Capítulo 7

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Victoria Moroles como Alma García 

Me acerqué al espíritu tambaleándome. A pesar de que llevaba algún tiempo jugando a los mediums nunca me había topado con un fantasma de verdad.

Luchando contra el miedo y la aversión naturales que producen la muerte en la vida, me acerqué a la chica. Tendría unos 15 o 16 años, era alta y morena, con el cabello negro y unos ojos marrones achocolatados. Tenía un rostro dulce pero triste.

-Eh..., no sólo puedes aparecerte a los gatos.

La chica se acercó a mí. Sus ojos marrones brillaban esperanzados.

-¿De verdad puedes verme?

-Y oírte. ¿Cómo te llamas?

-Me llamó Alma García. No sé si decir si tenía dieciséis años o si los tengo y los tendré para siempre, porque llevo nueve meses muerta.

-¿Sabes lo qué te pasó?

-Ahí está la chispa del asunto. Lo recuerdo todo, tan bien como si no me hubiera muerto, salvo dos detalles. No recuerdo mis últimos días de vida ni el motivo por el que acabé muerta.

-¿En serio?

-Sí. Estuve como en medio de un agujero negro hasta que me encontré de golpe en el tanatorio.

-¿Algo más?

-No, salvo el hecho de que nadie me puede ver. He estado dando vueltas por la ciudad durante nueve meses. No sé que hacer.

-¿Y que crees que puedo hacer?

-Quiero irme de aquí, pero no lo puedo hacer sin saber qué es lo que me retiene en este mundo.

Inspiré hondo. No sabía que era lo más raro: estar hablando con un fantasma o que el rostro de ese fantasma me sonara de algo. Era la sombra de un recuerdo, pero estaba convencida de haberla visto antes.

-¿Piensas que te puedo ayudar?

-Sí. Para empezar puedes verme y oírme. Y estudias en el mismo instituto que yo. Podrías echarme una mano.

-¿Y cómo se supone que yo...?

-Eres la hija de un policía. Seguro que podrás obtener información sobre lo que me pasó. Pero además...

-Además, ¿qué?

-Eres la mejor amiga de Andrés Guzmán, un chico estupendo, y mi mejor amiga de cuando estaba viva, Clara Dacosta, te quiere mucho.

-Eso explicaría la cara que se le quedó a Andrés cuando le dije que había el fantasma de una chica muerta instalada mi habitación. ¿No serían tus amigos?

-De toda la vida -confesó con un hilo de voz.

***

Todo el fin de semana me la pasé reflexionando sobre las palabras de Alma. ¿Sería posible que de verdad estuviera hablando con el espíritu de una chica muerta? Todavía me negaba asimilar la idea porque formulaba una cuestión muy dolorosa para mí: ¿Y si mi tía Isabel, después de su muerte, se pasó por el pueblo para despedirse de mí? Por una parte la idea me conmovía, pero por otra parte me asustaba, porque planteaba nuevas cuestiones: ¿ Isabel podía ver a los espíritus de los muertos? ¿Y si se dio cuenta de que yo tenía su capacidad y quiso comprobarlo antes de irse al otro barrio?

La noche del lunes me la pasé sin dormir, porque no recuerdo haber soñado nada. O como mucho estuve sumida en un duermevela inquieto, porque cuando sonó el despertador tenía los ojos como si me hubieran echado pegamento. Me incorporé y fui al baño.

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