El cielo lo advirtió. Advirtió arrojar todo aquel llanto encima de nosotros así que,por consiguiente, nos mojamos.
Íbamos bajando por aquellas callejuelas estrechas mientras que sin darnos cuenta, unas cuantas gotas se convirtieron en un diluvio. Corrimos sin saber el rumbo,en aquel pueblo ya no tan desconocido, y acabamos justo donde me encuentro ahora. Un pub nos había salvado de empaparnos completamente.
Entramos observando aquel lugar que olía a sudor y humo. El ruido era ensordecedor, parecía que todo el pueblo se había puesto de acuerdo en estar a las seis de la tarde justo aquí y ahora.
—Ven
Dani cogió mi mano para adentrarme con él en el local, su mano estaba mojada pero, aun así, desprendía una calidez agradable.
—¿Por qué sonríes?—preguntó mientras acomodó su codo en aquella barra.—Estamos empapados, hace una tormenta como si Dios quisiera castigarnos por algo, es más..—se quedó en silencio hasta que mis ojos conectaron con los suyos—es probable que si esto sigue así nos tengamos que quedar aquí esta noche.
La verdad es que no tenía ni idea de que estaba sonriendo hasta que él lo dijo, pero al analizar esas palabras mi sonrisa se difuminó.
—En verdad entiendo ahora por qué sonríes—prosiguió.
—¿Ah si?—estaba intrigada por a saber que ocurrencia decía ahora—Ilumíname Einstein ¿Por qué cree tu disparatada cabeza que estaba sonriendo?
—Es fácil —se paso la mano entre sus cabellos para apartar el agua que goteaba—Te has dado cuenta que tienes más tiempo para aprovechar conmigo, lo cual es una gran noticia, y estarás planeando algún plan para seducirme.
Una sonrisa arrogante atravesó su rostro.
—¿Tan fácil soy de leer?—actué abriendo mis ojos y fingiendo estar sorprendida.—Si los tontos volasen no sé por dónde volarían los aviones.
Caminé hasta el otro extremo donde se encontraba el camarero. Lo dejé con una sonrisa en mis labios tras lo que le había contestado, pero en realidad estaba asustada por la idea de tener que quedarnos aquí ,y no sabia muy bien el motivo.
—¡Una Radler!—le grité para que me escuchara.
El muchacho que rondaría los veinticinco cogió rápidamente el botellín y lo abrió para ofrecérmelo.
—¡Ponme otra!—gritó cerca de mi oído derecho. Me lo tapé por instinto y segundos después me alejé del calor que desprendía su cuerpo.—Eres muy ingeniosa .
—Gracias—dije bebiendo la cerveza— tú eres demasiado insoportable.
—Bueno...—fingió pensar mis palabras—a ti te encanto así.
Rodé mis ojos, debía parar esto.
—¿Podrías dejarlo solo una hora?—le miré suplicante.
—¿Dejar el qué?
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Corazones cruzados
RomanceDani y Clara son dos personas con un corazón roto ¿Qué tienen en común? Los mejores amigos de ambos son los que han contribuido a romper sin querer esa imagen que tenían del amor ideal, aunque gracias a ellos se conocen hoy en día. Él prometió esta...