En la oscuridad

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La noche era oscura, fría y húmeda. Era una noche cerrada, las pocas luces que había se perdían en la densidad de la bruma. Era una noche perfecta, podía rondar por las calles sin tener que esconderse, la misma noche ya lo ocultaba porque la oscuridad y él eran uno mismo.
Su corazón se cobijó bajo el manto de la noche y la oscuridad, porque un ser como el solo podría dar eso a lo demás. Así fue durante años, infundía miedo y terror en sus enemigos. Pero todo cambio cuando esa noche el apareció.


Él era su opuesto, su contrario, era el otro extremo de la balanza. El brillaba y daba calidez. Irradiaba todo lo bueno que nunca se había permitido tener, y, por un instante, lo deseo; quiso tenerlo para sí, disfrutar de su cándida personalidad, de su alma fresca, de su sonrisa sincera y de su luz. Quiso, pero no se lo permitió; se negó el placer y el goce de tenerlo, mas no contó con lo que él querría.
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Era fuerte, tenaz, aventurero, fiel y sobretodo, era terco y necio. La oscuridad era su entorno, porque da la casualidad que en el espacio, por más estrellas que adornen el firmamento la luz es escasa. Por esa razón él mismo era esa luz, él era el resplandor de la justicia que buscaba prevalecer en el universo. Era un Linterna Verde. Y sin importar cuan oscura sea la noche, el siempre brillara, dará su luz a aquellos que la necesiten. 


Y ¿Quién podría necesitarla más que el caballero de noche? Ese hombre serio, frio y calculador era la referencia perfecta a oscuridad, a noche, a temor. 


Desde que lo conoció sintió atracción por él, era el polo opuesto que lo atraía cual imán. Sus interacciones no siempre eran las mejores, pero eso era lo interesante, él decía que no y el murciélago que sí, o viceversa. Siempre en puntos opuestos... hasta esa noche... esa oscura, fría y húmeda noche.
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—Te amo –dijo con convicción. Su sonrisa no abandonaba su rostro mientras su cuerpo permanecía suspendido en el negro firmamento.


—Lo sé –respondió seguro y calmo, sin moverse un solo milímetro de su lugar.


—Y sé que me amas –aseguro mientras se acercaba flotando, reduciendo la distancia que los separaba. 


—Sí –no quería seguir mintiendo, no a él. No cuando se corazón pedía a gritos tener esa calidez cobijándolo.


El espacio entre ellos disminuyo aún más, estaban a un simple paso de distancia. El caballero esmeralda toco al fin el piso. Miro directamente a esos ojos cual tormenta, quería acercarse, tomarle y besarle hasta hartarse pero, necesitaba que el diera ese paso, que él quisiera lo mismo que el.


Esos ojos avellana le decían todo, eran tan cálidos y transparentes que no había forma de que ocultaran las cosas. Sabía que seguía, que tenía que hacer y por un instante tuvo miedo. Miedo de tenerlo y perderlo, miedo de lastimarlo, porque, ¿Cómo un ser tan oscuro podría tener a alguien tan lleno de luz? ¿Cómo podría no corromperlo? ¿Merecía siquiera tenerlo?
Ambos se observaron y sus miradas dijeron más que todas las palabras del universo, sus cuerpos decían a gritos cuanto querían estar cerca del contrario.


Y fue el millonario quien al final lo aceptara, quien se diera por primera vez la oportunidad de disfrutar. Con su porte serio y sin titubear dio el paso que los separaba. Se posiciono frente al piloto, sonrió de forma discreta, apenas una pequeña comisura en sus finos labios pero ese pequeño gesto fue suficiente para transmitir todo.


El policía espacial sonrió en respuesta, de forma plena y resplandeciente. Sin decir algo más, sus manos cobraron vida, ansiosas por tocar a ese ser lleno de oscuridad, oscuridad que él se encargaría de iluminar. Tomo su rostro con su mano dominante y la otra viajo a la nuca del caballero de la noche.


Bruce se permitió disfrutar el contacto y sin percatarse sus brazos rodearon al caballero esmeralda, dejándolo prisionero de su cuerpo. Y ahí, en medio de esa noche, con la oscuridad cubriéndolos y el silencio como testigo se fundieron en un beso, un beso que decía todo lo que habían callado y todo lo que querían decir.

Drabbles - BatLanternDonde viven las historias. Descúbrelo ahora