°Hola Lis, yo... soy Clint, um, sólo quería decirte que... Me haces mucha falta, yo necesito hablar contigo, tengo muchas cosas que contarte. Cuando escuches este mensaje, por favor llámame, te extraño.
Ha pasado una semana, ¡una semana! Y no, Lisa no me ha llamado y yo no he querido volverla a llamar, por qué que tal si ella no quiere hablar conmigo y quizás por eso no me llamó. Juro, lo juro en serio, estoy volviéndome loco, ni siquiera duermo esperando que me llame, esperando que... No sé, que dé señales de humo al menos.
—No sé que hacer, mi hijo está fuera de control —vi a la señora frente a mí que lleva una hora contándome sus cosas y no le he prestado atención.
—¿Le digo la verdad? Yo tampoco sé que hacer con su hijo, aunque ¿sabe qué? Debería darle una golpiza y sacarlo de su casa, ya está lo suficientemente grandesito para valerse por sí mismo.
Me vio asustada.
—Clint, tienes llamada —dijo Jenni asomando la cabeza. Estaba tan entrado en mi consejo que no había escuchado el teléfono.
¡El teléfono! Quizás sea Lisa.
—Bueno —dije cuando levanté el teléfono.
—¿Usted es el psicólogo Clint...? —colgué.
—¿Por qué colgaste? —Jenni me vio asustada.
—Número equivocado —me encogí de hombros.
—Claro que no lo era.
—¡Es mi teléfono déjame! —me puse pie—. ¿Puedes traerme un café por favor?
—Vete al diablo —cerró la puerta.
—¡Ah! —golpeé mi escritorio—. Mierda, necesito un café.
—Tiene cinco tazas en su escritorio —dijo la señora observadora frente a mí.
—Creo que lo mejor será dejar esto para otro día y tranquila, está sesión corre por mi cuenta —asintió y salió rápido.
Me recosté en mi sillón y cerré los ojos. No hay nada en esta vida que odie más que no me respondan las llamadas, que me ignoren y más cuando no puedo seguir callándome lo que siento.