Capítulo 5

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El resto de la semana pasó volando, y antes de que me diese cuenta ya era la tarde del viernes. Mis padres se habían ido a las seis de la tarde a dar un paseo por la ciudad y mi hermana se había arreglado para ir al cine a las siete.

-Victoria ¿tú crees que con diez euros tendré suficiente para invitarlas a todas a palomitas?

-Desde luego que sí. Y si quieres te presto cinco euros.

-Estás bastante amable. ¿Te pasa algo?

-Nada. Disfruta de la peli.

La despedí con un gesto de la mano y fui a la terraza. Aún quedaba una hora para que mis amigos llegasen. Sentada en una silla vi a una gata debajo de una tumbona. Tenía las mamas hinchadas, lo que indicaba que tenía cachorros. Fui a la cocina y en un platito puse sobras de pollo y un poco de caldo. Llevé el plato a dónde estaba la gata, que comió con avidez.

-Oye, si quieres, puedes criar aquí a tus hijos. -le dije al felino.

No sé si me entendió, pero olisqueó mis dedos y se frotó contra mí mano. En el trastero, cogí una caja de cartón, le puse una almohada vieja y unos trapos. Puse la caja en la terraza, a salvo de las inclemencias del tiempo. Luego subí a mi habitación a prepararme para la sesión de espiritismo de aquella tarde.

Al contrario de lo que muchos podrían pensar, el disfraz que tenía preparado era el de druida, pero no era precisamente siniestro. Era un vestido azul noche sin mangas, largo hasta los pies y ceñido con un cinturón plateado. Echada sobre los hombros llevaba una capa negra con ribetes del mismo color. Me recogí el pelo en una trenza y me maquillé. Al cabo de unos momentos, llamaron a la puerta.

-Guau, Victoria, estás impresionante -comentó Clara. Llevaba un disfraz de hada celeste y la melena rubia suelta sobre los hombros-. Menuda cara se le va a quedar a Andrés cuando te vea.

-¿A que te refieres?

-Le gustas mucho -contuvo un suspiro-. Ojalá le gustara la mitad.

-¿Estás enamorada de él?

-No -esbozó una sonrisa pícara-. Pero medio insti desde luego que sí. Si fuerais novios, tendrías muchísismas ventajas.

-¿Cómo que me hiciera los deberes de Mates, que se me dan fatal? -nos reímos-. Por el momento sólo somos amigos.

El timbre interrumpió nuestra conversación. Álex y Andrés entraron en el recibidor. Álex iba vestido de hombre lobo y Andrés de Drácula. Ya en el comedor les expliqué brevemente lo que tenían que hacer. Para decidir quien haría de médium, lo echamos a suertes y me tocó a mi. En la mesa rectangular destacaba la madera clara de la ouija y el vaso que tendría que ir marcando las respuestas de los espíritus.

-Tenéis que pensar con todas vuestras fuerzas en alguien que murió hace poco.

Asintieron, y cruzamos los dedos sobre el vaso. Respiré hondo el humo de las velas de incienso y pronuncié la siguiente invocación.

-¡Espíritu! ¿Estás aquí? -pregunte con voz grave-. ¡Si estás aquí, manifiéstate!

No creía que fuese a pasar nada, pero escuché una voz femenina.

-Vale. Ahora mismo me manifiesto. ¡Pero dime tú cómo, si sabes tanto del tema!

Asustada miré a todas partes, pero no había nada. El humo del incienso parecía dibujar una forma femenina,pero un golpe de viento apagó las velas.

-Manifiéstate... -insistí.

El vaso que marcaba las respuestas de los fantasmas se movió ligeramente, pero en dirección contraria y no por ninguna fuerza sobrenatural, sino por el temblor de nuestros dedos a causa de la concentración y tensión. El aire cálido de la tarde acarició mi cara, pero todo aquello estaba siendo un fracaso: el vaso no se movía,en la mesa no sonaban golpes y no se veían figuras en el incienso. Lo que si que se veía era a Álex mirando a Clara de reojo, más bien comiéndosela con los ojos. Parecía que los espíritus no le interesaban demasiado, precisamente.

Pero al poco de llegar a esas conclusiones me di cuenta de que el juego iba de baja. Estaba un poco decepcionada y mis amigos bastante cansados, incluso Álex, que he hecho lo que fuera con tal de seguir lanzando le miraditas de reojo a Clara. Ella fue la primera separando del vaso y ofrecerse para ir a calentar las pizzas, y estuvimos encantados de interrumpir la sesión. Mientras esperábamos a que se calentara las pizzas, Andrés me pregunto porque me gustaba este juego.

-Mi tía Isabel y yo solíamos jugar juntas. Yo la adoraba, pero una leucemia me la arrebató cuando tenía 10 años. Y lo más curioso de todo es que la vi en el pueblo el día de su muerte.

- ¿En serio?

- Sí. Según mis padres, estaba ingresada en el hospital por una neumonía. Pero por la tarde me la encontré paseando por el pueblo. Le pregunté si ya la habían dado el alta. Ella no me contestó, me dio un colgante en forma de árbol y unas chucherías. Al volver a casa, mis padres me dieron la noticia de que había muerto.

Andrés estaba atónito por lo que acababa de escuchar.

-¿Tú crees qué...?

- No lo sé. Pero al menos tuve la oportunidad de despedirme de ella .Todavía conservo el colgante que me dio.

Me lleve las manos a la nuca y me desabroché el el colgante. Era una cadena de plata de la que colgaba un árbol rodeado por un anillo. Mi amigo acarició superficie suave de la plata.

- Parece Yggdrasil, el árbol de la mitología nórdica. Simbolizaba la conexión entre el mundo divino, el de los humanos y el de los muertos.

- Vaya. No sabía que te gustaba la mitologia nórdica.

- Hay muchas cosas que no sabes de mí -contesto con un encantador aire de misterio que me acabó de desconcertar.

Pero aún así, había otra cosa que me extrañaba: la sensación de que alguien me estaba observando lleno de desconcierto y de pena, que no había abandonado la sesión. Sentí un escalofrío al comprender que había alguien más en el comedor.

El aroma de las pizzas y las palomitas hizo que dejara de darle vueltas al asunto y me embarque una conversación intrascendente con mis amigos mientras recogía la ouija y colocábamos la comida en la mesa del salón. Nos instalamos ante la tele con las pizzas y las palomitas para ver la película. Había alquilado en el videoclub "Ghost". Me había gustado mucho, aunque al recordar algunos acontecimientos del pasado me parece una auténtica ironía.

***

Cuando mis amigos se fueron, mis padres todavía no habían llegado y mi hermana dormía plácidamente, justo lo contrario que yo. Después de comprobar que la cocina y el comedor habían quedado bien ordenados, me fui a dormir sintiéndome todavía muy inquieta. Por primera vez en mi vida, me aterraba estar sola en casa, los rincones oscuros de mi hogar me provocaban una angustia indefinible, y que se parecía sospechosamente al miedo. Mi habitación ya no era mi refugio. Las paredes pintadas de azul turquesa se habían vuelto negros como la noche, y los prismas de cristal colgados frente a la ventana creaban reflejos imposibles. Los muebles proyectaban demasiadas sombras en las que podría haberse escondido cualquier cosa.

Las láminas con ilustraciones de seres mitológicos, ya no me parecieron acogedoras, y ni siquiera encontré graciosa la pequeña escultura de una hechicera en la estantería.

Me senté en la cama en tensión, preparada para huir en cualquier momento. Habría querido encender el ordenador, pero me di cuenta de que cuando te concentras en la pantalla, dejas estar alerta a lo que sucede a tu alrededor. Alargué la mano mecánicamente hacia el móvil, aunque no eran horas de llamar a nadie. Aquel instinto, aquel instinto especial en el que nunca habría creído desde que apareció, estaba haciendo sonar una campana de alarma en mi cabeza.

No estaba sola. Había alguien más en mi habitación. Alguien desconcertado y desorientado, pero al mismo tiempo lleno de esperanza, que me observaba desde las sombras.

Tuve que hacer un esfuerzo para ponerme el pijama, meterme en la cama y apagar la luz. Aunque al fin conseguí conciliar el sueño, en cada momento de vigilia creí ver una pálida cara muerta a mi lado, mirándome fijamente.

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