III

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Desperté en una cama que no me pertenecía. Las paredes eran blancas al igual que las sabanas y las grandes luces de neón, tuve que parpadear un par de vez ante el brillo del cuarto que cegaba mis ojos. Mi cabeza duele al tratar de recordar mis últimas imágenes.

Al observar a mi alrededor logré divisar a mi madre durmiendo en un pequeño sillón de mi lado derecho, su rostro reflejaba preocupación. Hacia mí izquierda están Larry y Zoe, parados contra la pared, con la vista clavada en sus teléfonos.

-Papá... -logré formular luego de un tiempo.

Mi padre alza su vista, al igual que mi hermana, y frunce el ceño. Sus ojos reflejan un obvio cansancio y algo de decepción. Por otro lado, Zoe solo se ve molesta.

-Dios mío, Connor. ¿A caso quieres matarnos de un infarto?

Los quejidos provenientes de Cynthia me hicieron desviar la mirada hacia el sillón. Lentamente mi progenitora abrió sus párpados dejando ver unos azules ojos, que se iluminaron al verme. Logré distinguir algunas lágrimas que amenazaban con caerse.

-¡Connor! -exclamó, y me abrazó con tal fuerza que apenas podía respirar.

Mis brazos la rodearon con desesperación como si no quisiera que se escapara. Honestamente no estoy muy acostumbrado a abrazar a otras personas o simplemente demostrar afecto. Pero era mi madre. Y estaba asustada y preocupada por mí.

-Gracias a Dios estás bien -susurró.

Al soltarme ella limpia su rostro y se sienta al filo de la cama. Permanece observándome mientras acaricia levemente mi pierna.

-¿Qué me sucedió? -pregunté, incorporando un poco mi pesado cuerpo.

-Tú y tu anemia, idiota-responde Zoe, ganándose un reproche por parte de mi madre-. Es la verdad, eso sucedió.

-Estaras bien -dijo Larry, frío y sin tacto, como siempre-. Solo necesitas algunos suplementos de hierro y vitamina B12.

Suspiré frustrado. Mi mirada se pierde al girar la cabeza y observar por fuera de la ventana; el cielo se pinta de tonos rozados, morado, amarillos y anaranjados. Mi mente simplemente comenzó a nublarse de preguntas.

"¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? ¿A caso llame a alguien más además de Cynthia? ¿Qué debo hacer con mi estupida anemia? ¿Qué carajos voy hacer ahora? ¿Me rompí una uña del dedo? ¿Por qué Jared es tan sassy?"

La chillona voz de mi hermana lograron hacerme volver a la realidad.

-Evan no tarda en llegar.

Un leve calor comenzó a hacerse presente en mi rostro. La observé fijamente mientras que en mi interior estaba maldiciendo tanto que hasta podría hacer un diccionario con todas las groserías habidas y por haber.

-¿Qué dijiste? -formulé torpemente.

-Ya sabes, Evan Hansen. El rubio de pecas y ojos azules. Escribiste tu nombre en su yeso. Tu nov-

La detuve antes de que pudiera terminar. El calor se hacía más presente.

-Idiota -murmuró.

-¡Hey!

Mi madre intervino al escuchar su respuesta. Para mi suerte el silencio reinó la habitación luego de aquello, no quería a Zoe gritando y discutiendo con mi madre.

-¿Podrían... dejarme solo? -pregunté.

Los tres intercambiaron miradas entre sí para luego caminar hasta la puerta. Mi madre fue la única que se despidió antes de salir.

Tomé mi rostro entre mis manos y di un grito ahogado con mis pocas fuerzas. Estaba exhausto. Quería dormir, pero necesitaba pensar algún tipo de excusa para cuando Evan cruzara esa puerta y comenzara a regañarme. Sus retos no serían sólo por mi anemia, si no, también por dejarlo como si nada en el parque. ¿Por qué la gente estupida hace cosas estupida?

Runaway || Treesbros [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora