación
rodará lejos de su amplitud - del mismo modo cuando el entrenador de futbol
americano en la universidad lloro cuando no quiso jugar como miembro de la línea
ofensiva.
Siguió caminando hacia el ascensor, que pasó a ser, donde aterrizó el disco
púrpura.
Un aroma desconocido -felino y delicioso- le rodeo y luego paso a su lado
cuando una mujer salto delante de él, con la intención de coger el frisbee. La rubia, a
quien no reconoció, se agachó para agarrar el disco de plástico, sus pantalones cortos
atléticos que moldeaban cada curva de su culo hecho-para-agarrar y muslos dignos de
mordisquear.
Todo en ella era grande, audaz y exuberante.
Delicioso. Y no fue sólo su bestia interior la que lo pensó.
¿Quién es este delicioso bocado? No recordaba conocerla, y ciertamente no se
habría olvidado de ella.
La mujer desconocida se enderezó y se enfrentó a él, y a su cara, que quería
decir casi cara a cara, que era algo inaudito, ya que estaba cerca de siete pies. Sin
embargo, esta mujer, con sus malvados curvas, ascendía al menos a seis pies de altura
más o menos.
Ella no era delicada, no por cualquier tramo, no con la forma en que sus
impresionantes pechos tensaban su camiseta, distorsionando la caricatura que decía,
“Delicate Freakn‘ Flower”. Su marcada cintura acentuada por el encanto de sus
caderas. La peculiaridad de sus labios se correspondía con la alegría en sus ojos.
Si bien no era un hombre propenso a las emociones fuertes, Leo fue
súbitamente poseído por un poderoso impulso de arrastrar a esta mujer a sus brazos
y... hacer cosas decadentes que tendrían incluso su firme corazón acelerado.
—Bueno, hola, grandullón. Creo que no nos conocemos. —
De hecho no lo hacían, o se habría acordado de ella y se acordaría de evitarla
porque cualquiera podía ver por la inclinación descarada de sus caderas y la mirada
apreciativa en sus ojos que ella significaba problemas.
Leo no quería problemas. Prefería momentos de calma. Salidas serenas. Tardes
tranquilas. Muy silencioso. Una tranquilidad que interrumpió con sus travesuras de
frisbee, por lo que la llevó a la tarea.
—No debes jugar frisbee dentro. Es una de las reglas de la asociación. — Él lo sabía. Había ayudado a redactarlas. A Leo le gustaban las reglas, y esperaba que la
gente las cumpliera. Cuando cualquier grupo de depredadores vivía en estrecha
proximidad, mantener los temperamentos calientes bajo control era importante, por
lo tanto, su trabajo para hacer cumplir las normas y mantener la paz.
—¿No jugar dentro tampoco? — Su labio inferior sobresalía. —¿Sabes que me
metí en problemas por un buen policía por jugar en la calle? ¿Si no puedo jugar dentro
y no puedo jugar afuera, donde una chica iba a jugar? —
Arriba, 11° piso, apartamento numero 1101. Su habitación tenía mucho
espacio. Por supuesto, el deporte que se imaginaba no implicaba ningún apoyo.
Tampoco incluía ropa. Pero decir que ella podía jugar con él desnudo probablemente
no era la respuesta que buscaba.
—Nosotros no jugamos en la ciudad. No hay espacio suficiente. Para eso es
para lo que está el rancho. —
—Ah, la granja. ¿Ese lugar aún existe? Impresionante. —
—¿Sabes de ella? — Él frunció el ceño. Aunque no era un secreto muy bien
guardado, solo se les permitía la entrada a la propiedad a los cambiaformas
aprobados. —¿Quién eres tú? No creo haberte visto antes por aquí. —
—Sí, ha pasado un tiempo desde que he visitado. Eso es lo que pasa cuando a
una chica se le prohíbe por unos años a causa de un tonto malentendido. —
¿Prohibido? Espera un segundo. Él sabía quién era. Había oído a Arik decir algo
acerca de una prima por parte de su padre que vendría de visita por un tiempo. Ella
tenía que esconderse de algún tipo de escándalo que estalló de nuevo.
— Eres un alborotador del oeste, ¿no? —
— Yo, ¿un alborotador? No, es mi hermana, Teena. Soy Meena, su gemela,
conocida más comúnmente como la catástrofe.
Pero me puedes llamar tu compañera.
Y con eso, se arrojó sobre él y le dio un grande, jugoso beso en sus labios.
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Cuando un Beta Ruge •||Saga El Orgullo Del Leon 2 ||• [Terminada]
Ficción GeneralCuan degradante. Ejercer de niñera de una mujer porque su alfa lo dijo. Como Beta del Orgullo, tenia cosas mejores que hacer con su tiempo, como lavar su impresionante melena, la caza de matones por diversión, y perseguir la cola, a veces la suya...