Together

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(Pongan la musiquita :*)

Cuando enciendo la luz, cuando cierro los ojos, la realidad me encuentra: Estoy viviendo una mentira... Esto se acabó hace mucho, me doy cuenta de que necesito algo bueno en que confiar, algo para mí. —A.L.

Oxford, Inglaterra

Cualquiera pensaría, que la guardia del día era mucho más relajada que la de la noche, sin embargo, apenas eran las ocho de la mañana y Will ya había tenido que ayudar con dos reanimaciones en la sala de recuperación de Neurocirugía.

Si bien era cierto, Will a duras penas podía ser considerado médico general (y eso que aún estaba cumpliendo sus prácticas) y su guardia debía ser sobre la sala de Oncología infantil, él no podía simplemente quedarse quieto en una esquina esperando a que otros llegaran a ayudar cuando había una emergencia. No importaba lo mucho que Terry le insistiera en que debía encargarse única y exclusivamente de las labores que le habían encargado, si él escuchaba un llamado de alerta, y no estaba demasiado ocupado con sus propios pacientes, acudía.

A la mayor parte de los doctores no les gustaba eso.

En realidad, a la mayor parte de los doctores no les gustaba Will. Lo respetaban, le hablaban, lo saludaban al entrar y se despedían al salir, pero fuera de ahí, su trato era única y meramente profesional. No era nada del otro mundo, Will solía relacionarse más con los amigos de Terry, unos cuantos trabajaban en el área administrativa del hospital. Al igual que Terry.

Había un doctor en particular, encargado de la guardia en Geriatría, que se llevaba bastante bien con Terry. Su padre era amigo de uno de los directores del Hospital, al igual que la madre de Terry, lo cual hacía que ambos tuvieran ciertos privilegios, como, elegir sus turnos y no poder ser despedidos o amonestados bajo ninguna circunstancia. El nombre del doctor era Fenton, y a Will le agradaba porque a veces comía con él en el almuerzo.

Debido a que salía con Terry, Will también poseía ciertos privilegios, como poder ocultarse en el archivo cuando sus manos estaban temblando demasiado y tenía una crisis que lo hacía querer echarse a llorar, después de casi perder a algún paciente. Como estaba haciendo justo ahora, encerrado ahí, solo, tratando de frenar hasta el último momento algún sollozo que quisiera escaparse de sus pulmones y que daría paso al llanto.

No era su paciente, estaba neurocirugía, pero Will había hablado con su hija unas cuantas horas antes, por casualidad, ella estaba llena de esperanza porque su padre estaba teniendo un progreso impresionante. Hacía un momento, el hombre había sufrido un infarto y a pesar de que corrieron a atenderlo lo más pronto posible, reanimarlo tardó más de lo normal. Will había creído que el hombre estaba muerto, había perdido cualquier esperanza y había escuchado los gritos desconsolados de la chica.

Y entonces, en un último intento, el doctor Beckett consiguió devolverlo a la vida y estabilizarlo.

Si Will hubiese estado a cargo, habría dejado de intentar, y el hombre ahora estaría muerto. Eso era lo que lo torturaba. Todo su cuerpo se encontraba temblando y las ganas de sentarse en el suelo, abrazar sus piernas y quedarse ahí durante horas, estaban empezando a superarlo.

La puerta se abrió y dio un respingo que terminó por botar dos expedientes al suelo. Si lo encontraban ahí, ocultándose, se iba a meter en demasiados problemas. Si se daban cuenta de que estaba teniendo una especie de crisis nerviosa, probablemente lo echarían a patadas de ahí. ¿Qué clase de doctor no conseguía mantener la calma? ¿Así quería ser cirujano algún día?

Se trataba únicamente de Terry, pero el miedo no abandonó su sistema.

— ¿Qué haces aquí?— acribilló su actual novio. Will abrió la boca para contestar, pero él no se lo permitió— No estas así por otro estúpido paciente, ¿cierto?— de nuevo quiso hablar, y de nuevo Terry lo frenó— ¿Es en serio Will? ¡No puedes reaccionar de ese modo cada vez que alguien se pone mal! ¡Por favor! Estamos en un hospital, la gente muere todos los días. ¡Supéralo!

Returning HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora