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Lisa me dio una taza de café, se sentó a mí lado y tomó mi mano.

—Dios, me parece mentira tenerte acá —sonreí.

—A mí también —tomé un poco del café y después de un rato de silencio le hice la pregunta—. ¿Quién es Joan?

—Antes que nada, gracias por las flores —señaló un florero con las flores que yo le llevé a la oficina—. Y bueno, Joan es alguien que conocí hace muy poco tiempo y se ha convertido en un buen amigo, nada más eso aunque él me ha confesado que le gusto, pero yo ya le deje claro que estoy enamorada de alguien más.

Eso me dejó confundido. Sino es de ese tipo, entonces de quién. ¿Hay alguien más? Desde ya lo odio, en serio.

—¿Entonces quién es? —le pregunté.

—Él es un chico dulce, amoroso, dispuesto a apoyar a todos, es muy, muy guapo, aunque piense lo contrario, es inteligente, gracioso, le encantan los deportes estúpidamente peligrosos, pero divertidos.

Su descripción del tipo me tenía ¿desconcertado? Creo que esa es la única palabra que describe como estaba, describía a alguien como yo, pero ¿por qué yo nunca le gusté?

—Él ahora está conmigo —me vio—. Él está aquí y su nombre es Clint —no supe que decir y ella rió—. Eres tú Clint, estar unos días a tu lado, solos tú y yo y luego no poder tenerte cerca me hicieron ver que eres más importante de lo que pensaba o quería ver, Clint, me di cuenta que no amo a tu hermano porque te amo a ti. No voy a decir que siempre has sido tú, pero si puedo decir que si tú quieres, siempre serás tú, porque no quiero a nadie más que no seas tú Clint, a nadie más.

Tomé un gran y largo trago de café, quería que me despertara porque seguramente todo esto era un sueño, no, no podía ser real. Ella me ama y esas cosas no pasan en la vida real.

Dejé la taza vacía a un lado y esperé a que el café hiciera efecto.

—Clint, ¿no vas a decir nada? —negué—. Si estás de acuerdo con mi propuesta de estar juntos siempre, asiente —asentí—. Eso es suficiente para mí —se acercó más, rodeó mi cuello con sus brazos y acercó sus labios a los míos—. ¿Te puedo besar? —volví a asentir, ella rió y juntos sus labios con los míos.

Al principio no podía reaccionar, no era un sueño, en serio lo era, por Dios, era real. Cuando reaccioné al fin, puse mis manos en su espalda, y la besé, la besé cómo siempre había deseado hacerlo, sus labios sabían mejor que en mis sueños, eran suaves, dulces y... Esto no tiene comparación con lo que alguna vez imaginé.

Aquí Estoy [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora