Capitulo 5

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Ese día amaneció lloviendo, como si el cielo llorara la pérdida de Sarah. Al entierro asistió casi todo el pueblo, las encargadas del orfanato que la habían visto crecer no podían más que lamentar su pérdida. Holly se refugiaba en los brazos de Mary Jean mientras lloraba y Clark permanecía inmóvil frente al cajón con su mirada perdida más allá de los prados. Casi no respondía cuando se acercaban a darles las condolencias. A Missie la estaba cuidando una amiga de Sarah. La lluvia se hacía cada vez más copiosa y no permitía ver más allá de unos pocos metros.

De a poco todos se fueron retirando, pero Clark seguía inmóvil con la lluvia golpeando su sombrero y cayendo como una cascada frente a su cara. Mary Jean se le acercó lentamente.

-Es hora de irnos señor Davis, Missie lo necesita, y Holly esta empapada, podría enfermarse.

El ruido de la lluvia cayendo en los charcos se hacía cada vez mayor, y Clark no decía una sola palabra.

-Por favor necesitamos irnos Clark- le repetía Holly

-No puedo dejarla, me necesita.- dijo Clark

-Su hija lo necesita, Holly lo necesita, por favor ya nada puede hacer por Sarah, hizo todo lo que pudo, Sarah quería que usted cuidara de Missie pero si se enferma poco va a poder hacer, el camino está cada vez más fangoso, necesitamos irnos ahora. Por favor Señor Davis vamos.-Dijo Mary Jean cada vez con más determinación,  al ver que no respondía se indignó y mirando a Holly le ordenó- vete a la carreta en un minuto estaremos ahí. Señor Davis necesito que me mire, míreme- le tomó el rostro con sus manos y le obligó a mirarla dirigiéndolo hacia su mirada- Hice una promesa, necesito de usted para cumplirla, voy a cuidar de su hija, su hermana y de usted porque ese era el deseo de Sarah pero no puedo si alguno de nosotros se enferma. Ella lo amaba y quería, no…necesitaba que siga, sé que esto es muy pronto para que lo supere pero vamos a aprender a vivir con el dolor y a superar los desafíos, ahora vamos a casa, Missie nos necesita.

Clark no salía de su asombro, sacudió sus ideas y sin decir una palabra se fue caminando decididamente hacia la carreta, mientras que Mary Jean no sabía de donde había sacado fuerzas o valor para hablarle así, en realidad jamás le había gritado a nadie, era una señorita con todas las letras. Ante el asombro de su propia reacción se quedó estática en el lugar.

-¡Señorita Claridge...señorita! – Gritaba Clark- ¿viene o no?

Mary Jean corrió hasta la carreta y se sentó sin apartar la mirada del camino que estaba cada vez más embarrado. A mitad de camino la rueda derecha se estancó en medio de un gran pozo de agua y barro. Clark maldijo por lo bajo. Se bajó y trató de sacarlo empujando pero era imposible. Busco una rama gruesa de un árbol caído pero no podía hacer suficiente palanca como para desencajarlo.

-Necesito que vayas hasta la casa Holly y mandes a Roberts para que busque ayuda de algún otro hombre para sacar la carreta del barro,- le ordenó Clark- toma el caballo, no corras, ve con cuidado y que Robert  lo traiga otra vez, lo necesitamos. Que traigan palas. ¡Ve!

Al galope salió Holly mientras Clark y Mary Jean continuaban haciendo fuerza pero era imposible.

-Déjelo, hasta  que vengan los hombres no vamos a poder hacer nada.-Dijo Clark

 La lluvia había menguado hasta convertirse en una fina llovizna. Clark caminó hasta un árbol cercano en busca de refugio y cuando Mary Jean se disponía a seguirlo, resbaló cayendo de espalda y embarrándose toda la espalda. Automáticamente ella rompió a reír como le sucedía cada vez que caía. Clark no entendía cómo podía estar riendo en semejante momento, se indignó y se acercó a ayudarla, porque el hecho de que fuera un granjero no significaba que fuera un maleducado. Pero mientras más intentaba ayudarla a levantarse, ella más reía menos fuerza podía hacer y más se resbalaba. Hasta que Clark no pudo hacer más fuerza, su mano se resbaló de la de Mary Jean y cayó al barro también. Al darse cuenta de lo que había sucedido Mary Jean dejó de reír y miró el rostro de Clark, que estaba completamente rojo y enojado. En ese momento llegaron Robert Heigt y el comisario Mc Cane que al ver semejante escena rompieron a reír estruendosamente haciendo que Mary Jean estallara otra vez en risas y Clark no pudo resistirse más y sonrió.

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LOVE BEGINSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora