Capítulo 7

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Yuliy

—¿Qué? —mi voz se queda en mi boca, no sale por el miedo.

Mis manos sueltan de repente a la chica y estas caen a mis costados. Ella me mira con cierta timidez y algo de burla. Mi corazón late acelerado por lo que ella acaba de confesar y aún no puedo expresar el gran miedo que siento muy dentro de mí.

—¿Cómo... cómo es eso posible? —mi voz sale desesperada, asustada.

Las lágrimas amenazan con salir de inmediato pero trato de mantenerlas en su lugar, no vale la pena. Tal vez sea otro juego más de los vampiros.

—ni yo lo sé, recuerdo que morí en tus brazos... que me despedí de ti y solo miré al cielo en busca de paz. — Ella me suelta del cuello y retrocede —. No recuerdo lo que me pasó... no sé nada.

Sus ojos rojos vuelven a la normalidad, unos ojos color azul es lo único que veo. Es como si fuera mi reflejo, un espejo que me representa a mi y es terrible. Mi corazón sigue latiendo fuerte así que decido bajar la mirada. Ella no se acerca y sé que teme que pueda hacer algo, que no le crea lo que antes me había dicho y está en lo cierto. No le creo absolutamente nada, cualquiera pudo ver la escena, espiar desde las sombras el momento en que el se fue... pero aún así una parte de mi desea creerle. Mi corazón aún desea tenerlo cerca, aún quiere mantener viva esa experanza de que él a lo mejor sigue vivo.

—sé que no me crees y lo entiendo. Pero te juro que lo soy, aparezco cada noche en tus sueños; esos sueños extraños que cada noche sufres y que te dicen algo muy importante pero que a veces el dolor te nubla la mente... sientes que tu corazón se parte en dos, que tus ojos se llenan de lágrimas sin siquiera notarlo... —le miro asustado y decido callarla de inmediato.

Niego varias veces, tratando de que no sea real. Tratando de que sea una mala broma o que sea solo un truco para que caiga en manos equivocadas. Los vampiros pueden ser malvados y mentirosos cuando se lo proponen.

—no, no pienso aceptar eso. Él está muerto, aunque me duela aceptarlo, aunque muy dentro de mi quiera que esto sea verdad. ¡No puedo! —grito esto último y salgo de inmediato del salón de clases.

Corro por los pasillos, asustado y con mis manos temblando. Mi mente divaga en muchas cosas que no quiero pensar y tampoco soñar. Estoy cansado, solo y sin nadie con quien compartir esto, la manada no me creería nunca. Muy pocos se atreven a hablarme, muy pocos me dan el respeto, muy pocos confían en mi. Con mi mente hecha un lío salgo de la escuela apresurado. Varios maestros ven mi reacción y aunque intercalan miradas de confusión, no se atreven a detenerme. Ellos saben que no soy normal y más por mis faltas a clases, por mi raras salidas al baño o por mi extraño nerviosismo que presento a veces.

Decido caminar más tranquilo por la banqueta, Emily no me sigue y eso me reconforta. El cielo se pone de inmediato oscuro, el viento empieza a soplar demasiado fuerte y mi sudadera se empieza a mojar. Empieza a llover. Bufo porque todo lo malo me sucede, este no ha sido mi mejor año y mucho menos los anteriores. Los árboles se mueven al ritmo del aire, hojas verdes caen de ellos y junto con la tierra, se cuelan en el cielo. Mi vista se nubla de repente, no sé si es por la intensa lluvia o porque las lágrimas han decido abandonar mis ojos. Puedo decir que estoy exhausto de este mundo, de lo que soy en realidad pero no vale la pena quejarme por eso, al contrario, debo continuar con mi vida a pesar del dolor. No tardo mucho en llegar a mi casa y la primera persona que me recibe es mamá, su rostro de preocupación y su ropa mojada me dicen que algo más pasó.

—hijo, ¿qué pasó?, ¿por qué te saliste de la escuela? —mi mamá me mira un tanto enojada.

Yo llego hasta ella y la abrazo con todas mis fuerzas, soltando todo lo que traía desde hace días, desde hace mucho tiempo. Tantos sueños, pesadillas, recuerdos, palabras dichas... me perjudicaron demasiado. No sé porqué aún no supero su muerte, ¡me odio por eso!

Mientras que la lluvia nos moja por completo, mi vista se posa en el bosque que se encuentra atrás de las demás casas, de toda la zona que está llena de oscuridad y de sirius que quisieran verme morir. En ese lugar, mis ojos captan movimiento, captan unos sujetos detrás de los árboles. Mi instinto me indica que corra hacia ellos y por más que quiero, decido mejor soltar a mi madre y ver de lejos. Ella me observa asustada y con más preocupación de la normal. Yo solo mantengo y controlo mis ganas de salir corriendo, de que el azul llene por completo mis ojos.

Parpadeo varias veces y trato de ver si lo que estoy viendo es real o solo una imaginación tonta. Cuando trato de acercarme y poner a mi madre detrás de mi aunque esta aun no entienda nada, algo se mueve. La lluvia cesa y solo relámpagos iluminan el día, sigue nublado y el viento hace que mi cuerpo tiemble.

—¿Qué ves hijo?, ¿qué pasa? —mi madre me toca el brazo con insistencia.

Yo solo me giro hasta ella y le sostengo las mejillas. Niego en mis adentros y me volteo hacia la persona que está en frente de mi.

La persona conocida para mi, me observa con cuidado. Me mira de soslayo en ocasiones y trata de descifrar algo en mi rostro. Él sospecha algo.

—¿me podrías decir quién es ella? —habla el hombre robusto que se encuentra adelante de mi.

Mis ojos caen atrás de él y lo que veo me sorprende. Paso saliva nervioso y la chica se pone a un lado de Dylan. Esta sonríe descaradamente, sus ojos azules y brillantes me miran con triunfo y al mismo tiempo con desesperación.

—¿Quién es ella, Yuliy? —pregunta mi madre y mi mundo se desmorona.

Mi mundo cae cuando ella alza una mano hacia mi madre y sonríe con timidez. Su inocencia falsa hace que hasta yo crea en ella pero aprendí que las apariencias engañan y que ella tal vez no sea Mikhail.

Todo esto es un juego para ella y no pretendo caer en el.

El alfa Yuliy©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora