Capítulo 3: Una flor.

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   ...Apenas di un paso, la puerta se esfumó dejándome en medio de un pastizal de casi completamente secas espigas de trigo que me llegaban hasta la cintura.
   El viento soplaba fuertemente, podía sentirlo en mi cara y podía ver como se movían los brotes, pero no lo escuchaba, solo estaba el sonido de mi respiración y mis latidos.
   Frente a mí encontré un cuerpo sin vida, pertenecía a un caballero, fácilmente reconocible por su armadura y su mandoble semienterrado en la tierra. Su cabeza, girada hacia mis pies; y su mano, extendida en la misma dirección, como si hubiera gastado su último aliento intentando alcanzar algo.
Me giré hacia donde señalaba y lo vi. Un enorme girasol, de pétalos anormalmente largos en medio del sembradío. Brillaba con un resplandor dorado que apostaría que era propio. Aunque estaba medianamente caído.
   Era atardeciendo, y lo noté, como poco a poco se erguía cada vez más mientras el sol se ocultaba, exactamente al contrario que un girasol normal.
   Alcanzó su extrema longitud cuando el sol se hubo ocultado por completo. Me quedé observándolo como hipnotizado. Cuando me quise dar cuenta estaba amaneciendo y vi como poco a poco la flor se iba encorvando, pero sin perder ese brillo que me había llamado tanto la atención.
   No puedo decir cuánto tiempo estuve ahí parado, no puedo medir el tiempo en días porque parecía como si este se hubiera acelerado a cada segundo, dejándome apreciar cada vez más velozmente la transición de la planta que me había cautivado. Hasta que estos ciclos duraban lo que a mi parecer eran minutos, o incluso segundos.

   Y así estuve, simplemente observando, embobado, hasta que un uniformado de corbata rosada llamó a la puerta que estaba tras de mí ¿no se había esfumado? Ya no importa, era hora de despertar, avancé sin mirar atrás por temor a quedar paralizado nuevamente, pero grabé esa imagen en mi memoria para siempre...

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