Sigue siendo Cass.

Ser el hermano mayor.

No quise hondar en la relación de Dean y Sam porque...porque ya nos la sabemos de memoria ('¬.¬) so...creo que me emocioné y en un punto me puse sentimental así que EL QUE LE DIGA A MI HERMANO HARÁ QUE DEJE DE ESCRIBIR POR UN MES EN TODAS MIS HISTORIAS.

Sigan leyendo n.n

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Las noches en el búnker solían ser muy silenciosas en caso de que ninguno de los Winchester tuvieran una pesadilla, era tanto el silencio que rodeaba aquel lugar que podían escuchar el viento allá en la superficie haciendo bailar los árboles y algunos animales nocturnos haciendo sus rondas. Claro, aquello era una mera exageración, no podían escuchar absolutamente nada de lo que pasaba allá arriba, pero eso no quitaba que un pelinegro de ojos azules se imaginara los ruidos mientras vagaba por el búnker.

Cuando despertó después de su siesta de una hora descubrió que estaba dormido en la habitación de Dean junto al cazador, que le daba la espalda, y seguía teniendo la apariencia de Jimmy. Aquello lo había llenado de una felicidad que fue opacada cuando se dio cuenta de la condición en la que estaba con Dean. Habían dormido abrazados la noche anterior y ahora le daba la espalda. Cass no quería darle muchas vueltas al asunto pero era imposible hacer de la vista gorda a algo que estaba ahí gritándole que Dean no iba a dar el paso con él siendo hombre y si se arriesgaba y lo daba por ambos probablemente termine con un ojo moreteado.

Se había levantado sintiéndose un poco adolorido al recordar el golpe que había recibido, estuvo seguro que por un momento se había ido, había visto luces y luego oscuridad pero aquel olor a lavanda y la sensación de estar envuelto en un manto lo habían traído de vuelta y al siguiente segundo Gabriel estaba hablándole en enoquiano para que despertara. Seguía teniendo la sensación de estar empapado en sangre mientras sus costillas perforaban sus pulmones y aún en el limbo sólo pensaba en Claire. Fue por eso que en cuanto salió de la habitación de Dean fue a verla, asegurándose de que estaba a salvo y sana, dormida profundamente mientras abrazaba con fuerza el gatito de peluche que le regaló.

Castiel suspiró mientras llegaba a la biblioteca, fastidiado por no poder dormir más, y se puso a revisar los libros que Gabriel había traído de Egipto, reprendiéndose mentalmente por haber cambiado las prioridades y olvidar que estaba maldito por Sekhmet. Suspiró tomando un tomo realmente grueso de pasta dura con un escarabajo en la portada y lo abrió, sintiendo el delicado papiro bajo la yema de los dedos; se maravilló con el detalle de los jeroglíficos que seguían intactos a pesar del tiempo transcurrido. Aquel libro emanaba un aura realmente interesante, hasta él sin gracia podía sentir las vibraciones en la piel.

Se dispuso a leer en silencio mientras se acomodaba en una de las sillas de la biblioteca. Leer jeroglíficos no era tan complicado cuando antes había sido demasiado fácil, el conocimiento seguía ahí dentro de él como el respirar o el parpadear, era automático. Quizá no tenía gracia pero sí cerebro. Se felicitó mentalmente mientras entendía sobre como hablaba de la noche y del día el primer fragmento que estaba leyendo.

—Espero que no se te ocurriera leer eso en voz alta—Cass se sobresaltó al escuchar a Gabriel llamarlo en la entrada de la biblioteca—Es el libro de los muertos, hermanito. El que los trae a la vida.

Cass frunció el ceño colocando el libro con cuidado en la mesa, como si se tratara de una bomba que podría explotar si no se trataba delicadamente. Miró la hoja cubierta por dibujos de tinta negra frente a él con todos esos garabatos que hasta el momento no tenían sentido pero narrando una manera de regresar a alguien de la muerte. Frunció el ceño al recordar los principios básicos de aquel libro y su hermano, se preguntó por un momento cómo fue que Gabriel lo había conseguido y por qué razón lo había traído a un lugar como el búnker, donde Rowena y Crowley rondaban tan libremente que podrían robarlo sin problemas pero, claro, eso no fue lo que dijo.