Capítulo 11: Laberinto.

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   ...Al adentrarme en el misterio de la puerta noté la sequedad y la arena entre mis dedos. Me pareció extraño hasta que miré hacia abajo y me percaté de que no tenía puestos los zapatos.
   Era mediodía. La temperatura era elevada pero no sofocante.
   Levanté la cabeza, solo había dunas en frente. Miré a la derecha y me encontré con una pared de concreto que se extendía hacia ambos lados hasta donde alcanzaba la vista.
   Un poco hacia un lado había una abertura, como invitándome a entrar, lo cual hice.
   Un pasillo corría hacia el frente mientras que lo surcaban varias entradas a otros más. Comprendí que me encontraba en un laberinto.
   Recordé algo que había escuchado una vez sobre que si uno apoya una mano en la pared de un laberinto y avanza sin separarla, eventualmente alcanzará la salida. No lo pensé demasiado y giré a la izquierda apoyando mi mano contra la pared. Era áspera y estaba un poco caliente por el sol.
   Avancé por pasillos, pasé por recovecos, crucé cámaras y doblé en esquinas. Pasé horas así hasta que vi una sombra moverse y perderse en un cruce no muy lejano.
   Dejé de preocuparme por mantener la mano sobre la pared y corrí hacia ese lugar. Me asomé y la vi de nuevo. Otra vez doblaba en una esquina.
   La perseguí un buen trecho. Cada vez me acercaba más, hasta que en un momento pude verla bien antes de que doblara nuevamente. No era una sombra, era una figura etérea, fantasmagórica, como una nube con forma casi humanoide; de color negro.
   Para cuando me quise dar cuenta, me había desorientado, pero el sol seguía en el mismo lugar. Me desesperé. No tenía ni la más mínima idea de donde estaba, ni podía conseguir pistas para averiguar mi ubicación.
   Me forcé a calmarme y volví a intentar el truco de la mano pero con el paso acelerado. Comencé a cansarme. En un momento pensé en dormir pero me di cuenta de que era estúpido por obvias razones.
   Seguí caminando hasta que en un momento giré por otra esquina. Había perdido la cuenta de cuantas habían sido. Justo adelante estaba la figura, a escasos metros, quieta. Pude observarla mejor y vi que tenía cierta coloración verdosa. Se me acercó. Estaba demasiado cansado para correr así que acepté lo que sea que fuera a pasarme.
   Se movió demasiado rápido. Me arrastró con una trayectoria arqueada hacia arriba, arrancándome del suelo. Nos elevamos varios metros, tal vez unos cien, tal vez más.
   Desde arriba pude ver el laberinto entero. Me sentí como un idiota y me reí de mi propia estupidez. Podía ver claramente la entrada y la salida de esa jaula de cemento, y pude ver también como ambas estaban conectadas por un único pasillo recto.
   La "sombra" comenzó el descenso en picada. Tomamos más velocidad de la que habríamos conseguido cayendo. Pensé que chocaríamos contra la arena, así que en un impotente intento de salvarme me cubrí la cara con los brazos.
   Pero justo antes de llegar al suelo desaceleró. Sentí como mis pulmones se aplastaban contra mis costillas por el abrupto cambio de velocidad. Me depositó suavemente en el suelo, justo a mitad de trayecto entre la entrada y la salida. La miré, no tenía ojos pero sentí como si me devolviera la mirada. Hice una inclinación de cabeza en señal de agradecimiento y "ella" empezó a undirse lentamente en el suelo. Me quedé viéndola hasta que hubo desaparecido por completo y emprendí la marcha hacia la salida.
   Tardé un poco, estaba cansado, pero llegué. Crucé la última pared de ese laberinto y encontré una puerta abierta con alguien que me saludó diciendo.

-Te tardaste-

   Era la primera vez que lo escuchaba hablar. No me molestó su voz.
   No respondí y apenas sonriendo pasé por la puerta.

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