Historia dedicada a mi amada abuela Jolynemywife (quien hizo la hermosa y magnífica portada) y para Cloe_Gamer que se emocionó mucho cuando anuncie esta historia.
Gracias por leer mis historias, espero que disfruten este capitulo tanto como yo amé escribirlo.
"Sentí que llegabas, que el mundo se hacía tu cuerpo, que mi vida era tu vida y que jamás me separaría de ti."
Con tres presentaciones, cuatro exámenes diferentes y una práctica la cual salió horriblemente mal por culpa de un par de idiotas de la clase, el maltrato que recibía por la estúpida mujer de la lavandería donde trabajo, el practicar en un hospital donde un imbécil me haya llevado al quirófano para "enseñarme cómo funcionan las cosas allí", y que se terminara el Panna Cotta antes de que lo pudiera comprar. Si, sin duda había sido un mal inicio para mí. Me encontraba lo suficientemente cansada como para estar tirada sobre el pupitre agonizando mis penas mientras tomaba una pequeña siesta usando mi mochila de almohada.
Estaba consciente del desastre que era, con mi bata supuestamente blanca manchada por completo con lo que parecia ser sangre (kétchup, no sé qué es), mis cabellos recogidos en un apresurado rodete que no lograba sostenerse por ningún lado, mis gafas sucias y para colmo no encontraba mi lápiz negro.
- Pero que día de mierda. – Y como si me hubiera escuchado mis lamentos, una de mis amigas vino casi corriendo a mi lado, sentándose de golpe obligándome a levantar la cabeza del susto. – Serás idiota, ¿Acaso quieres matarme? – Dije colocando una mano de forma dramática mientras que Abby rodaba los ojos.
- Cállate y escucha. – Dijo colocando sus manos con energía en el banco. Me arremangue un poco, mientras la escuchaba comenzar a hablar tan animada como siempre. Jamás entenderé como es que lo hace, vamos a casi todas las clases juntas y ella siempre está fresca como una lechuga. – Sábado, tú, yo, Diana y Esteban, The Soda Dance, a las seis no llegues tarde. – Y tras decir aquello se fue corriendo para hablar con su noviecito.
- Hola, gracias por preguntar, estoy bien solo un poco cansada, no sé si pueda salir, te quiero, adiós. – Me reí para mis adentros mientras la veía alzarme el dedo del medio, y yo como buena amiga hice exactamente lo mismo.
A los pocos segundos entro el profesor saludando una vez más con aquella aguda y molesta voz de todos los días, si bien me "encantaba" la farmacología su voz era irritante, lo peor de todo es que sigo sin saber dónde está mi bendito lápiz.
Realmente no era nada especial mi vida, nada fuera de lugar. Solo era una joven muchacha de veintitrés años, que vive sola en un pequeño departamento en una de las zonas menos seguras de toda Venecia, con un empleo de medio tiempo en una lavandería donde la dueña parece estar con cólicos todo el día. Nada fuera de lo normal, a veces tenía que volver a casa caminando ya que perdía el autobús, otras iba en taxi aunque no era muy fanática de las últimas dos.
Tome mis cosas como todos los día y me fui lo más rápido que pude de la facultad, logrando tomar el maldito bus que había comenzado su marcha aunque me había visto venir corriendo. Pague la entrada y mire a mi alrededor, no había ningún asiento vacío así que como pude tome uno de los caños de hierro, que estaba sudado por cierto. Simplemente me resigne a maldecir mi suerte de este día y mire por la ventana, tratando de pensar si es que me estaba olvidando de algo.
Rasque mi cabeza con mi mano libre hasta que sentí algo puntiagudo pincharme, se trataba de mi vendito lápiz negro. – Aquí estabas desgraciado. – Dije divertida mientras lo dejaba dentro del bolsillo de mi sucia bata para después peinar mi cabello con los dedos.

ESTÁS LEYENDO
La sangre de los inocentes
RawakEra una noche oscura, la música desbordaba por todo el lugar, mujeres y hombres divirtiéndose por igual. Quien diria que al aceptar un trago tu vida cambiará por completo. Tal vez fueron aquellos enigmáticos ojos carmesí o aquella aura de respeto y...