Llevaban más de diez de minutos del mismo modo, él se había sentado en la pared opuesta a la de ella, mirándola fijamente. Y Corine sólo quería irse, que alguien llegara a salvarla.
—Ey, It'ta (yo soy) Corine ¿Siu? (Tú) —le preguntó, queriendo saber cómo se llamaba.
El rubio la observó indiferente.
—Okay, entonces, yo soy Corine —le dijo señalándose así misma, casi deletreando las sílabas—. ¿Cómo te llamas tú? —preguntó señalándolo—. Corine ¿Y tú?
La miró a los ojos y sonrió divertido. Era una estúpida. Le había entendido a la primera, sólo que no iba a decirle su nombre, y menos a una humana.
—¿A caso dije algo gracioso? Sólo quiero saber cómo te llamas. Corine ¿Y tú? It'ta Corine ¿Siu?
El rubio se puso de pie, y la dejó sola nuevamente. La morena se abrazó así misma, suspirando. Al estar en medio de la selva, el sol no solía llegar muy bien hasta esa zona, haciéndola más fría.
El tipo volvió, y tiró junto a ella la piel de un animal, peluda, y se la señaló.
—¿Qué quieres que haga con eso?
Se agachó y la tomó, tirándoselo encima, provocando que ella también se cayera. Aquella piel pesaba demasiado. El rubio gruñó molesto, y la ayudó a sentarse nuevamente.
Y además de estúpida, era una hembra muy débil.
—Shinsei (gracias)—murmuró Corine, mirando hacia un lado.
Necesitaba hacerle entender que debía usar algo para cubrirse.
Él la observó, y luego volvió a la pared opuesta, sentándose nuevamente para mirarla. Corine suspiró, y se cubrió por completo con la piel, cerrando los ojos.
¿Qué diablos iba a hacerle?
***
Sabían que la médica había salido de su casa hacía más de tres horas, en su auto, y no había regresado. Es por eso que habían organizado un grupo de rescate para buscarla, sin saber realmente por dónde comenzar.
Empezaron a buscar pistas de su auto, para saber hacia dónde se dirigía, y luego de dos horas, lo habían encontrado estacionado muy cerca de donde empezaba la parte más profunda de la selva.
—Sí ella entró allí, es probable que no siga viva —pronunció serio un oficial.
***
Se despertó al sentir el olor a madera quemada, y se levantó del suelo, mirando somnolienta donde se encontraba. No estaba en la sala dónde se había quedado dormida.
Estaba en una especie de habitación, sentada sobre varias pieles, y junto a ella, había lo que parecía ser una gran cama.
—Genial, creo que soy su mascota o algo así —bufó.
Salió de aquella habitación, y caminó con pasos suaves fuera de allí, llegando hasta la sala. Se asomó a la puerta que estaba abierta, y observó que él estaba sentado sobre un gran tronco, cocinando.
Había encendido una fogata, y sobre la misma había un animal, cocinándose. Parecía una especie ciervo. Corine se acercó a él con cautela, y se sentó a su lado, mirando el fuego.
—Atok (hola) —murmuró sin mirarlo.
Pero él no respondió, mirando sólo su futura comida. El cielo ya estaba oscureciéndose, y sabía que la noche pronto llegaría... Y nadie había ido a buscarla.
—Oye ¿Vives sólo?
Esperó a que le respondiera, pero siguió ignorándola. Lo miró, y luego se abrazó las piernas, mirando el fuego. Alguien tenía que ir a buscarla, tenían que encontrarla.
Cerró los ojos, y cuando estaba quedándose dormida, lo escuchó gruñir, alertándola. Corine lo observó con temor, y él estaba mirando hacia los árboles.
—Jaha'lá (vete) —le gruñó a ella, señalándole la cabaña.
Ella asintió con la cabeza, y se apuró a entrar a la cabaña, en ese momento, escuchó varios gruñidos más, aterrorizándola.
Abrió levemente la puerta, y se asomó para ver que ocurría afuera. Y con temor, observó que había llegado otro hombre, un poco más bajo que el rubio, pero igual de fornido que él.
¿Por qué se iban a pelear? ¿Por el animal? En verdad parecían salvajes. Cuando los escuchó gruñirse y rugir, cerró la puerta rápidamente, con miedo.
Si el rubio perdía ¿Qué sería de ella? No podía fiarse de él, pero al menos no la había dañado, aún.
Los escuchó pelear por varios minutos, y luego todo se volvió un profundo silencio. Corine observó que por debajo de la puerta, una sombra se acercaban a ella, por lo que corrió hacia el extremo opuesto, observando con temor.
La puerta se abrió de un fuerte golpe, y sintió cierto alivio al ver que se trataba del rubio. Alivió que no le duró mucho, ya que vio que él estaba sangrando.
—Oh, no, estás sangrando mucho —le dijo preocupada, acercándose a él.
Pero cuando intentó tocar su pecho, él le gruñó en advertencia.
—It'ta mako (soy médico/sanador) —le dijo en un tono calmo—. Mako siu (sanarte)
—Iesu (no) —gruñó alejándola.
—Mita (sí) it'ta mako.
—It jaha'lá hatat'ma (aléjate de mí, extrajera) —gruñó molesto, caminando hacia su habitación.
Corine rodó los ojos, y se sentó en el suelo de la sala. Pues que hiciera lo que quisiera, si se moría, al menos ella podría huir de allí.
Se acostó en el suelo, y se acurrucó, temblando. La tierra estaba muy fría, y ella con su camisa rota, tenía varias secciones de piel en contacto con la misma.
Cerró los ojos, y lo escuchó gruñir. Sí, de seguro le dolía las heridas, si tenía grandes tajos por los brazos y el pecho. Respiró profundo, y se puso de pie una vez más.
Fue hasta la habitación, y observó que intentaba colocarse una especie de ungüento sobre una herida que tenía en la espalda, y no llegaba.
—Ey, yo puedo ayudarte.
La miró molesto, pero no sé opuso cuando ella tomó el pequeño recipiente de piedra, para mojar sus dedos en el ungüento.
—Esto te dolerá mucho —le dijo antes de pasárselo por la herida.
Lo escuchó rugir, y sopló suavemente, intentando aliviarle de algún modo el ardor. Le devolvió el ungüento, y con algo de dificultad, cortó dos tiras anchas de su pantalón.
Las ató entre sí, y ante la mirada desconfiada de él, se las pasó por la cintura y la espalda, cubriendo la herida. Sabía que aquello realmente necesitaba una sutura, pero eso era lo mejor que podía hacer por él en ese momento.
...
No sé si escribir un capítulo más, o irme a dormir 🤔❤️💕
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Blaise
Teen FictionLibro 4 de Bestias Puesto #1 en bestias 😍❤️ 06/05/19 Primera publicación: 24/04/19