parte 1

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11,05 de la mañana
12 de mayo del 2018

La calle principal  esta abarrotada de gente, más de lo normal, la agradable temperatura invita a pasar el sábado en la calle, disfrutando de las estatuas humanas que acaparan el paseo. La multitud se mueve con el compás relajado de quien no tiene prisa, y los pocos que la tienen no son capaces de ir rápido debido a los carritos de bebés y a las parejas dándose arrumacos que les impiden el paso.
Un anciano sonríe al ver a su nieto agarrando con fuerza su perro hecho con un globo, en cuanto el niño ha visto el payaso parado al lado de la salida de metro ha corrido hacia él, sin reflejar el cansancio de haberse tirado parte de la mañana persiguiendo a toda paloma de la plaza que hay al lado, su abuelo con mucha paciencia se lo ha comprado antes de empezar a bajar por la calle  en sus paseos habituales de los sábados.

- Iaio, iaio.- Llama la atención sobre el anciano tirándole de la manga y sonriendo de oreja a oreja.- Mira ese hombre- Señalando a una estatua humana disfrazada de soldado romano.

El niño corre hacia el soldado admirado por el brillo de la pintura dorada y de la armadura que le protege, sonríe al ver que en el casco lleva la parte de debajo de un cepillo de barrer y le pide a su abuelo una moneda para ver que hace, con toda la ilusión e impaciente por ver a la estatua en moviendo echa la moneda en una pequeña caja que tiene a los pies, el soldado romano se pasa la lanza de la mano derecha a la izquierda y dobla la espalda para tender la mano al crío, que mirando a su abuelo y riendo la estrecha fuertemente.

11,05 de la mañana
12 de mayo del 2018
La calle principal  esta abarrotada de gente, más de lo normal, la agradable temperatura invita a pasar el sábado en la calle, disfrutando de las estatuas humanas que acaparan el paseo. La multitud se mueve con el compás relajado de quien no tiene prisa, y los pocos que la tienen no son capaces de ir rápido debido a los carritos de bebés y a las parejas dándose arrumacos que les impiden el paso.
Un anciano sonríe al ver a su nieto agarrando con fuerza su perro hecho con un globo, en cuanto el niño ha visto el payaso parado al lado de la salida de metro ha corrido hacia él, sin reflejar el cansancio de haberse tirado parte de la mañana persiguiendo a toda paloma de la plaza que hay al lado, su abuelo con mucha paciencia se lo ha comprado antes de empezar a bajar por la calle  en sus paseos habituales de los sábados.

- Iaio, iaio.- Llama la atención sobre el anciano tirándole de la manga y sonriendo de oreja a oreja.- Mira ese hombre- Señalando a una estatua humana disfrazada de soldado romano
El niño corre hacia el soldado admirado por el brillo de la pintura dorada y de la armadura que le protege, choca contra un hombre vestido de negro que le increpa violentamente, el anciano acude a ayudar a su nieto, disculpándose con el señor y tirando del niño para ver al soldado.

El hombre de negro entra en un edificio acoge el ascensor hasta la última planta, una vez allí, se sube al helicóptero que le espera en marcha, cuando han despegado y están a la distancia adecuada, el hombre saca un pequeño aparato del bolsillo interior de su traje negro y acciona un botón.

El helicóptero se aleja en el cielo azul de aquella mañana de sábado, tras de sí… solo caos.

11,05 de la mañana
12 de mayo del 2018

La calle principal  esta abarrotada de gente, más de lo normal, la agradable temperatura invita a pasar el sábado en la calle, disfrutando de las estatuas humanas que acaparan el paseo. La multitud se mueve con el compás relajado de quien no tiene prisa, y los pocos que la tienen no son capaces de ir rápido debido a los carritos de bebés y a las parejas dándose arrumacos que les impiden el paso.
Un anciano sonríe al ver a su nieto agarrando con fuerza su perro hecho con un globo, en cuanto el niño ha visto el payaso parado al lado de la salida de metro ha corrido hacia él, sin reflejar el cansancio de haberse tirado parte de la mañana persiguiendo a toda paloma de la plaza que hay al lado, su abuelo con mucha paciencia se lo ha comprado antes de empezar a bajar por la calle  en sus paseos habituales de los sábados.


El niño corre hacia el soldado admirado por el brillo de la pintura dorada y de la armadura que le protege, choca con una mujer que sonriéndole le dice que vaya con cuidado, su abuelo acude a su ayuda disculpándose con la mujer y tirando de él con suavidad

La mujer sonriente se zambulle en la multitud que colapsa la calle en dirección a la boca de metro. Misión cumplida, en aquellos momentos una furgoneta negra se aleja del centro de Buenos Aires, un hombre vestido de negro maldice en su interior a la mujer que le ha detenido.


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