Capítulo 5

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Flores de Diamantes

Capítulo 5

El ambiente en la casa de Arno ya estaba bien. Era ya de noche, y ambos se encontraban preparando la cena.

Elizabeth no dejaba de pensar en Eva, ¿habría llegado bien a Londres? ¿Cómo estaría lidiando con Lena?

Hasta donde ella recordaba, la rusa era altanera, y siempre les tuvo asco. Elizabeth no sabía a ciencia cierta por qué, pero supuso que quizá por envidia. Ellas eran como las predilectas de Andreas.

Elizabeth no entendía por qué Lena odiaba que fueran las niñitas de Andreas. Ser aquello solo significaba que el hombre te violaba más. Aunque… Tenía una parte “buena” por calificarla de alguna manera: si pedían tabaco, obtenían tabaco; si pedían coca, obtenían coca. Todos sus vicios se veían satisfechos por el jefe y, teniendo en cuenta que Lena era una alcohólica y una fumadora compulsiva, quizá era por eso que les tenía asco.

Ellas obtenían todo cuanto pedían, en cambio Lena no.

-¿Cómo puede odiarnos por algo así?-Susurró Elizabeth llevándose un trozo de carne a la boca.

-¿Decías?-Dijo Arno, quién había escuchado a la rubia.

-Nada importante.-Negó con la cabeza.-Sólo estoy preocupada por cómo se lleven Lena y Evangeline.-Admitió.

-¿Por qué se llevarían mal?-Preguntó el francés dando un sorbo a su cerveza.

-Lena es envidiosa, siempre nos ha tenido tirria.-Explicó Elizabeth, haciendo al francés abrir sus ojos como platos.-Arno, en el mundo donde nosotras vivíamos, si el jefe te tenía “aprecio” conseguías todo cuanto necesitabas para satisfacer tus vicios. ¿Entiendes?

-Entiendo, así que lo que a ella le jodía era que vosotras teníais lo que queríais y ella, en cambio, no. ¿Me equivoco?-Afirmó algo preocupado.

-Exacto, y… Esa arpía es una zorra, no quiero que le haga daño a Eva, es una manipuladora. En resumidas cuentas, es una puta en toda regla. Todas estábamos por obligación y queríamos salir, sin embargo, a ella le daba igual salir o no, le gustaba presumir de que tenía clientes, y ya ni te cuento cómo se ponía cuando tenía más de dos.-Bufó la rubia mientras cogía otro trozo de carne junto con la ensalada.

Arno se quedó pensativo y antes de hablar se llevó a sus labios su vaso de agua.

-Si quieres lo que podemos hacer es hablar con ellos cada dos semanas en vez de cada mes.-Sonrió levemente.-Así estás al tanto de Eva y Lena, pero, dudo que quiera hacerle daño, ya estáis fuera del burdel, es un borrón y cuenta nueva. Tu tranquila Eli.-Arno acarició la mejilla de su protegida para luego plantar un beso donde la caricia.-Además, tenemos la suerte de que allí es una hora menos, y no… Doce horas.-Rió para animarla.

-No creo que Lena le ponga las manos encima pero, me preocupa de igual forma.-Suspiró.-Pero supongo que tienes razón Dorian.-Rió Elizabeth.-Por fin un poco de paz y tranquilidad.

Después de aquella charla terminaron de cenar y recogieron la mesa.

-Oye Elizabeth, me iré a dormir, ¿vale? No tardes en irte a dormir, por favor.-Dijo Arno bostezando a la rubia, que se encontraba fumando junto a la ventana.

-Okey…-Susurró inmersa en sus pensamientos, muchas dudas le asaltaban. Dudas relacionadas con Lena y Eva, pero también con Evie y Jacob.

-¿Te pasa algo?-Eli negó.-Oye Elizabeth, relájate, ¿vale? Están bien. Esa zorra no le hará nada a Eva, no en presencia de Jacob. Él no permitiría una cosa así.

-Eso espero, porque si no, lo mato.-Gruñó.

Arno medio rió ante el comentario de la inglesa, no sabiendo muy bien cómo tomárselo.

-Bueno, hasta mañana.-Se despidió dándole un beso en la coronilla.-Ya sabes lo que te he dicho.-Le recordó señalándola.

-Termino el cigarro y me voy.
Arno, tras asentir, salió del comedor. Eli se quedó mirando la Torre Eiffel, encandilada por sus luces. París era hermosa, no la había visto aún, pero, desde donde ella la estaba admirando, le parecía la ciudad más hermosa del globo.

-Es tan hermosa…-Habló para ella misma, refiriéndose a la Torre.
Después de dar una última calada al cigarro, lo apagó y se fue a la habitación. Al encender las luces, se quedó anonadada. Aquel era un cuarto de chica en toda regla. ¿Sería ese el cuarto de aquella chica? ¿Acaso ella fue compañera de Arno antes de salir con él? Elizabeth estaba confusa, Arno se había enfadado aquella mañana con ella por romper el último regalo de aniversario de ella hacia él, ¡¿y no le importaba que durmiera en el cuarto de la pelirroja?!

-Arno, why are you so complicated*?-Rió suspirando.
Elizabeth no se atrevió a mirar mucho la habitación, lo único de lo que se dio cuenta era de que las paredes eran de color lavanda, pero nada más. Al acostarse en la cama y contra todo pronóstico, cayó rendida a los pies de Morfeo en muy pocos instantes.

Horas después, una agitada y bañada en sudor frío Elizabeth se despertó hiperventilando, emitiendo un fuerte grito que perturbó el sueño de Arno, en la habitación de al lado.

-¡¿Elizabeth?!-Exclamó el chico saliendo de la cama corriendo, dirigiéndose al cuarto de la chica.
Al abrir la puerta la chica la miró con los ojos como platos y asustada. Eso no era buena señal.
-¿Elizabeth?-Preguntó tartamudeando.

-¡Déjame! ¡No te acerques!-Dijo atemorizada. La pesadilla que había tenido seguía ocurriendo en su mente, reproduciéndose cual DVD sin freno alguno, en bucle.

-Elizabeth, no voy a hacerte daño.-Dijo aproximándose a la cama cautamente tras encender la luz.-¿Qué te pasa? ¿Qué has soñado?

Elizabeth sólo quería olvidar aquel horrible mal sueño, así que negó con la cabeza y abrazó al francés cuando éste se sentó a su lado en el borde de la cama.
Arno cobijó a la rubia entre sus fuertes brazos, acariciando su pelo. Mientras tanto, Elizabeth seguía visualizando aquel horrible sueño:

Se encontraba en el salón, y la situación de aquella mañana se repetía. El único cambio que se producía era que, a causa del enfado, Arno le pegaba un bofetón que la hacía caer al suelo y le propinaba fuertes patadas en el estómago. Cuando la tenía escupiendo sangre, se quitó la ropa.

Pero para aquel momento, Arno ya no era el mismo de siempre, sino que se había transformado en Andreas, quien la miraba de manera lujuriosa, como solía mirarla siempre.

Y bueno, el resto es muy obvio y, además, duro de relatar.


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