Capítulo 6: La cocinera.

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   ...Me sentí a gusto apenas entré. Encontrábame en una cocina comedor demasiado pequeña para poder moverse con facilidad, lo que la hacía acogedora. Colgaban del techo y las paredes diversos utensilios de cocina. Pude ver unos cuantos cuadros de Van Gogh colgando en los espacios de pared que no poseían herramientas gastronómicas.
   En el centro de la habitación había una mesa rectangular con dos sillas, una a cada lado de las aristas más largas.
   Hacia la izquierda estaba la propia cocina. El horno estaba encendido con el fuego demasiado alto.
   Es un rincón era una anciana mujer de espaldas a mí quién estaba preparando algo en un tazón. Me invitó a una de las sillas. Intenté avanzar por ese estrecho lugar hasta sentarme, no fue una tarea demasiado difícil, aunque me golpeé la frente con un cucharón de madera que colgaba del techo.
   Una vez hube estado sentado, la mujer me preguntó.

-Mi niño ¿Te agrada el tomate?-

   A lo que respondí que no.
   La anciana asintió con la cabeza.
   Esperé unos minutos y me entregó un plato de pasta con tuco. Empecé a comer. Estaba bueno.
   Me preguntó.

-Señorito ¿No era que despreciabas el tomate?-

-No de esta manera, señora-

-Pero sigue siendo tomate, la cuestión es si te gusta o no-

-No es así, señora. Le doy un ejemplo ¿Usted come carne cruda? Probablemente no, y si lo hace puede ver que cambia drásticamente el cocinar dicho ingrediente. El tomate no me gusta crudo, como fruto; pero es un buen condimento si está preparado como puré cocido-

   La mujer pareció entender y siguió cocinando.
   Me sirvió un plato de puré de zapallo que empecé a comer con desgano, no me gusta el zapallo.
   La anciana lo notó y me dijo.

-Mi hombrecito ¿No te agrada el puré?-

   No me pareció correcto mentirle, así que respondí con un movimiento de cabeza.

-Pero ¿No habías dicho que si estaba preparado como puré cocido, era sabroso?-

-Me refería solo al tomate, señora. El zapallo no me gusta de ninguna manera-

-Oh, querido, me hubieras dicho antes. No te preocupes por ofenderme, estoy para tu felicidad-
¿La papa te gusta?-

-Sí, pero no como puré-
(Me reí de mi propia ironía)

-¿Cómo es eso? ¿No es que solo te gustan los vegetales en puré, menos el zapallo que no te gusta de ninguna forma?-

-No, señora, tengo una preparación predilecta para cada ingrediente-

-Entonces, mi niño, hagámoslo más sencillo ¿Qué te gustaría comer?-

   (Parecía disfrutar de lo cómico de la situación)

-¿Podría preparar una tarta pascualina?-

   Asintió, por lo que solo me correspondía esperar.
   Pude ver como en un momento batía un huevo, lo estaba haciendo con el objeto equivocado, pero no le di importancia, se me hizo hasta cómico.
   Al cabo de un rato me entregó un plato con dos roscas, una llena de huevo souffle, y la otra con acelga al vapor. No era técnicamente una pascualina, pero me servía.
   Comí hasta terminarlo, estaba bueno.
   Cuando hube terminado me preguntó si deseaba postre, a lo que respondí que no podría, ya que era hora de irme.
   La puerta se abrió con su ya conocido acompañante, despedí a la anciana dándole las gracias y desperté.

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