Capítulo 3

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Flores de Diamante

Capítulo 3

Un ruido resonó en el pasillo de la casa de tierras galas, asustando a Elizabeth y haciendo que pegara un brinco, dejando caer aquello que, para Arno, era muy preciado.

Hablamos de la famosa foto del mueble de los discos de Arno.

-¿Eli? ¿Qué ha sido…?-Arno cayó al ver el marco roto, junto con cristales desperdigados por doquier.-¡¿Qué has hecho?!-Rugió cogiendo a Eli por el hombro y apartándola de la “escena del crimen”.

-Nada.-Tartamudeó.-Estaba viendo la foto y tú, es decir, tu puerta sonó y entonces…-Tartamudeó atropelladamente, asustada por el grito de Arno.-Joder… Lo siento mucho…

-¡¿Lo sientes mucho?!-Volvió a gritar.-¡¿Crees que un “lo siento” va a arreglar ese puto marco?!-Elizabeth miraba a Arno con los ojos como platos, ¿qué le pasaba con esa foto?

-No…-Tartamudeó.-Pero Arno, solo es una foto, podemos comprar otro marco y ya está…-Susurró. Arno clavó su mirada en ella, con cara de pocos amigos.

-Fue un regalo de aniversario.-Susurró de forma sombría.-Fue el último regalo que ella me hizo, Elizabeth. ¡Y tu lo has hecho pedazos!

-¡Yo no quería!-Exclamó ella.-¡No lo sabía!

-¡Vete a la mierda!-Le gritó él, con los ojos llenos de lágrimas.
Elizabeth, resquebrajada por la manera en que Arno le había hablado, cogió la maleta y corrió hacia las habitaciones, entrando en la suya llorando. Una vez allí, sacó una botella de vodka y comenzó a beberla, sintiéndose como una mierda.

Mientras tanto, en el salón, Arno recogió los pedazos de cristal y el marco, tirando los cristales a la basura y guardando el marco, junto con la foto.

-Élise…¿Qué debo hacer? Sé que debo pasar página pero… Pienso que, si me gusta, es porque es como tú… Pero no quiero usarla como reemplazo…-Dijo llorando mirando la cara de su amada en la foto.-Y encima la he tratado como una mierda.-Sollozó dejando la foto en la mesa.

Acto seguido se tumbó en el sofá de lado, encogido y llorando, tapando su rostro con sus manos. Se sentía la peor persona del mundo por dos cosas:

la primera era que le había hablado mal a Elizabeth. En el momento no lo pensó,  y el enfado nublaba su mente. Mas, al analizar la escena, se dio cuenta de que no debió ponerse así.
La segunda cosa era que sentía que le estaba siendo infiel a Élise. Así, tal cual. Sentía como si estuviera traicionando a la pelirroja. En lo más hondo de su ser sabía que pasar página era lo mejor para él. Mas, sus sentimientos y su corazón sobre todo le decían que hacerlo estaba mal.

Arno jamás se habría imaginado que se encontraría en esa tesitura. Él siempre pensó que la mente ganaría a los sentimientos, pero, ya estaba comprobando que las cosas no iban así.

No sabía qué hacer. ¿Debía olvidar ya a Élise?

-No puedo olvidarme de ella…-Susurró.

Las horas pasaron, y Arno se había quedado dormido, al igual que Elizabeth. Pero la rubia se quedó dormida por algo más que por estar llorando. En efecto, había caído redonda después de dos botellas de Eristoff y una de Jack Daniel’s.

Finalmente, a las cinco de la tarde, el francés se despertó en la misma posición en la que había caído dormido. Tenía los músculos agarrotados por la posición, pero nada se comparaba al dolor que latía en su pecho.
Se levantó del sofá y se estiró un poco, haciendo crujir varias de sus articulaciones. Se dirigió hacia la ventana y admiró la Torre Eiffel, lugar en el que él y Élise habían pasado mucho tiempo juntos.

Todo le recordaba a ella en aquel lugar. En Alemania no le pasaba eso tan a menudo, solo Elizabeth le recordaba a ella estando en el otro país, pero, ahora en su tierra natal, todo cuanto le rodeaba le recordaba a ella.

Con un suspiro, agitó la cabeza.

-Esto tiene que acabarse de una vez por todas.-Se dijo a sí mismo.-Así que ahora mismo iré a hablar con Elizabeth.-Dijo decidido a disculparse con la rubia.-¿Eli?-Preguntó tocando la puerta de la habitación.

Nadie respondió a la llamada, y eso a Arno le preocupó. Después de tocar varias veces más sin recibir respuesta de dentro, Arno avisó a la chica de que iba a entrar. Para su suerte, Elizabeth no había echado el pestillo, seguramente porque no sabía que lo había.

Al entrar a la habitación, se asustó al ver tres botellas grandes de licor junto a la cama. Dos eran de vodka, mientras que la tercera era de whisky.

-Oh mierda…-Susurró acercándose a Eli, quién estaba profundamente dormida sobre la cama.-¿Eli?-La llamó.-¿Elizabeth?-Preguntó de nuevo, esta vez moviendo un poco a la chica, quién soltó un gruñido.

-¿Qué mierda pasa?-Preguntó entre dientes, toda resacosa. Arno supo que no iba a ser muy agradable con él, y menos con resaca.

-Quiero… Es decir...-Corrigió rápidamente.-Me gustaría hablar contigo, Elizabeth.

-Pues a mí no.-Respondió tajante dándole la espalda.

-Elizabeth, por favor.-Rogó el francés. La rubia bufó y se dio la vuelta de nuevo, mirando a los ojos del francés.-Yo… Sé que es prácticamente inútil decirte lo que te voy a decir pero… Lo siento. Me he comportado como un imbécil, y lo siento mucho.-Le dijo a la chica cogiendo sus manos y mirándola a esos curiosos ojos que tanto le fascinaban.-No debí ponerme así. El dolor, el enfado y la furia se apoderaron de mí. No pretendo justificarme ni mucho menos. Solo pretendo explicarte lo que siento. ¿Aceptas mis disculpas?
Elizabeth no sabía como sentirse. Estaba conmocionada por todo aquello que le había dicho Arno.

Tantas palabras bonitas condensadas, y en tan poco tiempo, le derritieron el corazón que, en aquel momento, era como de hielo. Mas, Eli se hizo la dura, le había dolido mucho lo que Arno le había hecho, y un puñado de palabras bonitas, para ella, no lo arreglaban. De igual forma, le respondió:

-Sí Arno. Acepto tus disculpas.-Medio sonrió.-Pero que sepas que vas a tener que disculparte mucho mejor.

Arno sonrió al ver que Elizabeth había aceptado sus disculpas y se tiró hacia ella encima de la cama, abrazándola y poniéndola sobre él.

-Merci…-Susurró dejando un beso en la coronilla de la chica.

-De rien…-Tartamudeó ella.




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