molestia.

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¡Tsk!

Bufo mientras seguía caminando, mirando discretamente a su espalda, estaba hartó ¡¿Cuanto más le iban a estar siguiendo?!

Aumento la velocidad de sus zancadas, intentando perderles por las transitadas calles de Londres, pero no era fácil, eran muy persistentes.

Desde hace un par de días Sebastián había empezado a seguirlo, confundido por la actitud tan extraña del pelirrojo, aún no entendía el porque de la noche a la mañana Grell parecía haber perdido todo interés en su persona...y eso le molestaba.

Su ego estaba herido.

Realmente no le interesaba el pelirrojo, no de la manera sentimental como ese deseaba, pero no podía negar que le gustaba ser el centro de atención de este, que se desviviera por intentar complacerlo y que en muchas ocasiones le permitiera usarlo como saco de boxeo, eso le hacía sentir... bien...querido... poderoso. Por lo que al perder a su lamebotas oficial y sentir que a Grell ya no le importa lo pone de...¡Agh! No, no,no, descubriría que es lo que le sucede al pelirrojo y lo arreglaría, de esta manera todo volvería a la normalidad.

Con esta idea en mente el pelinegro brinco a un tejado, para poder correr entre estos y no perderlo de vista.

Pero Sebastián no era el único azabache que perseguir a Grell, había otro moreno a la caza.

William también se sentía desplazado, rechazado, humillado...y no le agradaba.

De la noche a la mañana dejo de recibir los halagos y muestras de afecto por parte del rojito, los acosos y presentes, todo.

Si bien esto es lo que siempre quiso..
O almenos creía querer. Pero no, no estaba feliz.

Aunque odiara admitirlo ya se había acostumbrado a las muestras de afecto, así como las súplicas y favores que conseguía del otro, eso elevaba su auto estima y le hacían sentir fuerte, saber que tienes a alguien en la palma de tu mano que daría todo por ti y tu puedes moldearlo a tu antojo...era increíble. Por lo que no estaba dispuesto a perder su juguete.

Grell avanzó un par de metros más hasta...

De la nada el chico empezó a correr, adentrándose en los callejones, era consiente de las dos sombras que le seguían de cerca y...¡Estaba harto!

Llegó hasta uno de los barrios más pobres ahí bajo al área más alejada, deteniéndose en un claro.

¡Ya me tienen hartó!
¡¿Que diablos es lo que quieren?!

Molesto era poco, estaba furioso, ni siquiera podía disfrutar unos minutos de paz antes de iniciar su trabajo.

¡Déjense de estupideces, William, Sebastián, salgan ya!

¿William? ¿Sebastián? ¿Donde habían quedado sus apodos cariños, el chan tras su nombre? Y ¿Esa dulce voz con la cual pronunciaba sus nombres?

Las sombras no tardaron en aparecer, mirándose fijamente, con odio, mientras se acercaban a él pelirrojo, era momento de terminar esto.

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