✎ 13.✎

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Cuando se despertó, miró a su alrededor. ¿Cómo diablos había llegado a ese estado?.

Se la imaginó a ella llorando en la sala de espera, rota completamente por él. Necesitaba hacer que ella dejara de sufrir por él. Este tenía su destino hecho, su final, y definitivamente no iba a terminar bien y no quería arrastrarla a ella hacia él y su, no tan alejado, final.

—Has despertado— comentó un médico acercándose y lo miró—. Eres fuerte.

Jughead comprobó que ya no tenían esperanza en él, no iba a vivir por mucho y todos lo sabían. Se levantó la máscara. —¿Puedes darme un lápiz y una hoja?— preguntó.

El médico lo miró como si estuviera loco, y si que lo estaba. —Oye chico, acabas de salir de cirugía, ¿De verdad quieres dibujar?

Jughead negó— Quiero escribir y pedirte un favor.

El médico lo miró— ¿Qué necesitas?— preguntó dándole un lápiz y un papel.

— ¿Puedes dejarme un segundo a solas?

El médico lo miró extrañamente y asintió para salir de la sala. Jughead suspiró y tomó el lápiz en sus manos para ubicar el papel. No se podía mover mucho y aún no estaba completamente despierto, pero no deseaba estarlo. Sabía que su fin había llegado o estaba por llegar. Quería terminar con su sufrimiento luego de tanto tiempo, estaba cansado de todo. Se lamentaba saber que iba a romper el corazón de su chica, que lo iba a romper en mil pedazos, sin embargo, también sabía que era lo mejor que podía hacerle. Supo que la peor y mejor cosa que pudo haber hecho, fue empezar esa relación, pero maldición, la amaba con locura.

Sin embargo, había una rubia acostada en su cama llorando por el estado de su novio, la persona que mas amaba en el mundo. ¿Por qué tenía que él estar pasando por eso? Suspiró y se levantó dispuesta a darse una ducha para luego salir de su casa e ir al hospital y pasar ahí el tiempo hasta que su novio estuviera completamente mejor. Solo habían sido una horas después, cuando Betty había quedado dormida en su cama, esos malditos minutos donde no estuvo en el hospital, lo habían cambiado todo. Había sido el final.

Treinta minutos fue lo suficiente para que Jughead terminara de escribir la carta y todo cambiara. Podía parecer sádico, suicida, doloroso, pero no tenía opción. Su cuerpo no podía más. Este deseaba llamarla para escuchar su voz por última vez o verla, pero iba a ser muy egoísta de su parte hacerlo.

Ya no le importaba lo que él pensaba, lo que él sentía. Todo lo suyo ya no importaba, solo ella. Y fue en ese maldito instante, cuando el médico entró a la habitación.

—Señor Jones, ¿Cómo se— El corazón del médico se paralizó y por un momento se quedó helado. Lo vio totalmente pálido, sin aire. —¡Maldición!— gritó mientras corría hacia Jughead y apretaba el botón de emergencia— ¿Qué has hecho chico?— preguntó mientras lo intentaba reanimar. Los médicos y enfermeras seguían entrando y le daban choques, sin embargo, el cuerpo de Jughead estaba tranquilo por primera vez luego de mucho tiempo hundido en una gran profundidad, en paz. —¡No! ¡No se pudo haber ido!— se negaba a asumir el médico su responsabilidad pero ahí vio la carta. Se acercó y la tomó para luego de leerla, suspiró mientras levantaba su cabeza para ver a enfermeras taparlo con una sábana blanca.

Las personas no demoraron en llegar. Llantos desgarradores se escuchaban por la sala, en especial el de una rubia. —¡Qué no pudo haber muerto!— gritaba mientras Sweet pea y Fangs intentaban abrazarla.

—Betty— habló una voz. Ella levantó su cabeza y vio a FP, totalmente destrozado. Sin embargo, le tendió un pedazo de papel. Lo tomó sin saber que ese papel contenía el fin. Sabía que ese papel era de Jughead cuando lo abrió, era su letra. Ese papel había consumido su último respiro. Logró visualizar una mancha en la hoja, era una lágrima seca, era de Jughead.

Sintió como su estómago se revolvió al ver eso y se puso la carta en el pecho.— Necesito verlo — habló para entrar a la habitación sin la autorización de nadie. Y ahí vio lo que menos quería ver. Su cuerpo muerto. Caminó hasta él rápidamente y tomó su mano— ¡Jug!— dijo en un grito con lágrimas.— Necesito que vuelvas, vuelve a mi— rogaba con lágrimas.

—Betty, debes irte— habló alguien pero la rubia no logró reconocer la voz.

—Debe ser una broma, a él le gusta bromear, ¿No es así Jug?— preguntó mientras se arrodillaba en el piso con lágrimas— Oh vamos, amor. No es divertida esta broma— negándose a creer que de verdad estaba pasando negaba el hecho—. Tú me amas, si te despiertas juro que no le diré a nadie que era una broma. Te juro que si te despiertas no volveré a ir nunca al sur, o nunca mas volveré a ordenar tu habitación; De hecho, me gusta verla desordenada—se encogió de hombros mientras las lágrimas caían.—Vamos , solo abre tus ojos— decía mientras tocaba el rostro totalmente frío. Se acostó rendida en el pecho— Juggy, nos amamos, no puedes hacerme esto. Se supone que íbamos a vivir juntos, se supone que yo iba a estar acá para siempre junto a ti. Y así... así no podré estar aquí ¿Por qué no me decidiste esperar?

Cada una de las preguntas que tenía Betty estaban dentro de la carta que la rubia se negaba a leer. —Señorita, debe irse— le decían detrás de su espalda, pero sentía las voces alejadas de ella. Solo podía escuchar su llanto, su desgarrador llanto y aquellas preguntas que parecía que le iban a arrancar su cabeza.

Sentía como su alma se le estaba desprendiendo. Le dolía su corazón y sus cuerdas vocales.

Le dolía su vida.

Se desplomó en el piso y el llanto la consumió. El ritmo de su corazón comenzó a latir más fuerte y su pecho le dolía. Se hizo una bolita en ella misma y se tapaba los oídos, intentando no escuchar su propio llanto. Los médicos la tomaron y la sacaron de la sala mientras ella solo soltaba gritos al ver como lo alejaban de él.




Aprendiendo a Vivir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora