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Pasó un día, Nat se había ido a Viena hace unas horas.

— linda, mira. — dijo Peter señalando la pantalla de la tienda, estaban pasando las noticias.

La sede de la ONU en Viena fue atacada por Bucky Barnes, uno de los fallecidos fue el rey T'Chaka de Wakanda.

Saqué mi celular y llamé a Natasha.

— contesta, contesta...

— ¿hola?

— hola Nat, soy Ali, me enteré de lo qué pasó, ¿estás bien?

— sí, uno que otro rasguño y moretón, nada grave.

— es un alivio.

— ¿quién es? — escuché la voz de Steve.

— es Ali. — respondió. — gracias por preocuparte por mí. — Peter me dijo que pusiera el altavoz.

— alguien quiere saludarte. — pues el altavoz.

— ¿estás bien, Nat?

— sí, gracias Peter, no te preocupes. — se escuchó que suspiró. — les hablo después, chicos, gracias. — colgó.

Después de un rato me llegó un mensaje de papá.

— lo siento, tengo que irme.

— no importa. — dijo y me besó. — entiendo por lo que pasan en este momento. — lo miré. — bueno... no lo sé pero sabes a lo que me refiero. — dijo mientras yo me levantaba de la banca.

— si, lo sé. — me abrazó por la cintura aún sentado. — te amo, cuando regrese te aviso.

— ¿regreses?

— al parecer iremos a Alemania.

— qué bien, me recuerda a cuando fuiste a Mónaco.

— ¿no era Italia? — ambos reímos y lo besé. — adiós.

— adiós. — tomé un taxi y me devolví al edificio para irme junto a papá.

Wanda y Visión se quedarían en el edificio mientras nosotros nos íbamos, no quedaba nadie más. Le avisaron a papá que mi tío detuvo a Steve, Sam, Bucky y al parecer al nuevo rey de Wakanda, T'Challa.

— qué bueno que firmaste el tratado.

— no porque no hayan firmado les pasó esto, ni siquiera T'Challa y Bucky están relacionado con los vengadores. — dije mirando mi celular y después lo miré. — Wanda está bien y no firmó los acuerdos, creo que no los firmará.

— ahora tu mejor amigo fue detenido.

Llegaron y abracé a Steve.

— eres un idiota.

— lenguaje.

— comoquiera eres un idiota.

— cariño, tengo que hablar con él. — asentí y me separé de Steve.

— ¿ya firmaste? — asentí.

— lo siento.

— no importa. — se fue con papá.

— ¿te hicieron lo mismo? — me preguntó Nat y la abracé mientras veíamos afuera.

— ¿ponerme entre la espada y la pared? — asintió. — sí, ambos. — sonreí. — pero debo escoger a papá, es mi papá.

— qué bueno que yo no tengo compromiso con ninguno. — dijo sonriendo y reí.

Después de un rato salieron, papá nos miró dando a entender que no firmó el tratado.

La hija de StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora