Capítulo 5: Ave plateada.

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   ...Avancé a través de la abertura y me encontré en medio de un bosque. Si era de día no podría decirlo con certeza, la densa niebla y los frondosos árboles que se elevaban hacia el cielo me impedían poder distinguir una hora del día en base a la poca luz que lograba atravesarlos.
No caminé, pero de alguna manera me movía por ese lugar. Empecé a fijarme en lo que pudiera detectar. El olor a pino disipado por la niebla, el canto melancólico de algunos pájaros, el sonido de alguna rama que se rompiera bajo el peso de algún animal pequeño, a veces veía la sombra de un conejo o un zorro, algún haz de luz que se habría podido colar entre las hojas para llegar a alumbrar al menos un poco el suelo. Veía la tierra que pisaba, la niebla que atravesaba y mi propio aliento condensado en frente mío.
   Hasta que en un momento me hallé en un claro. La niebla seguía dificultando la visión, pero los árboles ya no impedían el paso de la luz. Frente a mí, una escena con demasiada información para poder captarla entera de una sola mirada. Me fijé en los detalles de a uno. Lo primero que llamó mi atención fue una enorme lechuza de un hermoso plumaje plateado posada sobre una rama. Luego los miré hacia arriba, era extraño, seguía sin poder distinguir entre día y noche, la luz gris que me alumbraba no pertenecía a ninguno de los dos estadíos.
   Finalmente apunté la vista hacia el suelo. Fue en este punto donde más me sorprendí de no haberlo visto antes. Cuerpos sin vida desparramados por el lugar, serían alrededor de treinta. No olía a podrido.
   Nuevamente miré hacia la lechuza, y ella me vio a mí. En sus ojos entendí que no había sido ella la causante de esa masacre, y en su pata encontré una fina cadena. La seguí con la vista hasta el cadáver más cercano, al cual estaba amarrada, perteneció a una mujer.
   Volví a verla a los ojos, en esa especie de diálogo que uno puede tener sólo con la mirada me pidió ayuda, aunque también me pareció notar rencor hacia mi persona. Dudé, no quería acercarme, pero sentía que debía hacerlo, así que al final me acerqué hasta tener la cadena en mis manos.
   El ave no se movió más que para mantener sus ojos puestos sobre mí.
Sin mucha dificultad rompí la prisión de la criatura, la cual me observó por unos instantes antes de emprender vuelo.
   La seguí hasta que se hubiera perdido de vista. Y En ese momento, sin que nadie dijera ni hiciese nada para llamarme, pasé a través de la puerta que alguien mantenía abierta.

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