Capitulo 6 : Fotografía de Eduardo y Sara:

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Al llegar a la casa donde yacía la sangre de Sara, y donde fue su decapitación, (a causa por el hombre extraño de la gabardina). Entró de un golpe brusco por la puerta principal. Se dirigió a la sala de estar, (donde se hallaban Sara y el hombre extraño de la gabardina). Cuando Eduardo llegó a la sala, se topó con algo sumamente perturbante y extraño. Encontró un enorme charco de sangre por doquier, sin explicación alguna. Eduardo, se corrió rápidamente y con ritmo apurado y sofocante en su respiración, como si fuese una zebra siendo perseguida por un gran depredador en busca de su deliciosa y jugosa cena (o almuerzo). Entró en la cocina para a ver si de casualidad se encontraba a su esposa, o de casualidad esa cosa, ese monstruo que de alguna extraña manera, Eduardo logró tener ese presentimiento extraño y aterrador. Que le comunicó su esposa, mediante la cabeza.

<<¡Mierda no hay nadie aquí!>> —dijo Eduardo en su mente.

Hizo desastres por todas partes, (solo en el área de la cocina). Sacó platos, sartenes, de todo tipo e incluso uno de los mandiles favoritos de Sara, que usaba (antes de casarse) cuando le hacía esta el desayuno, comida, postres, y por ultimo, cenas a su querido esposo Eduardo.

Eduardo inspeccionó cada minúsculo de detalle en el mandil de Sara, el mandil, era de color rosado de cuadritos blancos. Como si fuese una camisa de un universitario, un poco nerd, que le hacían burla sus compañeros durante todo el año en su instituto. El mandil tenía varios cuadros de color blanco claro, como el color cálido y hermoso cielo del mes de Junio.

Junto el fondo que a acompañase al mandil, evidentemente. Era el color rosado, fuerte, ademas de los colores que visualizaba Eduardo, también visualizaba una mancha de grasa.

—¡Esa grasa espero que sea de lo que me a cocinado mi mujer durante toda esta semana pasada! —pensó Eduardo.

Siguió buscando más detalles que llamasen la atención a simple vista de Eduardo, por todo el mandil, cualquier cosa que fuese de prestar muchísima atención. A los ojos de Eduardo. Buscó por todas partes, hasta que le dió vuelta el mandil de su mujer. Como cualquier lector que hace lo imposible por encontrar algún mensaje incrustado o algo así por el estilo que es muy difícil. Pero esta vez fue completamente diferente.

No encontró nada, solo más color reluciente y agradable a simple vista. Eduardo dejó el mandil de Sara en la mesa de piedra. Pasó entre la entrada que conecta a la sala de su hogar, y se dirigió rápidamente a su cuarto con un ritmo cardiaco apresurado, y cortante como si ya fuese ya brutalmente embestido y devorado con algo de vida.

Por un brutal depredador en busca de su desayuno en plena mañana friolenta de Enero. Cuando por fin llegó al cuarto, donde Eduardo esperase por lo menos encontrar el cuerpo de Sara. Pero lo único que encontró es...

—¡NADA! —dijo Eduardo, con mucha impaciencia.

Encontró la cama completamente intacta, sin ningún rastro que identificase a su mujer. O por lo menos, rastros de que estuviese viva. Pero definitivamente no encontró nada, husmeó por toda , ( o al menos de un principio) Pero seguía con el mismo resultado, nada.

Cada vez su ritmo cardiaco iba con mas presión, sentía que el corazón le saltaba desde los pies, hasta sus cuerdas vocales. Sentía como poco a poco cómo se le acababan las opciones, y daría por definitiva la perdida de su mujer, al ver que se paseaba sin ningún rumbo, decide, por acto de incongruencia dormir un poco en la cama matrimonial de su cuarto. Sin hacer más, al no tener más opciones en su cabeza. Como si fuese el bravucón que no tuviese amigos, ni a nadie a quien joder durante un buen semestre en su instituto.

Subió uno a uno las escaleras hasta llegar a la cama, y se tumbo. Como si fuese un niño frustrado al reprobar una materia como es matemáticas o español en su primer año de curso en su instituto y no haya qué hacer para decirle a sus padres que no ha pasado esas materias.

3:33Donde viven las historias. Descúbrelo ahora