Uno

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Habían transcurrido días enteros desde la última vez que había entablado una conversación con Connor. No estaba yendo a la escuela y nadie de sus conocidos tenía idea de su actual paradero.

Soy consciente de que no debería preocuparme por algo que es totalmente normal viniendo de su parte, pero debido a nuestra última charla, mis pensamientos solo podían ir de mal en peor.

Para ser sincero, haber venido a la residencia de los Murphy sin avisar no fue una de mis mejores ideas. Tampoco tendría que haberlo hecho en la mitad de la noche, pero enserio estoy preocupado.

Tanteo el suelo buscando algo, alguna piedra, para arrojar hacía la ventana de Connor. Encontré un par cerca de mi pie, las tomé y arrojé la primera con la suficiente fuerza como para que llegara pero no con la cantidad para que se rompiera la ventana.

Silencio. Las luces estaban encendidas, pero Connor no respondía a mi absurdo y débil llamado.

Lancé otra y repetí el gesto algunas veces más. Nada.

-¿Dónde estás? -musite.

Torpemente saqué mi teléfono del bolsillo y marqué el número de Connor, impaciente. Sonó... y sonó.. y sonó. Maldición. No escuché nada más que su contestador. No sé que hacer. Me siento aterrado, y los horribles pensamientos comienzan a atacar mi mente.

Una voz familiar clamó por mi nombre a mis espaldas.

-¿Qué mierda haces aquí? -preguntó.

En un movimiento rápido me di vuelta hacia él. Sus ojos estaban rojos lo que significaba que había estado fumando hierba... O tal vez había llorado.

Me acerco hacia él a paso lento. En su rostro se lograban ver unas notables ojeras. Parecía que no hubiera dormido en muchos días.

-Estaba preocupado y no sabía nada sobre ti desde... Aquel día, así que me asusté y decidí venir hacía aquí. Llamé a tu ventana pero, obviamente, no me respondiste y luego te llamé me ignoraste, ¡pero ahora estás aquí y yo!... no puedo cerrar mi boca.

Connor deja entreveer la sombra de una sonrisa y puedo sentir como mis mejillas comienzan a arder y mis manos a sudar.

∙── ∙ 📼 ∙ ──∙

Estaba sentado sobre la cama de Connor jugando con mis dedos, mientras él buscaba algunas mantas para que durmiera cómodo, ya que sería imprudente de mi parte ir a casa caminando a estas horas. Realmente no me molestaría el hecho de ir en autobús, pero quería estar con Connor.

Al cabo de unos minutos Connor entra por la puerta y la cierra tras suyo.

-Gracias -musite en casi un susurro. Él no me presto atención.

Dejó caer las mantas frente a mis pies y se siento a mi lado. Una de sus manos decidió reposar sobre mi rodilla. Era pálida como la nieve. Sus nudillos parecían llevar unos pequeños pétalos de rosas, aquel rojo vivo sobresalía de entra la fría nieve.

« ¿Con quién te has peleado, Connor? » Fue lo único que logré pensar antes de que él anteriormente nombrado llamara mi atención.

-De acuerdo, Hansen -dijo-. ¿Qué ha pasado en mi ausencia?

Fui sincero. Realmente no había pasado nada fuera de lo normal, nada relevante. Todo seguía siendo igual, salvo por él mismo. La habitación permanece en silencio, pero decido romperlo para quitarme la duda que he tenido desde que lo vi.

-Connor, ¿por qué tus ojos estaban rojos cuando ahí abajo? -pregunté.

¿A caso había una mejor forma de preguntarlo? Por la verdad, me gustaría saberlo.

Mi contrario decidió guardar sus palabras. Sus ojos permanecieron fijos en los míos, inconscientemente, teníamos una guerra de miradas.

-No es lo que crees -dijo-. Estoy limpio. Eres consciente de eso -su ceño se frunció.

-No, Connor. No lo soy

-¡Sí que lo eres! ¡Madita sea! -exclamó dando un golpe bruto colchón.

Ahogue un quejido. Connor palidecio aún más, increíble de pensar. Apartó rápidamente su mano. No sabia que decir, jamás se había comportado así. No conmigo. Se apartó lentamente.

-¿Por qué desapareciste sin decirme nada? -ya basta de evitar el tema-. Connor, ¿qué sucedió? ¿Por qué no me llamaste?

Sus ojos comenzaron a cristalizarse. Parecía no querer hablar.

-He venido hasta aquí porque me preocupaste.

-Lo siento... -susurró-. Enserio, lo siento.

Prontamente se aferró a sus piernas y optó por ocultar su rostro en sus rodillas. Lo abracé, ya no había nada más que pudiera hacer por él.

-Te perdono -susurre depositando un tierno beso en su cabello.

Sin darme cuenta yo también comencé a llorar. Ahora éramos un par de tontos llorando a la par por quien sabe que problemas, ¿pero a quien le importaba? Estábamos juntos, dándonos apoyo de alguna forma.

Runaway || Treesbros [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora