A Ghost in the room

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Beverly Hills

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Beverly Hills.

Piper se quedó mirándolas quizá durante demasiado tiempo, completamente paralizada, sin saber si debía correr de vuelta sobre sus pasos, o terminar de bajar las escaleras. Sus pies, tomaron la decisión sin su consentimiento, y poco a poco llegó al pie de la escalera. Las palabras de Hazel hacían eco en el enorme salón, y en sus oídos. Sin embargo, no conseguía darles un significado. ¿Estaba alucinando? No, realmente eran ellas.

—Hola...— saludó Hazel, levantando su mano derecha rígidamente, como si no supiera realmente cómo debía actuar. Y es que la morena verdaderamente no estaba segura. Hacía un momento, cuando intentó convencer a Calipso, estaba muy decidida a que esto era lo correcto, pero ahora dudaba ¿Había interpretado bien? ¿Qué tal si no, y estaba a punto de hacer el ridículo de su vida?

Piper no contestó, se quedó quieta, mirándola directamente a los ojos. Su pecho se levantaba y bajaba al ritmo de su respiración, parecía un pequeño conejillo asustado y preparado para huir en cualquier momento. Hazel volteó a mirar a Calipso, pero antes de poder pedirle ayuda con la mirada, recordó que su amiga había sido muy clara.

Estaba aquí para acompañarla, pero Calipso no ayudaría.

— ¿Cómo estás?— intentó Hazel nuevamente mirando a Piper. Esta vez su voz tembló un poco. Jannet, la sirvienta, se había marchado sin que la notaran, de momento eran únicamente ellas tres. No. Únicamente ellas dos. Cali no era otra cosa más que un fantasma en la habitación.

Piper abrió la boca, para contestar. Sus labios resecos apenas se separaron y entonces, el nudo en su garganta terminó por asfixiarla. Sus ojos empezaron a derramarse en lágrimas como si se hubiera abierto un grifo en el interior de su alma. Su cabeza se inclinó, mirando hacia el suelo, y sus manos se cerraron apretadas en puños. En el momento menos indicado, los sollozos, a los que creyó que ya les había dicho adiós por el día, volvieron a ella y empezaron a zarandear su cuerpo.

Por un momento Hazel no supo bien que hacer, su cerebro le estaba dando la orden de correr, pero no estaba claro si debía, apresurarse a salir de la casa y huir como alma que ha escapado del inframundo; o correr hacia la cantante y abrazarla hasta que cesara el llanto. Así que, hizo lo que solía hacer cuando su mente no podía decidirse: se quedó completamente quieta durante más tiempo del que debería. Lo cual, en realidad fueron tan solo un par de segundos.

Pero cuando reaccionó, ya era tarde.

Calipso se cansó demasiado pronto de ser solo una sombra en la habitación, y más rápido que una fiera, se adelanta, acortando en un par de pasos el espacio que la separaba de Piper. Su mano se levanta en el aire, toma impulso, y luego vuelve a bajar rabiosamente, para estrellarse contra la mejilla de McLean. Lo único que Hazel puede hacer es cubrir sus propios labios con ambas manos.

— ¡Cali, no!— no estaba segura si las palabras consiguieron salir de su boca o no, pero de todos modos no tuvieron efecto alguno.

Esta no era la primera vez que Calipso atacaba de ese modo, sus amigas habían sido testigos del mismo modus operandi de ataque, y, por lo tanto, nadie dudaba que la fuerza que aplicaba a cada uno de sus movimientos rotundos, no debía menospreciarse, sino, por el contrario, se tenía la seguridad de que ibas a recordarlo por los siglos de los siglos. Un golpe de Calipso era capaz de quedarse grabado en tu alma, más que en tu piel.

Returning HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora