parte 2

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PRIMERA PARTE: EL ORIGEN DE TODO

Capitulo uno: toma de contacto

Estamos a mediados de Junio, aunque bien podría ser agosto, el calor es sofocante y la imagen de una cervecita bien fresquita en alguna terraza de la costa se cuela en mi mente mientras espero el metro. Dichoso metro. Cada día que tengo que ir al centro me acuerdo de cuando me presenté al examen de conducir, por suerte también recuerdo porque no me lo dieron y al examinador pidiéndome que parase y echando hasta la primera papilla en la acera. Creo que después de aquello dejó de dar clases. Le comprendo perfectamente, igual que comprendo lo de la huelga de autobuses ¿Pero era necesario que fuese hoy? Precisamente hoy de entre todos los días posibles... veo como se acerca el tren y me sitúo en la línea amarilla, como otras decenas de personas.

¿Qué se piensa cuando te aplastan contra un cristal pringoso y te ponen una axila en la cara? Bien, no se piensa en nada, se arruga la nariz, se cierran los ojos e intentas alejar los pensamientos 'mierda'. Mierda de metro. Mierda de calor. Mierda de cristal. Y bueno, mejor lo dejo aquí, tan poco es que quedase mucho, solo cierto sentimiento antisocial que nos convierte en perros rabiosos con cualquier contacto 'accidental' con otro, y sí, con mínimo contacto se entiende que te metan mano por todos lados y salgas del tren sintiéndote desvirgada por todos los lados.

Pero todo sea por llegar a mi hora el primer día de trabajo, una tontería, más que nada porque se que no se va a volver a repetir, pero bueno, al menos causaré buena impresión hasta mañana. Salgo de la boca de metro y miro a mí alrededor ¿A quien se le ocurre poner unos laboratorios allí? . Saco la tarjeta de la empresa y compruebo la dirección, debe ser dos calles más abajo, miro los tejados y veo que entre los viejos y marrones edificios sobresale una torre de cristal negro con una gran U roja dentro de dos orbitas. Ahí esta. UmPharma.

Dejando a parte el hecho de que el edificio canta más que un hincha del boca en un bar de River o viceversa, decir que la seguridad deja mucho que desear, en la puerta no hay nadie y en la recepción solo hay una mesa blanca y una señora de unos cincuenta años concentrada en algo que sostiene entre las manos ¿Una revista ? –me acerco intentando no reírme de las gafas de los años cincuenta que lleva la señora, con su cadenita incluida, y me paro delante de ella

-Buenas tardes, me llamo...

-Sí, la están esperando.- me dice sin mirarme siquiera.- Segunda planta a la derecha.

-Muchas gracias, señora... Miro a la mujer y a mi alrededor de nuevo ¿Por donde pretende que suba arriba?- Esto...

-Hoy están algo tontos.- Comenta risueña cuando el logotipo de la empresa detrás de ella se abre con un casi imperceptible zumbido.

-Vaya.- Entro y busco la botonera- Perdone, ¿Dónde...- Mi frase se interrumpe por las puertas cerradas y la sensación d estar descendiendo me abruma. Observo extrañada las paredes lisas y blancas, al lado de la puerta hay un trozo de cristal transparente en el que se refleja un número dos que parpadea, busco el origen del reflejo pero allí no hay nada ¿Sale del cristal? De repente deja de parpadear y escucho el mismo zumbido que en recepción, las puertas se abren.

-Bienvenida a UmPharma- Me saluda un hombre de unos cuarenta años , el pelo cortado al uno y de un color blanquecino, los ojos de un azul claro y una perilla intentando parecer más joven, lástima que sea también blanca.

-Eh... hola.

-Soy el doctor Mariano, hemos hablado por teléfono varias veces.

-Perdone doctor, no le reconocí la voz- Me excuso de forma infantil, los nervios del primer día.

-Es lo que tienen los contratos por teléfono.- Saca de su bolsillo un trozo de cristal como el del ascensor, lo observo detenidamente, mi nombre parpadea en él, ¿Qué serán esos cristalitos?- Coloque el dedo pulgar en la superficie, por favor. Debajo de su nombre.- Hago lo que me dice y veo como una copia de mi huella dactilar se queda bajo mi nombre, el doctor Mariano se la guarda en el bolsillo y hace una mueca a modo de sonrisa.- Los vestuarios están al final del pasillo, cuando se haya puesto el uniforme uno de nuestros empleados le enseñará todo esto, le gustará estar aquí, ya lo verá.- El doctor se mete en el ascensor y desaparece. Aquí gastan mucho en aparatitos de última generación y poco en recibimiento, me encojo de hombros y miro a mí alrededor.

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